Cuando ví esa rosa
supe que era para mí
al rozar su dulce tallo,
incrustó en mí, sus espinas.
Dejándome herido,
la seguí observando,
era realmente hermosa.
Sus frágiles pétalos,
eran tan perfectos.
Poseía un color rojizo,
que se asimilaba a la sangre.
Decidí arrancar sus espinas,
para poder admirar,
su perfecta belleza.