Dublith, Amestris.
Dos días habían pasado desde su vigésimo cumpleaños y realmente, había sido un día muy divertido. Aunque, no ha parado de llover desde entonces. La melancolía de esa tarde era tan grande, que la hundía nuevamente a los recuerdos de ese día, mientras miraba la lluvia que no dejaba de caer, sentada en el alféizar de la ventana.
-¿Alguien quiere otra rebanada de pastel?-
Ofreció la mujer de negra cabellera y ojos petros a todos los presentes.
-Yo quisiera probarlo, maestra-
Mencionó la voz de un hombre joven, desde el umbral de la puerta. No había necesidad de voltear, todos sabían quién era.
-¡Oh! ¡Ed! Qué bueno que hayas despertado. Después de tres horas, ya empezábamos a preocuparnos por ti-
Comentó su maestra, ofreciéndole un plato con una rebanada de pastel y una taza de té. Todos los demás, asintieron, sin ninguna clase de remordimiento en sus rostros.
-Si, ya veo - acotó él, en tono sarcástico, posando su vista en la cumplañera, bebiendo un sorbo de té y entrecerrando los ojos, observándola -¡Oh! ¡Miren! Según parece, te ha gustado el regalo comprado por tus secuaces, ¿No?- pronunció, apuntándola con su taza -Por esa razón vinieron aquí, mientras yo, estaba en la sala inconsciente ¡Para ver tu reacción hacia ese estúpido regalo!- expresó, en el mismo tono anterior -¿Saben cómo se le dice a eso, Winry y Al? ¿¡Mmm!?¡Traición!-
Alphone, se dió una palmada en la frente y Winry, lo golpeó en la cabeza con una llave inglesa, para que se callara. Nadie sabía dónde guardaba esa cosa y tampoco, querían preguntárselo.
-Ya es suficiente, Ed. Compórtate como el niño grande que crees que eres-
Lo regañó la abuela Pinako, dándole una calada a su pipa. Sin poder evitarlo, rompió en carcajadas, al igual que todos los demás, mientras él maldecía entre dientes.
-¡Abuela! ¡Eres tan graciosa!- comentó, enjuagando una lagrimita de risa de su rostro -Y contestando a tu sarcástica pregunta, mi odiado acerito con el ego hinchado- expresó despectiva, mirándolo con indiferencia -Permíteme comunicarte que, es un gran regalo de parte de mis dos queridos y más grandes amigos- sonrió, mirando a los nombrados con adoración -Pero, lamento informarte que este hermoso presente también es...- se removió, asqueada -Tuyo... Aunque esto último, no es nada grato para ninguno de los dos, obviamente-
Manifestó, lo más diplomáticamente posible, bebiendo de su café y recibiendo, la mirada más salvaje de los ojos dorados de él. Se odiaban tanto, que podía sentirse en el aire.
-¡No fue un placer! ¡Ellos me obligaron!-
Señaló histéricamente a Winry, Alphone y abuelita, como si hubieran cometido un crimen.
-¡Ay! ¡Por favor, Ed! ¡Supéralo! ¡Es un gran regalo!-
Refutó sin pena ni gloria y él, bufó, fastidiado.
Era cierto, era un gran regalo. Ella estaba infinitamente agradecida. Cuando abrió el pequeño envoltorio, sintió que su corazón se saltaba un latido. Era un Flamel de plata, junto con una cadena de eslabones muy pequeños y bonita. Era el símbolo alquímico que ellos, los hermanos, compartían con su madre. No pudo contener la emoción y evitar derramar unas lágrimas, cuando lo colocó en su cuello y se levantó para abrazar a sus amigos con todas sus fuerzas. Ese pequeño regalo, le hizo sentir que era parte de algo, no solamente de una familia, sino, de algo mucho más grande.
Un trueno rompió el silencio de la habitación y sobre todo, la paz de sus cavilaciones, llevándola a un nuevo recuerdo. La noche que ella despertó allí, también llovía.
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Una Alquimia llena de Magia
FantasyUn naufragio. Dos hermanas separadas por la tragedia. Dos rumbos desconocidos. Una profecía por cumplir. Un pasado que recuperar. ¿El destino las volverá a unir? Libro 1 de la trilogía: Sol y Luna