Capítulo Ciento Dos

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Danna.-

Estaba segura de que mi alarma nunca sonó el sábado por la mañana, en cambio, el teléfono casi hace que cayera de mi cama en cuanto anunció una llamada entrante, a penas y escaneé la pantalla, pero en cuanto mis ojos se toparon con el nombre de Antonio tintineando en mi celular me dejé caer de nuevo sobre las abultadas almohadas de mi cama en medio de una pequeña sonrisa.

—Hola —murmuré atrayendo mi pollo de peluche hacía mí, me acurruqué un momento y cerré los ojos esperando que Antonio respondiera.

—Buenos días, hermosa —murmuró del otro lado de la línea—, o tal vez sean buenas tardes —agregó—; ¿te desperté?

—Eh... sí, algo así, mi alarma no sonó —informé. Antonio pareció reír y acerqué más a mi pecho el pollo de peluche que él me había obsequiado.

—El destino está de mi parte, tu alarma me ayuda —murmuró.

—¿Por qué?

—Me ha dejado traerte algo de café y donas para el desayuno

—¿Traerme?

—Ajá, ahora cariño, deberías abrir la puerta para mí porque estos cafés comienzan a dejarme sin huellas dactilares

—¿Estás...?

—Afuera —me interrumpió alegremente; sin colocarme las pantuflas caminé a prisa hasta la puerta de mi habitación, aún tenía un largo camino por recorrer, pero estuve a punto de chocar con él cuando abrí la puerta de mi recámara.

—Afuera —repetí haciéndolo sonreír.

—Café para ti —inquirió, me hice a un lado para dejarlo pasar y él colocó ambos vasos de café en mi mesa de noche— y café para mí —agregó guardando su celular que permanecía aferrado entre su hombro y su oreja.

—Espera —pedí refugiándome en el baño de mi habitación y cepillando mis dientes antes de salir de nuevo y encontrar a Antonio recostado sobre mi cama bebiendo un poco de café.

—Hola —saludó abriendo sus brazos invitándome a ir con él, de muy buena gana subí a su regazo y besé su mejilla.

—Hola mi amor, ¿qué haces aquí tan temprano? —pregunté colocando mi mano sobre su pecho.

—Fiesta sorpresa para Carlos —me recordó murmurando con su boca sobre mi sien.

—Pensé que comenzaríamos a arreglar todo más tarde

—Manuel está un poco ansioso, además... es casi la una —informó haciendo que yo sonriera con él—, lo que me hace creer que te dormiste tarde —no respondí a eso, me limité a sonreír inocentemente, lo escuché suspirar y pasar su mano por mi espalda—; Dan

—¿Qué? —cuestioné moviéndome para quedar a horcajas sobre él, coloqué mis manos sobre sus hombros y dudé de que él recordara lo que había estado a punto de decirme. Sus manos se posaron sobre mi cintura y lo vi tragar con dificultad. Me incliné un poco para depositar un beso junto a su boca.

—Eh... qué hora era cuando te dormiste —preguntó con voz baja y un poco ronca, me dedicó una pequeña sonrisa y sus labios hicieron presión contra los míos antes de que pudiese responderle algo, jadeé cuando su mano entró en contacto con la piel que mi blusa dejaba expuesta en la parte baja de mi espalda y su lengua se adentró en mi boca probándome mientras su mano subía por mi abdomen dentro de mi playera, su boca dejó la mía y trazó un camino de besos por mi mandíbula hasta llegar a mi cuello.

—Tal vez las tres de la mañana —murmuré en respuesta enredando mis dedos en el sedoso cabello sobre su nuca.

—Tal vez —repitió dejando su mano sobre mi abdomen, me encogí de hombros y pegué mi frente contra la suya—; mañana te quiero sólo para mí —aseveró acercándose a mis labios—, ahora mismo quisiera terminar de acariciar tu cuerpo —agregó haciendo que mariposas revolotearan en mi estómago al escucharlo hablar de esa manera—, pero tu hermano no tarda en subir a checar por qué tardamos tanto —besó la comisura de mis labios y sonreí asintiendo.

Mentiras de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora