Creer

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Ya iba a comenzar el comienzo de clases y un chico joven de no tantos años de edad cansado de ver la vida pasar, cansado de una vida sin sentido. Llorar no fue una respuesta para todo, pero ya no lo hacía. Demasiadas lágrimas derramadas en el pasado, ya se acabaron. Pensar en todo lo anterior, veía que su vida era demasiada cliché la mayoría la son.

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El frío de la mañana, el sol salía, el cielo se aclaraba con la coordinación del sol. La cama producía movimientos que el causante de ellos es un joven. Dejó de rechinar la cama.

Un gran bostezo de parte de él, agarró sus cosas se alistó con el uniforme que ordenaba la institución educativa. Recogió la mochila. La bocina tocaba con desesperación, se escuchaba voces de infantes unos gritando y otros insultando.

Suspiró.

-¡Ya me voy! .-abrió la puerta y salió corriendo de su casa a la camioneta que destinaba a su nueva institución que quedaba muy lejos de su casa. La camioneta tenía unas pequeñas letras que se veían que eran notorias "Movilidad Escolar" fijó su vista en esos pasos apresurados . Era un señor de no tantos años, aunque tenia canas y un poco de arrugas no era tan viejo del todo; le abrió la puerta para que entré y se sienta en uno de los asientos.

Esto ya era una rutina normal.

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Todos los días pasaba y nada cambiaba, ya había hecho amigos que aparentaban que eran amigos de confianza, pero en sí le traía confianza y seguridad.

Hasta un día.

Ya acabó el día de escuela y era turno de irse a su hogar. Llegó donde se encontraba la camioneta para entrar y sentarse, además de librarse de todo ese estrés y mareos que causaba los profesores. Ya estaban partiendo para dejar a los niños en su hogar.

-¿Puedes cerrar la ventana? Por favor .-mencionó un joven con su cabeza agachada  con lo brazos cubriendo su cara. Su cabello moviendo bruscamente por el viento que soplaba con fuerza.

-Oh, pues claro .-agarró con sus 2 manos la ventana para cerrarlo aunque este no avanzara.

La cabeza del otro chico se levantó a mirar la ventana para así agarrar la ventana, quitando las manos del opuesto rápidamente. El chico forzaba con toda su fuerza para que se cierre la ventana y no salía ningún resultado positivo. Se rindió y lo dejó así y volvió a su postura de antes.

Unos pocos minutos pasaron y escuchó que le hablaba.

-¿Como te llamas? .-le habló con serenidad mirándolo frente a sus ojos con una sonrisa cálida.

Esos ojos como olvidarlo, la sonrisa que le transmitía seguridad.

-Me llamo Tom. - se veía que estaba nervioso y hablaba muy bajo que no se escuchaba.

-¿Me lo puedes repetir? Bueno es que no escuche .-una mueca, una sonrisa que mostraba que estaría bien. Esos ojos. Sus manos se rozaban a cada rato.

-Oh, claro mi nombre es Tom .-se acariciaba el cuello, las manos estaban mojadas del todo el sudor que mostraba los nervios al hablar con alguien que apenas conocía. La mano diestra algunas veces se agarraba el pelo para acomodarse y arreglarse.

-Veo que eres muy tímido.

-Je...pues sí .-quería gritar de la emoción, se agarraba las mejillas delicadamente.

-Pues adiós, Tom. Acá es donde esta mi casa .-se paró para acercarse a la puerta dejando que la silla rechine, agarró su mochila; abrió la puerta y así tocando el piso y cerrar la puerta con fuerza para que este seguro.

Lo miraba hasta que el camión arranqué, dio un pequeño grito dejando que los niños pequeños del asiento trasero todavía sigan conversando. Se sobaba la cara, la sonrisa no bajaba se quedó pegada en su rostro hasta llegar a su casa. Le agradecía a su madre que le puso movilidad.

Pero el destino llevaba una mala jugada, como siempre nunca hay que fiarse de algo bueno que te suceda.

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Cuando estaba saliendo de su casa con una emoción indescriptible, contento de que podría verlo de nuevo, contento de sentarse a su lado, contento por que fue la única persona que eligió para que hablen.

Un señor viejo le abrió la puerta que era el chofer.

-Tommie, ve ahí .-le señalaba donde se encontraba los  asientos traseros que ahí se podía ver a lo niños pequeños sentados jugando y haciendo alboroto por cualquier cosa. Pero vio de que ya no hablaría con el, que no podría verlo a sus ojos, esos hermosos ojos y esa sonrisa y muchas cosas más que le encantaba de él, además de que ni le preguntó su nombre. Se sentía inservible, odiaba lo tímido que era.

Dio un suspiro y por cada persona que iban a recoger, cada lágrima goteaba. La tristeza y el enojo le consumían, se agarraba el pelo con fuerza puso su cabeza abajo, limpiándose las lágrimas que caen más fuertes y que nadie escuchaba.

Ya se dirigían al institución, pero en ese entones le preguntaría su nombre, ahí acabaría su timidez.

Ya bajaba del camión y el estaba yendo un poco más lento hasta que lo miró.

-Tom .-otra vez esa sonrisa que le daba vueltas su cabeza, que le daba un toque único.

-Hola .- Dejó que una pequeña risa se le escapará, estaban caminando directo a su salón los dos juntos, se imaginaba ellos dándose mimos o acaricias.

-Hola .-le saludó también con la mano, poniendo al pequeño un poco avergonzado o mejor dicho más nervioso.

-Oye, me pregunte algo siempre ¿Como te llamas?.

-Me llamo Tord.

-Oh pues eso, quise quitarme la duda, adiós.

-Adiós.

Y ese fue el último día por hablarse con una conversación de "amigos".

Cada día era así y así fue su nueva rutinaria de 5 días a la semana.

Aunque ese día fue una excepción, no sabía si se podría repetir aunque no lo creía todas esas esperanzas se caen, el cayó en un profundo hueco y no podrá salir. Se siente como alguien que se puede olvidar, alguien que no pueda salir de una cárcel.

Las esperanzas han caído.  Y ese día fue su funeral.

Vio como el consiguió una novia llamada El, ella es hermosa, graciosa, alguien importante es una mujer de maravillas, la mujer de tus sueños.

Lo peor es que se declaró en frente de él, ahora que son novios. Es la pareja del año, es de todo porque ellos son maravilloso.

El creyó que todo eso sucedería pero con él.

Creer encontrar la fortuna, pero no saber donde está las instrucciones.

Creer || TordtomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora