Hay que graffitear nuestros nombres en las paredes de las ciudades más solas, las más lejanas del mundo.
Recién se habían mudado a un pequeño pueblo cerca de la playa. Era un lugar bastante encantador, y ahí Katsuki trabajaría como fotógrafo e Izuku como escritor. Era el lugar perfecto para los dos, un lugar donde fácilmente podrían conseguir inspiración, y donde podrían entablar amistades de buena gente.
Al inicio, ambos habían decidido salir de su zona de confort en su antigua ciudad, y se ayudaron entre sí para lograr rentar una pequeña casita a las orillas del pueblo.
Ellos se conocían desde la infancia, eran muy buenos amigos, y realmente pensaron que aquel cambio sería el mejor, que les traería nuevas oportunidades.
La primera noche, después de haber dejado un montón de cajas por su casa, salieron a explorar el pueblo.
—Solo demos un recorrido rápido para reconocer las calles, estoy bastante cansado por el cambio —decía un no tan convencido Katsuki. Él ya quería dormirse, quería descansar del ajetreo que era mudarse de casa.
—Está bien. Deberías llevarte tu cámara —sugirió el chico pecoso, después de ponerse su chamarra amarilla.
Katsuki le hizo caso, era buena idea. Salieron dejando la puerta con llave, y caminaron derecho esperando no perderse. Estaba oscuro, y había poca gente, las tiendas estaban cerradas y no había autos transitando.
Caminaron bastantes calles hasta llegar a un pequeño bar que seguía abierto. Era pequeño y acogedor, tal vez sería bueno empezar a conocer gente por ahí.
—¿Qué dices, entramos? —preguntó Izuku deteniéndose en frente.
—No lo sé, se haría más tarde...
Izuku miró a su amigo, realmente parecía cansado, y aún así le había cumplido el capricho de ir a explorar en la noche. Se acercó a Katsuki y le dio unas palmadas en el hombro.
—Está bien, mejor terminemos de recorrer —y siguió caminando, siendo seguido por Katsuki que caminaba más lento—. ¡Apúrate! —le gritó a unas casas de distancia.
—¡Cállate! —le respondió, llegando al lado del pecoso que lo había esperado.
Al final de las calles se toparon con unos muros que rodeaban una propiedad, al parecer era privada. Los muros estaban llenos de colores, con pinturas hermosas que adornaban la casa. Katsuki sacó la tapa de su cámara y enfocó uno de los murales, que era iluminado por la poca luz de una lámpara.
Tomó varias fotos, y caminaba lentamente para enfocar las otras pinturas, hasta que se topó con Izuku. Le estorbaba, pero el pecoso estaba embobado viendo uno de los murales. Le estaba dando la espalda y no se había dado cuenta de que le estorbaba a Katsuki. El rubio, en lugar de decir algo, buscó el ángulo perfecto.
Un ángulo donde salía el perfil de Izuku admirando la pintura, iluminado por la luz artificial de un poste de luz. Era... de cierta forma muy lindo. Era como si el hombre fuese capaz de apreciarse a sí mismo, y a su arte. Katsuki quedó maravillado con esa foto, que por supuesto, Izuku no sabría que existe.
—¿Qué crees que signifique? —preguntó el pecoso al notar la rubia cabellera. Katsuki caminó hasta su lado, dejando la cámara colgar en su pecho.
—No lo sé... —miró con detenimiento la pintura del mural. En aquel se encontraba el rostro de una mujer que escupía pétalos de flores rosas. En algunos pétalos había nombres de personas, probablemente los autores del mural—. Se ve triste.
—Se ve... cansada —Izuku ladeó la cabeza, mirando la expresión de cansancio en el rostro de la chica. La pintura podía significar varias cosas, para Katsuki no era más que tristeza ante la impotencia de algún mal, y para Izuku era el cansancio de cargar con desilusiones.
Cada uno de los pétalos eran los problemas y resoluciones que la mujer expresaba sin voz.
—Tengo una idea. Hay que poner nuestros nombres en algún pétalo.
—Kacchan, eso no estaría bien ¿Qué hay de los autores originales? —Izuku también había notado los nombres que venían en los últimos pétalos, eran solamente tres.
—Pff, esta pintura luce muy vieja, seguro ni lo notarán —cuando sacaba su cámara, Katsuki siempre traía consigo la mochila donde se guardaba, pues era extremadamente cuidadoso con ella. Adentro tenía el cambio de lentes, pañuelos y demás, pero esa ocasión sacó su plumón, con el que anotaba cosas en la libreta, cualquier tipo de información relevante.
Se acercó a la pared y comenzó con su nombre en uno de los pétalos. Después puso el apodo de Izuku, sin su permiso.
—Kacchan... —Izuku esperó sin aires de detenerlo, intentarlo sería en vano.
—¿Ves? Ya somos parte de este lugar —retrocedió con una sonrisa de satisfacción, apreciando su propia letra.
—Es delincuencia.
—¡Ay ya cállate! Eres un aguafiestas —Izuku rio por lo bajo, ya que el aguafiestas en realidad era Katsuki—. Ya vámonos, me estoy muriendo de sueño.
—Bien... Mañana debemos desempacar todo —se hundió de hombros y dio media vuelta.
Esa noche Katsuki había conseguido dos cosas a cambio de salir a explorar. Una foto de Izuku, y sus nombres juntos en una hermosa pintura.
El camino de regreso había sido fácil, las casas se distinguían con claridad, y los pocos puestos de comida cerrados eran fácil de identificar, eran contados.
Ese mismo día recién llegaban, así que tenían todo guardado, menos algo de ropa en unas maletas. Se cambiaron ropa más cómoda, y prepararon la única cama que habían logrado ensamblar.
—Mañana armamos la otra cama. Creo que deberíamos poner una en cada extremo —decía Izuku en voz bajita, aunque Katsuki lo ignoró porque ya quería dormir. Pasaron varios minutos en silencio.
—Kacchan... —susurraba, sin poder dormir—. Kacchan... Kacchan... Kacch-
—¿Qué mierda quieres? Joder —se volteó bruscamente, molesto.
—Estoy emocionando. ¿Cómo crees que sean las cosas de aquí en adelante?
—Agh, mejor cállate, duerme, y descubres eso en unos años —volvió a recostarse dándole la espalda. Izuku, como el chico molesto que era, se pegó a esta para hablarle de cerca.
—Yo espero que nos vaya bien, sino habrá sido una mala decisión.
—Quítate de ahí —le empujó con el codo.
—Digo, la mayoría del dinero lo consigues tú, así que espero tengas muchos clientes. Por mi parte no he vendido muchos libros, así que debo esforzarme...
Katsuki no respondió, porque Izuku tenía razón, y era algo que al rubio también llegaba a preocuparle. Al final de cuentas, el cambio lo habían hecho porque en la ciudad en la que vivían no tenía muchos clientes, solamente para bodas y alguna que otra sesión de fotos familiar. Pero para Izuku seguiría siendo lo mismo, Katsuki sabía que Izuku se había ido ahí para ayudarle, el pecoso mandaba todos sus manuscritos por internet a la editorial.
Casi amaneciendo, ambos, cubiertos con solo una cobija delgada por el intenso calor de la bahía, durmieron juntos en espera de días más cansados.
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Nuestro
FanfictionWonderDuo Katsuki Bakugō es el mejor amigo de Izuku Midoriya. Y Midoriya es el mejor amigo de Bakugō. Ambos deciden mudarse a un pueblo cerca del mar para establecer una nueva vida, compartiendo cuarto como los buenos amigos que son. O que eran, has...