Sentimientos

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Hay que improvisar nuestros sentimientos, inventando nuevas formas de expresarnos y nuevas palabras en oraciones largas y extensas.

Aquel día había terminado, ni bien ni mal.

Las manos de los chicos no volvieron a tocarse desde entonces, sus ojos se evitaban y su relación parecía haber regresado a los primeros días, donde solo hablaban de lo más esencial para la supervivencia en esa economía.

Katsuki seguía haciendo la comida, seguía sacándole fotos a los turistas, seguía durmiéndose temprano aguantando los ruidos del teclado de Izuku, seguía sin hablar sobre aquel día en que sus sutiles manos llenaron de caricias a Izuku.

Sinceramente sentía que lo había cagado todo. Izuku tampoco hacía nada por progresar, parecía que estaba más reservado que nunca, dentro de su mundo imaginario en la pantalla de su laptop. Cuando se encontraban solos a la hora de la comida, ya no hablaba mas que para preguntar del clima, o preguntar del trabajo. Aquella cercanía que tanto disfrutaba Katsuki había casi desaparecido.

Solo en pocas excepciones Izuku parecía no darse cuenta de lo que hacía, y se le encimaba a causa de alguna emoción pasajera sobre algún personaje ficticio, después se retiraba con prisa y pidiendo disculpas.

Estaba por completarse un mes con esa rutina, esa que estaba sacando a Katsuki de su juicio. De verdad que no quería pretender que nada había pasado. Conocía a Izuku, sabía que él no se lanzaría a hablar sobre ningún tema si no lo obligaba. Sabía que no progresaría con Izuku si no hablaban. Y sabía que Izuku era de los que necesitaban hablar para no crear ideas erróneas y malentendidos.

Era una joda, le cansaba el hecho de pensar lidiar con el pecoso.

En cambio, aunque muy obvio, Izuku creía que pretendía estar todo bien, aunque fuese un mal actor. No era completamente consciente de las veces que evitaba a Katsuki, ni de las veces que se le pegaba mucho, era demasiado impulsivo para su propia ironía.

Pero, en aquel pueblito mágico lleno de turistas cerca del mar, existían tradiciones. Izuku no sabía en absoluto, pero Katsuki se enteró de la próxima festividad gracias a la cantidad enorme de turistas. Al parecer esa época del año le iba a ir de maravilla con el trabajo. Iida, quien creía ser amigo de Katsuki solo por topárselo mucho en el trabajo, le contó que había más turistas de lo normal porque en los próximos días se festejaba a un Dios, con una historia mitológica a la cual no le puso atención.

Lo único que escuchó Katsuki fue "festividad", y era la oportunidad perfecta para sacar a Izuku de las mantas de su cama y aclarar todo de una maldita vez.

Porque ¿Qué sería mejor que una escena en el mirador mientras hay fuegos artificiales iluminando sus rostros sonrojados? Es el cliché digno para una confesión ¿No?

Katsuki se lo dejó a sí mismo muy claro, era ahora o nunca. Se castigaría a sí mismo buscando una novia si no hacía lo que tenía que hacer en la festividad.

Y el tan aclamado día llegó. Hasta ese entonces Izuku aún no sabía nada, estaba muy ocupado escribiendo una de esas comisiones porno que había comenzando a vender, le había ido mejor de lo que esperaba. Katsuki entró al cuarto sin tocar y se dirigió a su pequeño escritorio para dejar su cámara.

—Deku, cámbiate, saldremos —ordenó sin tacto alguno. Izuku, acostumbrado a la actitud de Katsuki, cerró su laptop curioso.

—¿A dónde iremos? —preguntó sin la intención de rechazar a Katsuki, levantándose para ponerse algo de ropa más callejera.

—Hoy va a haber fiesta en el centro. Iremos a comer algo y después al mirador.

—Está bien, deja me baño y vamos —dejó su ropa en la cama y corrió al baño con prisa. Ah, mientras se bañaba no podía contener su sonrisa de la emoción, amaba las fiestas, más si eran tradicionales de alguna cultura. Todo ahí le daría ideas para escribir.

Katsuki esperó paciente, mientras se mentalizaba lo que haría y cómo lo diría.

Los dos para entonces seguían un poco distanciados, más que nada al margen. Ya listos, salieron de casa, Katsuki dejando su cámara, no quería distracciones.

El centro estaba repleto de gente de otros lugares, se podía detectar con claridad a los americanos y a algunos latinos estar turisteando, había europeos y algunos otros difícil de identificar. Había muchísimos puestos de comida, la mayoría servía comida tradicional, y uno que otro alguna comida un poco más universal para los habitantes que a veces preferían comer unas papitas para salir de la rutina.

—Kacchan, ver tanta gente junta me marea —declaró el pecoso, que no estaba acostumbrado a los lugares atiborrados.

—Solo compremos algo de comer y nos vamos al mirador —dicho y hecho, compraron varios platillos tradicionales y subieron la colina luego de acabar, con dificultades por tener el estómago lleno.

Para su mala suerte, ahí también estaba repleto de gente. Ni que decir, era de esperarse.

—Aquí no hay lugar, la primera vez que subimos no había casi nadie —se quejó Izuku, que intentaba no chocar con otra gente sin lograrlo. Katsuki se procuró por tomarle del brazo para que no saliera perdiéndose entre tanta gente como en las películas.

—Hay que meternos al bosque —sugirió el rubio, que hacer travesuras ya era normal para él.

—¿Qué? No, si nos ven nos van a regañar —forcejeó contra el rubio para que le soltara el brazo.

—Maldición, maldito correcto. Nadie nos verá, ninguna autoridad. Vamos —sin más remedio logró llevar a Izuku hasta el borde de uno de los barandales-. Vamos, salta —le empujaba para que pasara primero.

Izuku se quejaba, no quería, pero terminó haciéndolo. Katsuki saltó después de él, alejándose rápido de la vista de los demás. Sabía que más de uno pudo haberlos visto, pero no dirían nada, después de todo son turistas.

Caminaron hasta quedar cerca de otra cañada que daba directo al mar. Un mal movimiento y terminarían cayendo por el precipicio.

—Esto me da miedito, nos podemos morir —dijo Izuku con total seriedad, recibiendo una risita por lo bajo—. ¿De qué te ríes? —se ofendió.

—De nada... Estás muy paranoico.

—Claro que no, este cañón de diez metros no es imaginario.

—Ay ya cállate aguafiestas, y siéntate que así te caes menos —Katsuki tomó asiento contra un árbol, aquel que los obligaba a estar muy orillados. Izuku obedeció, pues así perdía menos el equilibrio y ya no veía directamente la caída.

El silencio no reinó en absoluto, Izuku comenzó a hablar sobre los turistas, sobre lo lindo que le parecía el festival, sobre lo delicioso que era la comida tradicional, sobre lo temible y peligroso que era estar ahí, y muchas cosas más. Katsuki ciertamente soportaba a Izuku, pero a veces era muy irritante.

—¿Cuando piensas dejarme hablar? —preguntó cínico, pues el parloteo del pecoso no iba a ningún lado, y ya mero era media noche.

—Oh, lo siento, me callo —y se calló, ahora guardando silencio para que su amigo hablara, mientras le miraba con los ojos bien abiertos. Katsuki no habló en seguida. Aunque creía estar preparado mentalmente, era difícil.

—Bueno... Hay algo que quiero decirte.

No pudo terminar, porque se escuchó un horrible estruendo a sus espaldas. Eran fuegos artificiales, que estaban a sus espaldas, y que no pudieron ver por el riesgo que significaba voltearse. Era más fácil rendirse que intentar verlos o salir de ahí solo para eso.

Izuku ya no se preocupó por los fuegos, la intensa mirada de Katsuki era más preocupante. Quería decirle algo, pero ya que los fuegos habían acabado, no pudo.

¿Por qué era tan difícil decir unas simples palabras?

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