Maneras de ir al cielo o caer de él.

Con el arma en la sien. ~

Día seis.
Después de una ardua batalla.
Law x Sanji.

Con el arma en la sien.

¿A quien recurren los criminales buscados cuando están heridos?
Law averiguó la respuesta de la peor forma posible.

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No tenía idea de cómo era posible que a esa hora del día, aún con el sol brillando fuerte sobre la cuidad, pudiera pasarle justo a él algo así. Law se preguntaba qué mierda había hecho él para que de repente, interrumpiendo su tranquilo caminar en la acera de una calle transitada, lo hayan subido tan brusco y sin cuidado a una camioneta blanca sin ventanas.

Aunque no se asustara con facilidad, aquel suceso era motivo de acelerarle el corazón desde el momento en que sintió jaloneos y manos que lo acallaban y lo mantenían quieto dentro de la caravana espaciosa donde lo metieron sin preguntar. Al conductor no le importó si habían cerrado o no las puertas traseras y aceleró salvaje. Desde adentro se sentía que iba pasándose altos y esquivando otros carros. Sin hablar de los claxons y gritos de la gente afuera.

¿Lo estaban secuestrando? Law pensó, con el corazón en la mano. Pero no, los atacantes no tenían intenciones de esconder su aspecto ante Law, eso indicaba que planeaban matarlo, pensó. No entró en pánico, sino que dejó de luchar contra ellos dándose cuenta que nada podría hacer contra todos en ese momento. Lo mantuvieron por la paz en un rincón de la camioneta sin dejar de observarlo. Y como nadie decía nada, Law prefirió callar también.

Se imaginó que así era la gente del crimen organizado. Algo tenían con él, asuntos pendientes, dinero, contacto... Pero por más que Law lo pensaba, no encontraba una razón para que los narcos, mafiosos o lo que sea que sean estos hombres necesitaran saldar cuentas con él. Se había portado bien, en serio. La escuela terminada hace siete años no le había traído malas amistades. Tampoco tenía familia ni amigos muy cercanos, así que no podían utilizarlo para amenazar a alguien más. Y ahora, en la universidad (de la que regresaba ese día, por cierto), no se metía con nadie, pues su vida en aquellos tiempos giraba alrededor del hospital y concentrarse en terminar el último semestre de medicina en la más prestigiosa universidad. La pasantía iba perfectamente y hasta ahora nadie había muerto en sus manos.

Pero es que por donde lo viera, ¡no tenía enemigos!

Entonces cuando le ordenaron bajar de la camioneta, le lanzaron una mochila llena de cosas misteriosas y lo subieron a una nueva van, se dio cuenta por lo que había dentro que las cosas no iban por ese lado.

Abrazando con fuerza la maleta otorgada por los secuestradores, miró impactado la nueva escena posada sobre un charco de sangre. Había ahí dentro un tipo tirado sobre el suelo. Se tocaba el torso ensangrentado con dolor y respiraba entrecortadamente. Aún en shock, sin siquiera darle tiempo de asimilar toda la escena frente a él, dos hombres de antes lo empujaron hacia dentro de la nueva camioneta, obligándolo a subir. Caminó encorvado cuando estaba arriba y se tiró de rodillas al lado del herido, manchándose el pantalón de sangre. Lo miró sin saber qué hacer, pues le era sensato no hacer nada a menos de que le dijeran lo contrario.

Sin apartar sus ojos del cuerpo inmóvil de aquel peliverde en sufrimiento, trataba de calmarse a si mismo. Pero cuando justo estaba por lograr un poco de serenidad entre tanto caos, escuchó el sonido de una pistola cargándose. Volteó lentamente hacia el autor de tal acción y se encontró con un rubio de mirada ensombrecida que le apuntaba a la cabeza con un revólver de plata.

—Cúralo —le dijo quedo, casi como un susurro. Con la voz tan ronca y grave que el cuerpo de Law sintió un escalofrío de pies a cabeza como nunca antes había experimentado. Por primera vez Law se atrevía a decir que, sí, estaba asustado. Ese hombre había perdido mucha sangre ya, dudaba poder salvarlo a estas alturas. Miró suplicante desde abajo al rubio que le apuntaba y haciendo un extraordinario esfuerzo por mantenerle la mirada a su intimidante jefe temporal, habló: