Cola

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Aun recuerdo que desde que tenia 15 años podía ver que tenía un gusto muy extraño por los hombres, mis amigas me juzgaban por esto pero a mi realmente no me importaba, siempre me habían excitado y llamado la atención los hombres mayores, era un gusto extraño, pero demasiado satisfactorio.
En un barrio pobre como en el que yo vivía, las posibilidades de superarse eran mínimas, casi imposibles, estudiabas hasta la preparatoria si es que lo lograbas, y después, trabajas como cajera en un mercado o en una gasolineria.

Todo comenzó hace unos meses, cuando llegó una pareja a la gasolineria en la que yo trabaja, había dejado incompletos mis estudios, y me conformaba con los pocos dólares que me pagaban.
Era una pareja de señores mayores, ella era elegante, y pude ver su rostro al entrar, parecía tener asco de entrar a la tienda de una gasolineria, y detrás de ella venia el, un hombre tan guapo, con ojos azules y un cabello blanco teñido de negro era realmente guapo, tenía el porte ideal, y al parecer el también noto algo en mi, pues no dejaba de mirar mis ojos ni mi escote. El tomó una Pepsi Cola y salió del lugar. Al día siguiente lo vi llegar en su mustang blanco que era precioso, se metió a la tiendo y nuevamente tomó su Pepsi Cola, parecía que quería decir algo, pero no podía, así que me disparo con una sonrisa, mostrando sus blancos dientes. Nuevamente sin conversar, salió del lugar y se subió a su mustang blanco. Al siguiente día llego de nuevo, y jamás lo olvidaré, tomó su Pepsi Cola y se acercó, -Vaya, perdona el atrevimiento, pero jamás había visto una cajera hermosa- Dijo sonriendo. Tenía una voz tan grave, era el tipo de hombre que yo quería. -Gracias- Respondí mientras notaba como me estaba sonrojando. -¿Que edad tienes bella chica?- Preguntó directamente. Yo sin escrúpulos al igual que el respondí -19 años, ¿Su nombre? ¿Cual es su nombre?-. -¿Acaso importa mi nombre?-Respondió con bastante lujuria en su mirada.

Después de semanas de estar yendo por su Pepsi Cola, decidí darle lo que quería, lo habíamos planeado, el reservo la mejor suite en el Chanteu Marmont, y Dios, era tan bueno con el sexo, apuesto que ningún chico de mi edad sabía y lo hacía tan bien como el, me llevaba a las estrellas, realmente era excitante. El me propuso que me saliera de ese trabajo, que yo merecía algo mejor, así que, sacó de su billetera 200 dólares y me los coloco en la mano, -Cuando los termines, dime, para darte más- Dijo con esa sonrisa, esa maldita sonrisa que me mataba.

Mis amigas preguntaban que de donde estaba sacando tanto dinero, porque cada vez era mas y mas, yo les respondía que tenía un hombre, un hombre mayor, y ellas me miraban extraño, y no me importaba, cuando me preguntaban -¿Que se siente enamorarte de viejos?-, yo solo les respondía orgullosa -Tengo cierto gusto por los hombres mayores, siempre ha estado ahí, así que no es sorpresa-.

El solía recogerme a mitad de la carretera, siempre compraba un helado de vainilla, llegaba por mi en su mustang blanco, y subía con el, lo besaba y siempre, todas las malditas veces conducíamos hacia la luz del sol, yo le llamo "escapar hacia la grandiosa luz del sol", y lo hacíamos del otro lado, pasábamos la grandiosa luz del sol y lo hacíamos, en su auto, en un motel, o en cualquier lugar. Hace poco llevaba puesto mi labial favorito coló rojo, lo besé y manché su camisa, preferí no decirle nada porque se espantaría, pero su esposa es tan tonta que ni siquiera lo noto o tal vez no le importo. El siempre llevaba en su auto una bandera americana, amaba tanto a su nación, recuerdo que una vez me envolví de ella porque tenía frío y caí dormida. El me despertó con la promesa de diversión y así fue, con un poco de cocaina en la mano me dijo mirándome a los labios -Estas son drogas que se consumen como el helado de vainilla-.

El siempre me enseña todo lo que sabe, es mi sabio maestro, y siempre me hace prometer lealtad, dice que soy tan hermosa que es fácil que yo salga con un chico de mi edad, pero el no sabe que me gusta el, que me excita el, que me fascinan los diamantes helados que hace que rodeen mi cuello, sabes, amo vestir mis diamantes mientras camino por mi barrio pobre, me hace sentir poderosa, al igual que el. 

El ama la fiesta conmigo, siempre quiere hacer algo loco y divertido conmigo, pues yo soy su único escape de su vida aburrida con su vieja esposa, siempre le pido que no me trate rudo, que me trate lindo, sabes, ayer me dijo algo muy peculiar, mientras estábamos conduciendo, dijo -Tu vagina sabe a Pepsi Cola y tienes ojos grande como tartas de cereza-, y pense, no le gustaron mis senos, ni mi rostro, ni mi juventud, recordé que siempre llevaba una Pepsi Cola de la gasolineria, fue ahí cuando comprendí, a el le gustó mi sabor a Pepsi Cola.

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