Capítulo único

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¿Tan fácil?

-Por quinta vez hoy, Bridgette, la respuesta es: No.- Félix estaba fastidiado. Su alarma no había sonado a tiempo, su desayuno por alguna extraña razón se había echado a perder, el auto que lo llevaría a la escuela se descompuso a mitad del camino y tuvo que tomar un taxi, llegó tarde a clases, había olvidado su tarea en casa y su florete se había roto. Era una exageración decir que por quinta vez le diría que no a Bridgette porque, de hecho, ella solo le había pedido de una forma muy sutil y tranquila, más de lo normal, que aceptara ir con ella al cine a ver una película que él quería ver pero que su padre no le permitía.

La de cabello largo sonrió triste. Había notado al rubio cenizo mucho más molesto y apagado que de costumbre y creyó que si lo invitaba a ver esa película que tanto se estaba anunciando tal vez lograría subirle un poco el ánimo, pero vislumbró en los ojos del joven que no quería ni oírla y así lo hizo. No dijo ni una palabra más, tan solo respetó su espacio y lo vio alejarse a paso apresurado.

-¿Dijo que no?-preguntó una hermosa joven de lentes, mirando el celular con verdadero interés al tiempo que caminaba. A veces la de rasgos asiáticos se preguntaba como tenía tan buena suerte para no chocar contra nada.

-Tal vez mañana sea un mejor día, Allegra.-respondió Bridgette con un poco de entusiasmo. Caminó a lado de su amiga mientras miraba el cielo, esperando que todo para Félix resultara mejor. Suspiró, tenía tantos deseos de que él estuviera bien.

Los pasos del muchacho de vestimenta grisácea resonaban por toda la calle. París era bien conocida por ser la ciudad con mayor contaminación auditiva y por primera vez, el Agreste menor, se daba cuenta del porqué. Las baldosas de las calles hacían sonar sus pasos mucho más escandalosos de lo que de verdad eran y eso lo ponía aún más de malas.

-Niño, eso fue muy grosero de tu parte.-se quejó el pequeño ser de la mala suerte, sobre la cabeza de su portador.

-¿Crees que me interesa?-preguntó muy molesto.- Ella tiene que aprender que en la vida no todo es de color de rosa como ella piensa y definitivamente yo no voy a salir con ella. El día que eso pase, te dejaré que escojas mi atuendo por tres días.

El gatito negro negó con la cabeza, decepcionado de alguna forma del joven que lo usaba para luchar contra el mal del equilibrio roto.

-Ella no tiene la culpa de que las cosas te salgan mal.

Félix lo ignoró por un buen rato. Fingió que él no estaba ahí y cuando entró a su casa azotó con dureza la puerta de la entrada y la de su habitación.

Tomó asiento en su escritorio y se puso a hacer todos sus deberes, intentando despejar su cabeza de la triste mirada que le dedicó su acosadora personal cuando él había dicho que no a su muy dulce invitación.

Torció el gesto. No, ella no era dulce, ni linda ni nada de nada; Ella solo estaba loca y no le agradaba.

Si, justo eso.

-Deja de hablar en voz alta.-se quejó Plagg con una mueca.- Y si, la chica es linda y tú eres un bobo por pensar que no, ella parece tan...

El silencio inundó el cuarto, logrando que el joven de cabello cenizo volteara para buscar al kwami, pero no lo encontró. Miró a todos lados, buscándolo con la mirada, sin embargo los pasos alocados de alguien llamaron su atención y explicaron por qué Plagg se había apresurado a esconderse.

Una cabellera castaña lacia, amarrada en una perfecta coleta baja, apareció en el campo de visión de Félix. Se giró inmediatamente a su escritorio, ignorando las sonrisas coquetas que Lillian le lanzaba al joven.

¿Así de fácil?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora