Capítulo 7: Confesiones

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*Sidney P.O.V.*

Era el día antes del atraco.

—Quiero que sepáis que el dinero lo tenéis totalmente asegurado, si os busqué una vez, lo haría de nuevo cuando salieseis de la cárcel y lo tendríais. —Le miré. —Con esto quiero decir que el plan sigue adelante, porque en el peor de los casos al cabo de los años tendriais el dinero, y en el mejor, yo os intentaré sacar del agujero cuando todo esté más en calma.

—Que el plan siga a adelante significa nada de hablar con la policía, los jueces, los presos… ¿No? —Dijo Moscú.

—Yo antes morderme la lengua, masticar y tragarla que delatar a nadie. —Dijo Helsinki.

—Bueno… es una solución un tanto ruda pero eficaz. —Eso me hizo soltar unas carcajadas. —Yo os iba a proponer algo más sutil, vereis un interrogatorio es como volar la cometa, se te puede caer al suelo en cualquier momento. Con la mano derecha vais soltando el hilo de la verdad, y cuando la cometa alce el vuelo y crean que hay verdad en lo que decís, cuando tengan la certeza de que pueden sacar algo de vosotros, con la mano izquierda tirais del hilo y parais la cometa, los entreteneis

—Es un buen plan. —Dijo Berlín.

—¿Algunas palabras antes del atraco? —Dijo el profesor.

—Mucha suerte para mañana. —Dijo Tokio y se levantó para irse. —No os deseo suerte, porque confio en que la tendremos.

[…]

Los nervios me aterraban por dentro, era de noche, no había cenado nada y tenía ganas de vomitar. Nadie sabia lo que iba a ocurrir mañana, que podían darnos un tiro en el pecho, o que saldríamos de ahí ricos eso si. Y tampoco estaba nada segura de lo que iba a pasar entre Cairo y yo cuando estuviesemos fuera.

Lo que si estaba segura es que no estaba nada bien. Salí del baño, me di una vuelta por toda la casa, y parecía una pocilga, nadie se había preocupado por recoger y total ¿Para que? Pero lo que mas me sorprendió fue que entre todo el silencio se oian dos voces, me acerqué a una sala que tenía luz, y vi que estaban Berlín y el profesor cenando. Pero no parecía nada normal, me recordó a la última cena que tuve con mi hermano antes de ir a robar, y que le metiesen un tiro en el pecho.

—Sergio. —Dijo Berlín y el profesor le miró. No entendí por que el sabia su nombre, no entendía nada. —Quiero que si algo malo pasa te escapes. Prometemelo.

—No. Nada va a ir mal.

—Sabes que todo se puede ir al carajo. Prometeme que si algo sale mal, no te dejarás coger. —Este otro negó. —Si no lo haces no entraré mañana.

—Nada va a salir mal Andrés. ¿Somos la resistencia o no? —Ahora Andrés era el nombre de Berlín, estaba más confusa que nunca.

La vida del profesor giraba en torno a una sola idea, resistencia. Su abuelo, que había resistido junto a los partisanos para vencer a los fascistas en Italia, le había enseñado la canción de Bella, ciao! Y luego el nos la enseñó a nosotros. Entonces, ellos dos comenzaron a cantar la canción. Decidí ir a la habitación del profesor, para pillarle por sorpresa, apagué la luz y un rato mas tarde apareció.

—Nos has mentido. —Dije en un tono seco. —Dices que nada de relaciones y Berlín te llama por tu nombre. Sergio, ¿Porque te llamas asi? ¿No?

—Sidney, mañana a la luz del dia, quizas veamos… —Le interrumpí.

—Mañana yo no voy a ver nada. Yo me metí en esto porque confiaba en ti, porque tú ibas a ser nuestro ángel de la guarda, y nos has mentido.

—Me llamo Sergio si… —Dijo cerrando la puerta y sentándose frente a mi. —Sergio Marquina, hijo de un atracador, al que se le ocurrió el plan. —Tragó saliva. —Sidney, de los que vais a entrar eres la que tiene la sangre mas caliente, y habrá un momento en el que pienses que todo se está desmoronando, que todo está saliendo mal y estas totalmente sola, pero te prometo que eso no va a pasar, lo tengo todo pensado. Y además soy un hombre con suerte. —Dijo más calmado.

La Casa de Papel || Sidney Donde viven las historias. Descúbrelo ahora