La lluvia mojaba todo su cuerpo, pero a ella no le importaba.
Sentía que la limpiaba, porque se sentía sucia y repugnante, él le había hecho "eso", porque ella, que era tan pequeña, frágil, débil e inocente, ahora se sentía destruida por dentro y por fuera.
Nunca volvería a ser la misma, pero debía ser fuerte. No volverían a lastimarla, ni a tocarla nunca más.
Debajo de aquella gran tormenta se juró no volver a ser débil.
La lluvia era tan fría que calaba hasta sus huesos. Por un momento pensó "el cielo llora mi desgracia" y sonrió, una sonrisa retorcida por el dolor, pero tan fría como la lluvia que la mojaba.
Su sonrisa se convirtió en carcajada, pero era tan vacía como la negra noche que la rodeaba.
Cayo de rodillas la suelo húmedo y golpeo con todas sus fuerzas, imaginando el rostro de su destructor; y entonces un rayo cayó iluminando su pequeña figura en medio de aquel cementerio oscuro. Se levantó y vio su ropa sucia y hecha girones.
Otro rayo la ilumino y se pudo ver la pequeña figura con su rostro rojo y sus piernas con sangre.
Quien podría imaginar que alguien era capaz de destruir a ese pequeño ángel tan frágil y bello, nadie imaginaba que ahora estaba vacía y destruida, pero nadie lo sabría jamás.
Ella no diría nada sería fuerte y guardaría ese sucio secreto.
Por siempre.