Capítulo 2: La Guarida

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James Potter pasó toda la noche en su escritorio sin quejarse de alguna manera sobre su incomodidad en aquella posición. Con solo pensar que al día siguiente tendría que empacar todas sus cosas (para Hogwarts incluido) para pasar el mes que queda del verano en la casa de sus tíos Ron y Hermione le daba unas ganas de bostezar terribles, por lo que cuando el gran reloj de la cocina dio las diez, subió enseguida a su cuarto.

Pero no pudo dormir: Keila le dejó la tarea de que recreara todos los dibujos del diario de Zárifo, por lo que se quedó hasta la una de la madrugada dibujando, hasta quedarse profundamente dormido.

El sol alumbraba la habitación como si la iluminaran con un encantamiento. Un pequeño rayo de luz logró traspasar las barreras formadas por las cortinas y parar en el pómulo derecho de James. Este ni se despertó, más bien, sentía que flotaba.

Pero aquel sentimiento no duró mucho: la puerta se abrió de un portazo haciendo que el chico despertara de golpe, se desorientara, perdiera el equilibrio y cayera en el piso de madera boca abajo. Desde el piso se puso los lentes y observó a una mujer pelirroja de cabellos largos ondulados amarrados en una cola de caballo entrar en la habitación y abrir el armario con su varita, sacando levitando el baúl con pegatinas de Quidditch, Hogwarts y Gryffindor.

― ¿Qué hora es mamá? ―preguntó James desde el frío suelo, acomodándose para observar el cielo raso―. Conociéndote, son las seis de la madrugada.

Ginevra Weasley, la menor de los hermanos Weasley y la única hija en los seis hermanos. Mejor conocida como Ginny Potter, una periodista de la sección de deportes del periódico El Profeta. Una mujer dulce y comprensiva, en la que siempre podrás confiar. Conocida por James: mamá.

―Lucy, Keila y tú se van hoy a La Guarida y no quiero que dejes nada. Conociéndote, vas a hacer el baúl a último minuto, y no me gusta que seas tan descuidado. ¿Dónde está tu varita?

Aquella pregunta hizo que James se acordara de la que quería hacerle a su mamá. Se levantó del piso sacudiendo el polvo de detrás de sus pantalones y se acercó a su madre acariciando la varita con su mano.

―Tú dijiste que... los magos menores de edad no pueden hacer magia fuera de la escuela. ―Su mamá negó con la cabeza mientras doblaba ropa―. ¿Por qué yo sí puedo hacerlo? ―Lo miró de reojo, sin creerle mucho. Volvió a su trabajo de doblar la ropa―. Por ejemplo, Aiden Wolsh recibió el verano pasado una advertencia por "sin querer" mover su varita y volar los papeles sobre el escritorio. Yo, todos los días, subo la escalera del ático de Lucy con mi varita y ella hace pociones. ¡Con magia! Dan también la usa a veces cuando está muy enojado.

Ginny parecía no querer llegar a ese tema. Se puso de puntillas y agarró la comida de Hellic, el búho de James. La sirvió en un recipiente con su varita y luego a la distancia se la sirvió a Hellic, quien reposaba, sin enterarse de nada en su jaula con los ojos cerrados todavía.

― ¿Recuerdas que tu tía Hermione les dio permiso para usar magia fuera de la escuela? ―preguntó Ginny acomodando todos los papeles del escritorio. Se volteó para mirar a su hijo, quien negaba con la cabeza confundido―. Pues... ahora te lo digo. Lucy, Dan y tú pueden hacer encantamientos muy leves fuera de la escuela: encantamientos que tu detector no note, como subir una escalera y eso.

― ¿Entonces como Lucy puede hacer pociones e inventar hechizos? ―volvió a preguntar haciendo que Ginny se ponga nerviosa.

―Haz tu maleta, James. ―Le entregó la ropa que estaba doblando.

La mujer pelirroja abandonó la habitación cerrando la puerta al retirarse. el chico miró la puerta unos segundos y dedujo que era mejor no preguntar, tal vez había cosas de las que él no tendría por qué saber.

James Potter y la Perla Encantada #JP4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora