I. El inmenso y la conciencia

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1. El inmenso y la conciencia

Se dice, entre los libros más antiguos del océano, que existe un mar que no termina, en el que no hay montañas ni se limita por el cielo o la tierra, el que no es dulce ni salado, uno donde un pez de tamaño colosal duerme en la eternidad. Sus colmillos son tan largos que puede enganchar la Tierra con el más pequeño y sobrarle espacio. Sus aletas tienen enorme longitud, que ni él mismo es capaz de encontrar el final de estas. Sus escamas no pueden ser atravesadas por ninguna clase de arma o magia, y el latido de su corazón crea vibraciones tan poderosas, que ninguno es capaz de estar cerca.

Su nombre es Varo «el inmenso», y en algún momento de su vida, el que nosotros no podemos contar los años pues los números nos faltarían, Varo tuvo un hermoso y pequeño hijo. De cabellera larga y abundante, de voz melodiosa, y de escamas frágiles y escasas. Al que llamó Wá, que significa conciencia.

Wá no fue lo que Varo esperó de un hijo, siempre estaba dispuesto a la aventura, era irresponsable y prefería estar despierto, malgastando el tiempo en canciones y poesías, algo con lo que creaba perlas y con ellas armaduras para su padre. Era tan pequeño que a veces tardaba bastante para hallarlo.

A Wá le gustaba ese juego. Y Varo se lo permitía, a pesar de todo, porque la vida de su hijo se acababa, y aunque sus constantes juegos aceleraban el proceso, lo hacían la criaturita más feliz. El amor es sacrificio, se decía Varo en su tristeza.

Sin embargo, Varo no estaba dispuesto a perderlo, sabiendo que el agua eterna era el veneno que se lo arrebataba, y su constante movimiento en ella acortaba su vida, decidió buscar una salida a su problema. Así que lo devoró. O más bien lo tragó, dicen algunas traducciones.

Dentro del estómago de este enorme pez, en una bolita de luz, vivían seres tan diminutos que no era posible para él verlos aunque estuvieran fuera. El agua eterna que Varo tragaba se unía con el líquido de su cuerpo y erradicaba el componente venenoso para Wá. Allí el pequeño niño creció sano y fuerte, convirtiéndose en el padre de muchas generaciones, moviendo las aguas del nuevo océano para que la vida que se desarrollaba allí prosperara, así como la que estaba fuera de el.

Así ha sido desde siempre, hasta el taeroc de hoy.

¿Te parece poco creíble?

Muchos dejaron de contarla, sobre todo porque el propio Wá nunca confirmó si era cierta o falsa, de hecho, Wá nunca ha hablado de sí mismo. Está tan ocupado en su oficio que en contadas ocasiones interviene en las cosas que suceden en el océano, y con eso, sí, me refiero a los desastres que provocan los Ancestrales. Pero ese es otro tema.

Con el pensamiento moderno y las mínimas interacciones que mantienen las acuelas de arrecife con la tierra seca, la gente ahora suele decir que nuestro mundo es la concha de una ostra, la tierra seca son las heridas que sufrió cuando estaba en vida, y que la tapa de arriba y la perla son lo que los fercis llaman cielo y sol.

Pero no soy nadie para decir cual es la historia verdadera, mi único papel en este momento, y a partir de ahora, es contarte las maravillosas historias que suceden dentro de estas aguas tempestuosas para los valientes y calmadas para los afortunados.

Dentro del mar también se cuentan historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora