I. Primera mirada.

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Lo recordaba a la perfección, Anya la loba Alfa de la manada. Estaba en el castillo Woods esperando noticias de su reciente encuentro con los Griffin, esos asquerosos vampiros estaban dando problemas desde hace un par de años. Su madre, Indra murió el la guerra, junto a Gustus, su padre. Ella había sobrevivido a la masacre y recordaba cada rostro pálido de un vampiro con rencor. Podía saborear su venganza en cuanto acabara con sus últimas líderes, Octavia, la líder suprema, y Clarke su hermana mayor, alguna vez heredera al trono, pero por azares del destino, perdió su capacidad para concebir, debiendo ceder el trono a su hermana menor. Eran las últimas que quedaban.

Recordaba como se había desatado esta guerra. Como uno de sus lobos rebeldes acabó con la vida del joven Vampiro Bellamy Griffin, como eso desató la ira de Octavia, y empezó a matar aldeas de lobos que se concentraban cerca de los límites establecidos. Recordaba cada avance de la guerra. Recordó a su madre morir frente a ella, cuando un vampiro la destrozaba, y a su padre con una lanza de plata atravezándole el abdomen. Recordaba la sangre de los suyos en sus manos, y su pecho se llenaba de odio. Como olvidar a sus pequeñas hermanas, las lobas Lexa, loba Beta, y Raven loba Omega. Las niñas quedaron huérfanas muy pequeñas, y fue ella la encargada de entrenarlas para continuar esta guerra, después de todo, habían nacido luchando. De cada una de las tres camadas de seis cachorros que su madre había tenido, ellas eran las tres que habían sobrevivido luego de pelear con sus hermanos a muerte.


Los pasos de sus guardias la sacaron de su ensoñación, el lobo se le acercó mientras dos más venían tras él con una prisionera que tenía el rostro cubierto por pieles de animales. —Mi reina, le traemos a la mayor de las Griffin, Clarke.— Habló el primer lobo mientras destapaba la cara de la vampiresa dejando ver sus heridas de batalla, y su mirada tan fría como el hielo.


Clarke, una vampiresa pura de sangre real, heredera al trono de su corte pero despojada de su destino por un accidente que le quitó el poder de dar vida. Una mujer fría, la más fuerte de su clan, sabía manejar la magia de varias maneras, y su arrogancia era algo que no tenía límite, al igual que su orgullo. Su larga cabellera rubia hasta la cintura, de rizos levemente delineados era lo que más la definía, además de sus ojos azules que combinaban con la frialdad de su carácter.


Nada más ver ese pálido rostro frente a ella, Anya tuvo ganas de vomitar, gruñó y se acercó a ella, orgullosa de lo que iba a decir. —Clarke de Griffin...— pero en seguida fué interrumpida por una voz firme y juguetona. —Griffin. Clarke Griffin, no, de Griffin. Griffin.— Clarke sonrió con suficiencia, sabía que con eso firmaba una sentencia de muerte, pero que más le daba. Desde que su madre Abby había muerto, para ella seguir viva ya no tenía sentido alguno. —Ahora si, puedes continuar.— Dijo manteniendo su sonrisa engreída, y su mirada completamente fría fija en los ojos de Anya.


Anya gruñó enojada dándole una bofetada en el acto. —¡No mereces estar frente a mí!— Chilló enfurecida, le molestaba en demasía la actutid arrogante de la vampiresa. —¡Torturenla! ¡Golpeenla hasta que se le borre esa sonrisa asquerosa de la cara, y hasta que se le acaben las ganas de vivir!— Dijo mirando a sus lobos, mientras tomaba la barbilla de la vampiresa para hacer que la mire. —Y tú, ser despreciable. ¡No volverás a ver el sol en lo que te queda de vida!— De pronto sintió que algo le saltaba a la cara, Clarke mantenía su sonrisa, luego de haberle escupido a la cara. La empujó con fuerza ordenando que se la llevasen a los calabozos del castillo.


—¡Estúpida vampiresa engreída!— Chillaba furiosa mientras se limpiaba la saliva de la joven del rostro, su hermana menor, Lexa bajaba las escaleras con entusiasmo, por lo que se calmó y recuperó la compostura.


Para Lexa todo esto era una pérdida de tiempo, nunca la dejaban salir, nunca la dejaban jugar. Y tan solo tenía doce. Desde que cumplió diez, cada semana cumplía un año más. Estaba muy cerca de sus quince, y del día en que sería entregada como esposa al mejor lobo; cosa que ella no quería. Ella quería amar, quería conocer el amor y descubrir por si misma sus secretos.



Era una niña muy curiosa, y como tal, al sentir el olor nuevo en el castillo, decidió ir a investigar; observó a su hermana decir algunos improperios, por lo que rió efusivamente. Mientras ya tenía previsto hacia dónde se habían llevado al misterioso prisionero. Le emocionaba tanto ir a verle. —Buenos días Anya.— Saludó con una reverencia educada a su hermana mayor. —Buenos días Lexa. Estoy esperando a mi prometida Costia, ¿por qué no vas a cuidar de Raven para que no se meta en problemas?— Pidió Anya calmada, a lo que Lexa simplemente asintió. Caminando de regreso a la torre. Aunque ella... Tenía otros planes en mente.



Lexa era apenas una niña, su cabellera castaña clara le llegaba hasta la mitad de la espalda, y sus ojos eran verdes como los árboles en la primavera, era inteligente y astuta, conocía el castillo y todas sus mañas, por lo que a ella no había nada que se le escapase.



Al llegar al gran ventanal, Lexa salió al patio y tomó del piso su pequeña botella forrada en cuero, para ir a llenarla con agua. Mientras que en los calabozos, los lobos golpeaban a Clarke hasta dejarla inconsciente en una de las celdas. Riendo con su triunfo, decidieron ir a celebrar.



Lexa se escabuyó entre los guardias, algo que hacia siempre con mucha destreza. Fué por la parte trasera de la prisión y abriendo un bloque de hielo se metió dentro. Cuando vió a la mujer en el suelo, reconoció su olor. Era ella quien había estado hace pocos segundos en el Castillo. Su olor... Era tan familiar y cálido. Se acercó a ella embelezada tanto que no se dió cuenta de que la vampiresa empezaba a moverse. «Que loba más rara.» pensó. Observando asombrada como aquel cuerpo se elevaba con rapidez y la miraba frunciendo el ceño.


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¿Qué les está pareciendo? Es mi primer fanfic Clexa, y en realidad estoy muy emocionada. Lo estoy basando en un rol que tengo con mi Lexa. Y en realidad me emociona mucho compartirlo. Mi amor, esta historia es para ti.

Madre Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora