"I've been hearing Shymponies."
Los delgados y suaves dedos de aquella chica recorrían cada extensión de aquel majestuoso piano, sus manos se movían con astucia así provocando que cada melodía chocara contra las delgadas paredes e hiciese eco en aquel espacioso auditorio.
Los suaves mechones rubios de la joven se deslizaban pacíficamente por sus hombros acabando en su espalda baja así dejando algunos mechones rebeldes chocar contra su suéter verde avellana.
No muy lejos, en las gradas del auditorio se encontraba otra joven aparentemente unos años menor que la rubia; su cabello claro se encontraba amarrado en un roscón alto perfectamente organizado mientras que sus ojos color miel se mantenían puestos en la delicadeza y gracia con la que se movían las manos de la remitente de aquella extrañamente familiar melodía.
La rubia pasó unos de sus rebeldes mechones tras su oreja, mientras se ponía nerviosa al percatarse de la presencia de la ojimiel, lo cual no se le hacía raro ya que últimamente aquella misteriosa chica se estaba apareciendo en sus clases de piano, además no ha tenido el valor para preguntarle el porque de su constante vigilancia hacía su persona.
Igual no le preocupaba demasiado, de todos modos algún día saldría a demostrar su grandioso talento con el piano y cuando eso sucediera tendría que estar frente a una gran audiencia, así que ,¿porqué no practicar su talento con aquella chica?.
Aunque ya le ponía nerviosa su actitud tan responsable, al parecer la misteriosa azabache se había planteado asistir a todas y cada unas de las practicas de la cabello claro, eso en cierto modo era aterrador pero por otro lado sus practicas se habían vuelto un poco más interesantes con aquella silenciosa chica, no se sentía sola y sentía que alguien al fin se enteraba de su talento, aunque la chica no hablara o hiciera algún gesto significativo a la pianista le agradaba que su sinfonía fuese escuchada.
Y a Karla le agradaba escuchar aquella sinfonía.
