Sex Note (Parte 11)

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— No me lo puedo creer. —murmura Cristina cuando Laura y yo bajamos del edificio y entramos en el taxi, después de haberle escrito una nota a su madre en la que le decía que se iría a dormir a casa de una amiga este fin de semana—. ¿La has controlado?

— No estoy controlada. —responde la pequeña sentándose en el asiento del copiloto.

— ¿Y ahora qué? ¿Es una de las nuestras? —pregunta Ana con el ceño fruncido.

— Sí. —contesto diciéndole al taxista que vuelva a dirigirse al hotel antes de mirar a Laura, la cual está un poco cohibida—. ¿Quieres que vayamos antes a darle una paliza a tu exnovio?

— No, aún la disfrutaría. —dice negando con la cabeza la morena—. No sabes las cosas raras que me hacía hacerle...

— Com...

— Muy bien. —interrumpo a Cristina lanzándole una mirada de que calle.

— Tengo una duda. —pregunta Ana rodeando con sus brazos a Laura en el asiento de delante—. Dime que al menos te gusta jugar.

— No me van las mujeres. —contesta apartando las manos de su cuerpecito.

— Vaya por Dios... —suspira la castaña volviendo a tumbarse en el asiento para abrazarme.

— Tengo una pregunta. —dice Laura mirándome de reojo.

— ¿Cuál?

— Llevo días preguntándomelo, ¿por qué me controlaste el otro día? —pregunta la morena con el ceño fruncido.

— Te controle para que vigilaras la puerta mientras me follaba a Cristina. —miento notando un ligero movimiento imperceptible de cejas en la pelirroja, que es la única que sabe lo que realmente ocurrió.

— ¿Siempre será así? ¿Te tirarás a la que te apetezca cuando te apetezca?

— Básicamente, gatita. —asiento sonriente.

*******

— Nunca había estado en un sitio así. —dice Laura cuando los cuatro entramos en la suite del hotel.

— Pues vete acostumbrando. —respondo lanzándome al sillón que hay delante de un sofá, soltando un suspiro mientras agarro la maleta y la mochila que previamente he dejado esta tarde, cuando he venido a conseguir la habitación—. Sentaos en el sofá.

— ¿Por qué esta vez no nos has hecho taparnos la cara? —contesta Cristina obedeciendo mi orden, sentándose junto a las otras dos en el mullido asiento.

— Porque esta vez no he controlado a nadie, únicamente he hablado con el director y le he ofrecido una buena cantidad por la suite en metálico. —suspiro encendiendo la televisión para relajar el ambiente—. Además le he dado un plus para que no haga preguntas y borre las cintas de seguridad cuando termine el fin de semana.

— ¿Por qué haces eso? —pregunta Ana confusa.

— Porque hasta que no ejecute el plan que tengo en mente, quiero pasar desapercibido. —contesto poniendo la maleta en mis piernas—. Si fuera presumiendo de dinero, la gente podría preguntarse de dónde saca un chaval como yo esas cantidades, viniendo de una familia humilde.

— Entiendo. —comenta la castaña—. Bueno, ¿cuándo empieza la orgia?

— ¿Cómo? —responde Laura mirándola como si estuviera loca para luego mirarme a mí—. Yo acepto hacer cosas contigo, pero no soy lesbiana, no me acostaré con una mujer.

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