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Y allí se encontraba él. En otro hotel. Era ya el tercero en el que se hospedaba y apenas si daban las cuatro de la tarde. No es que fuera paranoico, pero quería tomar sus precauciones.

Al entrar al pequeño baño de la habitación y mirarse en el espejo se dio cuenta de que el tinte rosa que se había puesto él solo por la prisa comenzaba a caerse, dando a notar las raíces de su color natural. Ya venía siendo hora de que se lo pintara de nuevo.

Sin muchos ánimos se quedó viendo su reflejo muy fijamente, notando sus labios resecos y las horribles ojeras que tenía debajo de los ojos. No había podido dormir bien el último mes y mucho menos pudo comer como se debe.

Al pasarse los dedos por sus labios, uno de ellos se abrió e inmediatamente la sangre comenzó a salir. No era mucha, de hecho no era nada, pero la imagen que se le vino a la mente lo dejó estático mientras sus ojos flotaban hacía otra escena.

¡BANG!

El sonido de la pistola hizo que su respiración se cortara. Pero lo peor fue ver a su antigua pareja disparando a alguien justo en la cabeza.

Sus piernas le temblaron y al no poder contener su peso dio justo en el frío y húmedo pavimento. Lágrimas le salieron cuando Jungkook lo miró en ese instante, y sin pensarlo dos veces Jimin salió corriendo de allí. Pudo escuchar que él decía algo, pero no lo pudo distinguir. Aunque tampoco es que le importara.

De regreso a su imagen en el baño pudo notar como unos leves temblores le sacudían las manos, haciendo que se lastimara aún más sin querer los labios. Las apartó y las recargó en el lavabo.

-¿Por qué?

Sintió cómo su voz temblaba al hacer esa pregunta en la silenciosa habitación.

No entendía cómo es que Jungkook había hecho eso.

No había sido un accidente, lo sabía porque minutos antes habían estado hablando en voz baja. Minutos antes de que él sacara el arma, le apuntara hacia la cabeza, y sin importarle que el hombre pidiera por su vida le disparara.

Si bien Jungkook no era del todo un hombre paciente lograba tener su lado dulce. O al menos eso había sido antes.

Abriendo la llave se dispuso a enjuagarse la cara para así despejar su mente de esas frías imágenes. Y casi sintió cómo todo se lo llevaba el agua.

Tomó la toalla para secarse y la arrojó al suelo para dirigirse hacia la habitación. Al mirar su reloj de muñeca se dio cuenta de que eran las cuatro con treinta y seis minutos. Aún no sabía si debía de irse o si era mejor tratar de tomar una ligera siesta.

Optó mejor por la siesta.

Cerrando las cortinas de la ventana caminó hacia la pequeña cama y se arrojó sobre ella.

Un ligero suspiro salió de sus labios al sentir su comodidad. Hace ya varios días que no había logrado sentirse tan bien... Al momento en que cerró lo ojos, y sin querer, el sueño lo envolvió llevándolo así a un lugar donde no estaba corriendo ni tenía miedo de nadie.

 Come Back HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora