Ocho y media de la tarde de un domingo.
Lay oyó el teléfono.
Estaba sentado en la estancia que antaño fuera la biblioteca y que ahora era su despacho cuando no estaba en la oficina.
Los negocios internacionales no respetaban los horarios de trabajo ingleses, y los domingos nunca eran días de descanso para él, sino momentos en los que podía ponerse al día y realizar llamadas a Australia, por ejemplo, para asegurarse de que todo iba bien.
Lay sabía muy bien quién era la persona que llamaba.
Con un suspiro de placer y frustración, descolgó el auricular y, tal y como sospechaba, escuchó la voz de su madre al otro lado de la línea.
—Estás trabajando, ¿verdad? Ya estás metido otra vez en el despacho trabajando. No deberías trabajar los domingos. ¿Cuántas veces te lo he dicho?
—Hola, mamá —sonrió Lay girando la butaca de cuero y mirando por la ventana.
Estaban en pleno invierno y no se veía mucho, sólo las siluetas del jardín, que era bastante grande para pertenecer a una casa del centro de Londres, pero pequeño en comparación con los acres de tierra donde había crecido.
—¿Qué tal estás?
—Yo estoy muy bien, Lay, pero tú, como sigas así, vas a estar muy mal porque te va a subir la tensión arterial y vas a terminar muriendo joven.
—Muchas gracias por tu vaticinio —sonrió Lay pasándose los dedos por el pelo corto y rubio—. Todos sabemos que la vida de los hombres de negocios no está exenta de peligros.
A continuación, escuchó lo que su madre tenía que decirle, que, como de costumbre, tenía que ver con su salud y con su estilo de vida.
Lay había aceptado aquella rutina con tolerancia.Jamás hubiera permitido que otra persona opinara así sobre su vida y, de hecho, una mujer lo había intentado en el pasado y los resultados habían sido nefastos.
Sin embargo, a su madre la escuchaba... aunque en realidad habría dado igual que no lo hubiera hecho porque ignoraba por completo sus consejos.
A continuación, su madre le contó lo que ella había hecho aquella semana, y le puso al tanto de lo que había sucedido últimamente en la pequeña ciudad en la que vivía y en la que había residido Lay hasta que, catorce años antes, se había mudado a Londres.
Sin darse cuenta, se encontró pensando en Lee Saeng Jun, que vivía en la otra punta del mundo y con el que tenía que arreglar un par de asuntos.
—Bueno, no te he llamado para hablar de mi vida social —dijo su madre de repente.
—Aunque ya veo que no paras. Te lo pasas en grande, ¿eh?
—La verdad es que mucho mejor que tú, cariño.
—Mamá, yo estoy muy contento con la vida que llevo —le aseguró Lay estirando las piernas y pensando en cierta persona que actualmente hacía que su vida resultara de lo más excitante.
Era una mujer de un metro setenta y cinco, piernas larguísimas y cabello por la cintura.
Intelectualmente no era interesante, pero su belleza física era espectacular, exactamente el tipo de mujer que le gustaba.¿Sería porque él era exactamente igual? ¿No decían que la pareja es el espejo de uno? De ser así, si el buscaba aquel tipo de mujeres debía de ser porque, en el fondo de sí mismo, él también se veía así.
¡Qué tontería!
—Te tengo una sorpresa preparada, Lay.
De repente, la imagen de Ángela Street desapareció y Lay frunció el ceño ante el repentino cambio de tema de conversación por parte de su madre.
Las sorpresas de su madre solían consistir en fiestas en las que reunía a todas sus amigas con sus hijos y sus nietos.
—No puedo ir a casa —se apresuró a contestar Lay
Su madre lo ignoró.
—¿Te acuerdas de mi amiga Grace ?
—¿Cómo no me iba a acordar? —contestó Lay.
La maravillosa imagen de Ángela fue sustituida por la de una mujer de casi cincuenta años, bajita, enérgica y de aire hippie.
—Entonces, seguro que también te acuerdas de su hija _______.
Lay puso los ojos en blanco.
Al igual que su madre, ______ ____ era difícil de olvidar.
Al igual que su madre, era bajita y poco femenina, tenía el pelo disparado, pecas y vestía con ropas extrañas que parecían sacadas de una tienda de segunda mano y que no eran en absoluto favorecedoras.La última vez que la había visto en una barbacoa que había organizado su madre en verano, llevaba unas sandalias espantosas con una falda larga de flores y un jersey tan grande que parecía de su abuelo.
Lay había tenido mucho cuidado de evitarla.Yyy asi empiesa esta linda historia....
besos mis bellas lectoras..!
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En brazos de un italiano
RomanceEstaba a sus órdenes en la oficina... y también fuera de ella... El millonario Zhang Yixing acostumbraba a dominar a todos aquellos que estuvieran a su alrededor... hasta que apareció la testaruda _____ Levine, que iba a trabajar junto a él durante...