Jueves

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Jueves:

La vida, muchas veces no nos da oportunidades, o simplemente nosotros no las sabemos aprovechar, porque estas pueden estar frente a nosotros y por nuestros nervios, miedos o cualquier cosa, no sabemos reaccionar a lo que manda una fuerza que, seguramente, es el amor.

Porque fue lo que me pasó. Desde que lo vi por primera vez, supe que mi vida había cambiado, algo en mí se volvió diferente. Y no, no eran cosas típicas de una adolescente, porque ni siquiera era una, ya había pasado por esa etapa, y justo cuando decía que esa cosa llamada amor no era para mí, él apareció. De la manera más cliché existente, pero apareció. Eso es lo que único que cuenta.

Era lunes, primer día del mes de marzo, el mes en que pude decir que fue el mejor de mi vida, aunque, creo que hubiese sido mejor de haber sido completo.

En ese bendito mes, lo conocí a él.

Me metí a la bañera, tenía tiempo para darme una buena ducha, pero quería que todo fuera relajado desde el principio así que no perdería mi tiempo.

Ese día fue la entrevista de mi trabajo como escritora para el periódico nacional. Yo era buena, eso lo sabía, pero, como siempre, en situaciones así, el pequeño nudo provocado por los nervios se formaba en el estómago, apretando y succionando nuestros suspiros. Al menos eso me pasaba a mí. Sin embargo, no perdía mi confianza.

Unos pantalones un poco holgados, una sudadera blanca con cuello alto, zapatos sin plataforma de color negro y, como no podía faltar en estos tiempos, el suéter de lana bastante cálido que mi madre me había obsequiado. Esa prenda se había vuelto mi favorita desde que me la dio la última vez que la vi, en diciembre del año anterior.

Me observé en el espejo, ningún tipo de maquillaje sobre el rostro, supuse que no era necesario usarlo. Mi cara no era como para asustar tanto, a parte, no era muy importante mi apariencia si era contratada, después de todo, nunca saldría mi rostro en un periódico, solo mis narraciones y nada más. Me hice en el cabello una coleta después de cepillarlo y me sonreí a mí misma.

—Tú puedes... —me dije para luego ponerme de pie y comenzar a caminar hasta afuera de la habitación.

El muy conocido olor a salchichas asadas viajó desde la cocina hasta mi nariz y sonreí con agradecimiento. De seguro mi compañera de piso estaría haciendo el desayuno. Era la mejor, de verdad no podría haber elegido a mejor persona para que compartiera conmigo mi hogar.

—Buenos días, señorita futura escritora del periódico —saludó con su habitual sonrisa.

Puso un plato de desayuno sobre la mesa y observó la silla, dando a entender que me tenía que sentar y comer. Le hice caso. La amaba, y a su forma de cocinar también.

—Ni siquiera me han dado el trabajo —trocé un pedazo de salchicha con el cuchillo y me lo llevé luego a la boca. Sabía tan bien como se miraba.

Ella se sentó frente a mí y me sonrió como una madre le sonríe a su hija. Y es que, aunque solo fuéramos las mejores amigas, la verdad es que ambas nos queríamos como familia, porque en esta ciudad era lo único que teníamos.

—Te lo darán. Ya verás que sí —le tomó la mano y comenzó a masajearla sin dejar de lado su sonrisa —. Tienen que dártelo, que, si no, voy y le corto los cojones a cada uno de esos tíos y se los destripo con el pie.

Solté una carcajada y aparté la mano para llevármela a la boca. Su sentido del humor era impredecible, podía estar en el medio de un entierro, pero siempre podía hacerme sacar una sonrisa, o una carcajada, cosa que no me gustaba porque esas risotadas mías dejaban sordo a quien pasara.

Jueves |SIMBAR|Where stories live. Discover now