Aterrado.

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La luz de la luna se colaba por entre las cortinas de la habitación donde cierto castaño dormitaba y balbuceaba cosas sin sentido al aire, moviendo las manos y pataleando por doquier. Abriendo de vez en cuando los ojos y tapándose la cara con las sabanas, que seguro antes eran blancas y ahora tenían una tonalidad entre amarillenta y negra, al no poder dormir por el estruendoso ruido de la música, que sentía que le perforaba los oídos.

- ¡Callense! ¡Callense! - decía en voz baja y repetidas veces. El dolor y mareo en su cabeza no cesaba desde hace horas y ni siquiera sabía qué hacía o en dónde estaba.

Su mente no podía procesar casi nada, lo único que sabía es que estaba experimentando los síntomas de la resaca y que no debió tomar varias veces de esa bebida abierta que le ofreció HoSeok.

HoSeok.

A pesar de toda la confusión y mareo que sentía, aún podía preguntarse por qué siempre terminaba cediendo al pelirrojo. ¡Vaya! Ni siquiera confiaba en él y mucho menos se sentía seguro a su lado, de hecho, sabía de antemano que en donde sea que el pelirrojo vaya, habría problemas. Es como si supiera que se dirige a su muerte y él aún así continúa en la misma dirección.

De repente. La puerta rechina al ser abierta, seguro por lo vieja que estaba, y el sonido de unos pasos lo hacen entreabrir los ojos, viendo sólo la manta con la que se cubría.

Escucha las pisadas más cerca hasta que se detienen, en donde asegura, es a un lado de la cama donde esta. Una respiración fuerte se hace oír y el olor a licor barato invade su nariz provocándole comezón.

Su corazón se acelera de manera frenética y su cuerpo comienza a temblar al sentir unas manos, grandes y huesudas, colarse bajo la manta y su ropa, pasar por su espalda y cintura hasta ir descendiendo a su trasero.

Eran asquerosamente ásperas y grandes.

El pánico se apodera de su ser y queda en un trance muy tardío y tenebroso. No sabe qué hacer y su miedo ha provocado las no reacciones anteriores.

Lentamente la manta que lo cubría deja de taparlo y se topa con un rostro desconocido y desagradable. Un viejo canoso, sin la mayoría de sus dientes, arrugado y lo peor del caso, ebrio. Le sonreía de una forma perversa.

- P-Pero que... cosita... más bella tenemos aquí - dijo atropellando las palabras y riéndose.
TaeHyung sintió sus ojos aguarse y su corazón detenerse. El hombre al verlo rió como cerdo enjaulado y el castaño no soportó más. Soltó a llorar. - no, no dulzura, no llores - se inclinó hasta quedar cerca se su oreja - lo que harémos te gustará.

Volvió a reír y sin perder más tiempo lo destapó por completo y se subió encima de él, tomándole por los brazos para posicionarlos sobre su cabeza e intentando besar sus labios. TaeHyung de alguna forma, ó en su desesperación, reaccionó y comenzó a removerse, llorando y gritando, a pesar de las fuertes punzadas en su cabeza y el ardor en su garganta por la resequedad.

- ¡Dé-Déjame!

- ¡No te hagas el difícil, ví que estabas con ese lunático! ¡Él siempre tiene a las mejores zorras en su jodida cama! Ahora me toca a mi.

- ¡No! - gritó casi desgarrándose la garganta.

Cerró sus ojos con fuerza y rogó porque se muriera en ese instante.

- Creo que el señorito te ha dado una orden, anciano - tanto el viejo como TaeHyung giraron sus rostros hacia una de las esquinas oscuras donde se veía el destello de una luz anaranjada, al parecer de un cigarrillo, y la mitad del rostro de HoSeok. Su silueta se reflejaba gracias a la luz que ofrecía la luna y que se colaba por la ventana. - llevo exactamente quince segundos esperando a que te quites y no sucede nada.

¡Yo No Estoy Loco! |•HopeV•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora