002 | Bienvenida

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Llevaba un cuarto de hora esperando alguna señal, espiritual o antropológica, que me ayude encontrar mi morada

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Llevaba un cuarto de hora esperando alguna señal, espiritual o antropológica, que me ayude encontrar mi morada. O residencia.

Marcell no contestaba el celular y se había empeñado en no dejarme su cuarto que comparte con dos chicos debido a eso. A los chicos. Y en compensación mencionó una casa agradable con chicas que de seguro me caerán bien y muy pronto le daría las gracias por ello. La verdad no lo haría.

No me dió la dirección.

Resulta que los folletos de la universidad, la misma que asiste Marcell, mentían. El clima sería perfecto, pero el tiempo atmosférico no lo era. Y sí, tenía que preocuparme.

Con dos maletas caminé cinco cuadras antes de acabar rendida en un banco apolillado protegiendo el estuche de mi violín con mi único abrigo. Mi gabardina. Lo que me dejaba con mi camiseta hecha de retazos y mi falda de tull como refugio al viento frío que corría. A pesar que el taxista aseguró que era mejor buscar un hotel donde alojarme si no sabía la dirección. Yo me negué alegando que sabría encontrarla.

Me equivoqué. Muy equivocada. Y la lluvia se burlaba.

Pero mi bolsillo estaría agradecido. Solo me quedaba los dos tercios del dinero que cargaba en mi maleta y eso era lo único ya que Marcell —otra vez— había insistido en que no sería necesario porque el vendría en la semana siguiente y dentro de mi residencia tenía todo cubierto. Gratis. Bueno, ahora deseaba no haberle hecho caso, en nada, y debí haber insistido en la dirección aunque todos estos acontecimientos previo a esto me dejaron olvidadiza.

La pedida de matrimonio, Fohr, los trámites de aeropuerto.

Mi celular vibra. Marcell aparece en la pantalla y daba gracias a la lluvia que me caía que por fin me devuelva la llamada después de varios intentos.

—¿Dónde estás? —escucho la voz de mis padres al fondo, charlando de recetas nutricionales que pueden probar de acuerdo a su edad—. ¿Ya llegaste? ¿Llegaste bien? ¿Ya te instalaste? —las preguntas vuelan y mamá se alza en medio de ellas para gritar por el auricular que ya me extraña y que revise mis maletas lo antes posible—. Ya habrás escuchado a mamá. Dinos, está en altavoz, ¿cómo va todo por allá?

Suelto un dramático suspiro y enumero cada una de mis falsas hazañas. Debo recordar que papá y mamá se encuentran en línea y todo debe ser tal como ellos creen debido a que mi padre no puede alterarse mucho por su presión arterial.

—Uh. Muchas preguntas —suelto una risita que calme sus nervios. No hay transeúntes que pasen por las calles a pesar de ser un complejo de fraternidades. A menos que me equivocara de dirección al caminar—. Estoy bien, con un muy apuesto chico que me está haciendo compañía y... Um. Aún respiro y eso es bueno.

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora