Doce: Familia unida... ¿jamás será vencida?

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Gumball y Anaís iban sentados en el asiento trasero del coche de policía. Intentaban encontrar a los otros dos, que seguramente se habían escondido.

-¿Alguna idea de dónde pueden haber ido? -Preguntó Gumball.

-Bueno, chiquillo. Esta callejuela no llega a ninguna parte. Si mi vista no me falla y vuestros amiguitos no se han escapado por detrás, solo pueden haber llegado a esa placilla de allá.

El policía señalaba a una calle redonda con varios portales, cubos de la basura y una extraña fuente.

-Señor policía, -Se dirigió Anaís al copiloto.- Creo que si nuestros amigos nos oyen será la única manera de que salgan de su escondite.

-Sí, quizás debamos salir del coche y decirles.

-De acuerdo, chicos.

Estos salieron del coche y empezaron a hablar alto, intentando que los escondidos les escuchasen.

-¡Chicos, salir de donde estéis!

-¡Los policías solo nos llamaban porque mamá nos buscaba!

-Si no salís, nunca más la veremos.

-¿Quieres eso, Darwin? ¿Y Jane? ¿No nos querías ayudar a encontrar a nuestra madre?

-¡De acuerdo! -Exclamó una voz femenina que salía de detrás de un cubo.- Darwin, son tus hermanos.

-¡Chicos! -Exclamó el antes pez naranja.- ¿Es verdad que la señora mamá nos busca y que ha mandado a policías que nos encuentre?

-No lo sé, Darwin. Quizá por eso hay aquí dos policías que hablan de mamá. -Dijo sarcásticamente el peliazul.

-Bien, vamos a donde esté vuestra madre. -Terminó Jane.

LUEGO...

-Y aquí está, en la sala principal de la comisaría. -Sonrió el policía a los niños.

Al entrar, Gumball vio a una señora alta, con el pelo corto y azul, ojos rosas y la piel pálida, que llevaba una camisa y falda grises, al igual que en Elmore llevaba su madre. Ella les miró, y afirmó que también habían sufrido cambios.

-¡Oh, mis niños! -Exclamó.- ¡Cómo os echaba de menos!

Abrazó a sus tres hijos. Y se fijó en Jane, que estaba con ellos.

-¿Y quién eres tú? -Preguntó aliviada.

-Soy... bueno, llámame Jane.

-Pues, encantada de conocerte, Jane.

-Igualmente, Nicole.

-¿¿Qué?? -La nombrada estaba muy confusa.- No recuerdo haberle dicho mi nombre. ¿Te lo han dicho mis hijos?

-No señora. En realidad... es una gran y larga historia.

La chica le explicó cómo conocía a ella y a sus hijos, aún sin haber hablado con ellos jamás.

-Estás flipando, ¿verdad, mamá? -Rió Gumball.

-¿D-de verdad que no le habéis contado todo eso?

-No. Ella ya lo sabía todo antes de vernos por primera vez. -Dijo Darwin.

-¿Dónde apareciste exactamente, mamá?

-En una de las calles principales de Elmore. Luego vi un portal en una esquina, lo atravesé y aparecí aquí. Luego fui a una comisaría de policía para que os buscaran, pero tardaron en atenderme. -Hubo una pausa.- A propósito, ¿alguien sabe cómo volver a casa?

-Bueno, -Le contestó su hija menor.- ¿recuerdas el portal que atravesaste para llegar aquí? Pues hay que encontrarlo, pasar de nuevo y en el Elmore vacío pasar por el espejo para volver a casa.

-Pero hay un problema. Solo podemos ver el portal si somos el intermedio entre dibujos animados y humanos. -Señaló las mechas marrones que tenían los cuatro Wattersons.- Y pronto dejaremos de serlo, y pasaremos a ser humanos completos.

-¡No podemos convertirnos en humanos porque si no nunca volveremos a casa! -Exclamó Darwin.

-¡Qué horror! -Se escandalizó su madre.- Pues vayamos al portal rápidamente.

-Pero hay otro problema. ¡Necesitamos encontrar a Penny primero! No podemos volver sin ella, porque aunque nosotros volvamos a Elmore... ella no. -Contó el peliazul.

-¡Pues a buscarla rápido!

Los cinco salieron corriendo de la comisaría en busca de la última persona perdida. Con la que debían juntarse para arreglar el terrible roto que habían hecho a la realidad.

La Dimensión (el asombroso mundo de Gumball)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora