Voz

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Hay que elevar nuestra voz en los lugares más desolados, donde reinan las estrellas y el pequeño mecer de los grillos.

Las cosas marchaban bastante bien. Katsuki consiguió varios clientes, después de haber entregado las fotos a los turistas. De hecho, el hombre Iida habló con su jefe, y consiguió una cita con Katsuki para fotografiar las áreas turísticas más llamativas y embellecerlas con un editor, para la publicidad.

E Izuku, él estaba más que inspirado. El joven escribía acción, aventura, comedia y algunas veces romance. No era el mejor, pero sus mundos funcionaban, y sabía caracterizar a los personajes, muy aparte de tener una buena narrativa. En una de esas utilizó su experiencia de referenciar la escena del Titanic, plasmó sus sentimientos mezclados entre pánico y adrenalina.

Sus trabajos no los tenían atareados, así que solían descansar por largos lapsos de tiempo, o salían a caminar un rato por el pueblo o la arena.

De hecho, Katsuki terminó haciendo más conocidos que Izuku, eso era raro por el carácter de Katsuki, pero por la naturaleza de su trabajo era normal en un pueblo pequeño.

Terminó saliendo más que Izuku de la casa, llegando en las tardes noches para descansar. Aún así nunca falta la charla de cómo había estado el día, y al final ambos dormían para continuar con la rutina otro día.

Un día, Izuku terminó uno de esos capítulos que debía enviar a su editor la para revisión. Había terminado más pronto de lo que creyó, ya que siempre entregaba los capítulos tarde. Menos mal no era un manga o no lo perdonarían. Estaba aburrido, y Katsuki aún no llegaba.

Intentó prepararse un sandwich pero no sabía tan bien como los que hacía el rubio. Se distrajo con el teléfono, pero no tenía nada interesante en sus redes. Muy a pesar de no ser tan famoso como escritor, tenía un pequeño grupito de fans, y ver las teorías o cosas que escribían le distraían. No lo diría, pero llegó a tomar más de una vez ideas de sus fans para escribir.

Tenía ganas de salir. Quería ir a la playa, pues en ningún momento habían ido a mojarse desde que se mudaron. Aprovechó su tiempo y buscó alguna ropa que pudiese usar en la playa, porque no tenía traje de baño. Sacó también un short y una camisa de manga corta para su amigo. Preparó más sandwiches y otras cosas, como si fuesen necesarias para salir a la playa, aunque la tuviesen prácticamente a unas cuantas calles.

Esperó y esperó hasta que un cansado Katsuki llegó. Abrió la puerta sin ganas, y con cuidado dejó su equipo en la mesa. Arrastró los pies hasta su cuarto, mirando a un Izuku sospechosamente feliz.

-¡Hola! -sonrió, mientras estaba sentado en su propia cama.

-¿Qué estás tramando? -preguntó, dejándose llevar por sus sospechas.

-Quiero ir a la playa -dijo con simpleza. Katsuki no contestó, pero mostró su indiferencia lanzándose a su cama para descansar un poco-. Vamos.

-No -respondió al final, sin siquiera pensarlo.

-¡Ay! Vamos, ya preparé todo -se levantó para sentarse en la cama de Katsuki y zarandearlo.

-¡Agh! ¡Qué molesto eres! Lárgate a tu cama si no quieres que te golpeé -le empujó con las piernas para alejarlo con brusquedad.

-¡Kacchan! Nunca me dejas hacer lo que quiero -se quejó como lo haría un niño pequeño.

-¡¿Cómo?! -eso sí no lo permitiría, se levantó de la cama con bastante molestia para encararlo-. ¡¿Que nunca te dejo hacer lo que quieres?! Déjame recordarte que yo soy quien trae el dinero a la casa, quien hace de comer, quién hizo el puto papeleo de la renta. ¡El que no hace lo que quiere aquí soy yo!

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