VI. c o m m o n

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Él no lo nota. El miedo. Las veces que dice que quiere morir. Está en su cabeza. No dice nada, y vive para él. Vive por él. Le demuestra amor mientras se besan y se vuelven locos.

Harry abre los ojos de par en par. Por un segundo se olvida de dónde está. Está sudando y respira con dificultad. El polvo se siente bien en su espalda y los dedos de Louis están fuertemente entrelazados con los suyos.

Ve su propio reflejo en sus ojos cerrados y se traga la oscuridad como si fuera miel. La siente bajar por su garganta y desgarrar sus tripas. La piel de Louis se siente fría sobre su cuello, su pecho; y su alma luce tan pura y limpia que no podía ser digno de sentirle cerca. De tocarle. De tener éstos momentos como si se trataran de un sueño retorcido y feroz, vivo hasta que los dedos se enfríen. Como si él, junto a sus letras y su ignorancia y su locura, volvieran a nacer.

El sucio colchón le hace cosquillas en los omóplatos y siente la respiración de Louis por encima de su corazón. Tira lentamente de su pelo y lo siente retorcerse suavemente; escucha el ruido de sus tripas y sus frágiles uñas estancándose en su cuerpo.

Le observa desnudo y, por primera vez, no es suficiente. Le mira dormir y su olor es tan dulce y maravilloso que le quema la nariz. Si pudiera tener una única cosa en todo el mundo, lo tendría a él. Pasaría los dedos por su boca y le escucharía gritar su nombre. Tiene toda la intención de cuidarlo, pero a la vez, quiere destruirlo. Porque uno puede hacer éso con las personas, el arte, las caras desconocidas; pero vivir con ello, es mucho más costoso.

Mientras nada muy cerca de su alma, puede escucharle respirar. Se expande bajo la punta de sus dedos mientras le corta las manos. La historia se repite nuevamente. Es fúnebre. Lo tiene a él y él sabe lo que piensa. Sabe de lo que habla. Es fugaz y hondo y limpio como las olas; encendido como un atardecer de aquella ciudad que quedó arruinada después de que todos los niños se marchasen.

Ésta vez Louis está dormido. Si despierta ahora, podría ser el fin. El ritmo irregular de su corazón retumba en la punta de los dedos de Harry y por todo su organismo. Se esparce, se alimenta, y luego muere. Harry contempla los pequeños detalles de su rostro y lo recuerda todo. Quizá ésa era uno de los más temibles poderes de Louis. Quizá, para él, no existió más que dolor y deseo por mucho tiempo. Pero ahora, viéndolo de ésta forma, dormido y ahogado y amado; con todos sus huesos descompuestos y su corazón latiendo fuerte y vivo, sabe que será suyo hasta que respire su último aliento.

Harry nota la pierna de Louis abrazando a su estómago. Recorre la piel cautelosamente con sus yemas, y Louis exhala suavemente. Harry le besa los párpados y las muñecas, y seguidamente se levanta de la cama. La habitación está tenuemente iluminada y los recuerdos de la noche anterior parecen explotar dentro de su pecho. Hay un peculiar olor pululando en su nariz y cuando se mira a sí mismo en el espejo que cuelga de la pared, traga saliva. El rojo furioso de los rasguños sobre su piel luce casi inmutable bajo la luz. Sus costillas se hunden en su estómago y su rostro; es una tétrica y escuálida obra de arte, como si el pincel se hubiera quedado sin cerdas y en vez estuviera hecho de dientes y veneno y contaminación. Las bolsas debajo de sus ojos lucen como fosas; su carne parece un festín de moscas, y sabe que se ve como la mierda. Que el tiempo nace desde sus venas y va destrozándolo lentamente. Que sus músculos se sienten como piedras y el dulce sabor de Louis aún permanece en su lengua. Ya no recuerda quién es. Está hundiéndose en un océano de sus propios huesos.

Harry clava sus delgados dedos en la vomitiva piel de su estómago y respira en el olor amargo y la nostalgia. Apreta los párpados hasta que todo se vuelve una pantalla estática.

Necesita un cigarro.

Toma uno que le pertenece a Louis y lo enciende con un fósforo. Se lo mete a la boca mientras se dirige hacia el balcón, desde donde podía apreciar al borde del mundo, y desde el cual Nick le observaba detenidamente, su mandíbula tensada y sus brazos duros sobre las oscuras rejas.

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