Nada más bajar de la moto la nostalgia me invadió.
Todo estaba tal cual lo recordaba, excepto por los pequeños montones de hojas que se acumulaban en el empedrado camino debido al paso del tiempo. Todo tenía un toque diferente, un toque de abandono que hacía que se me encogiese el corazón.
Noté la mirada de Evans por el rabillo del ojo, parecía estar evaluando mi reacción. Temiendo probablemente, que en cualquier momento mis fuerzas flaquearan y tuviera que soportar otro episodio de lágrimas, como el casi había presenciado el día que me prestó su móvil para hablar con mi madre. El día en que lo vi por primera vez.
- ¿Ahora no vive nadie aquí? – preguntó rompiendo la tensión que comenzaba a formase en el ambiente.
- No, mi abuelo murió poco después de la muerte de mi abuela. La casa la heredó mi madre, pero nunca viene. Aún no ha tenido el valor para hacerlo.
Evans asintió levemente desviando la mirada hacia la casa. Comenzamos a caminar hasta llegar al antiguo porche de madera. Me agaché junto al macetero de la entrada, donde siempre había estado la llave de repuesto y una vez localizada la introduje en la cerradura al mismo tiempo que notaba la mirada de Evans clavada en mi nuca.
Giré la llave, esperando que la puerta se abriese, pero no lo hizo. Era extraño, aquella era la llave, estaba segura. No iba a darme por vencida, esa puerta iba a abrirse, así que seguí intentándolo, pero esta vez con mayor insistencia.
- ¿Has pensado que tal vez, sólo tal vez, esa llave no corresponde a la puerta? – preguntó Evans en tono burlón.
- Vaya, parece que el viaje en moto te ha vuelto muy suspicaz. – comenté del modo más sarcástico del que fui capaz. - Por supuesto que es la llave. – añadí.
Conocía esa casa como la palma de mi mano, conocía cada pasillo, cada escalón, cada azulejo. Me había criado allí. Sabía que esa era la llave, no había otra opción.
- En ese caso, me atrevo a decir que tu abuela colocó en la casa un hechizo de protección. Apuesto a que conocía la existencia de Samael y sus intenciones. Margaret siempre fue un paso por delante, de hecho, seguro que intuía que tú jugarías un papel esencial en esto. Probablemente quiso poner el grimorio a buen recaudo.
- No sabía que te habías convertido en un experto en analizar la conducta de mi abuela. – comenté irónica.
La risa de Evans silbó suavemente en mis oídos. Era extraño, pero me había acostumbrado a aquel sonido. Me gustaba más ese Evans, sin duda era mejor que el Evans que siempre quería tener todo bajo control. Sacudí la cabeza en un intento de ignorar esa sensación y me concentré en mi tarea, no podía permitirme distracciones.
- ¿Entonces cómo se supone que vamos a encontrar el grimorio? - le pregunté a Evans sin dejar de forcejear con la puerta.
- Tú abuela lo quiso esconder de él, no de ti. Ese grimorio te pertenece por naturaleza, es tú legado.
Suspiré. Eso no contestaba a mi pregunta.
- Piensa, ¿Cómo se podría anular el hechizo? Era tú abuela, tú la conocías más que nadie.
Suspiré nuevamente. No lo sabía. No tenía ni idea.
Mi abuela había sido como una segunda madre para mí. Era la típica mujer que le encantaba hornear galletas y sentarse junto a la chimenea en invierno. Odiaba las discusiones y le encantaba la Navidad. Era bondadosa y amable, y siempre tenía la palabra adecuada para el momento adecuado. Ahora todo lo que conocía de ella se veía nublado por la verdad: había sido una bruja, una de las brujas más poderosas de todos los tiempos.
La idea era una locura. Todo aquello lo era.
Me concentré una vez más en la cerradura. Tenía que encontrar ese grimorio, tenía que sobrevivir.
Pasaron un par de minutos y aún era incapaz de abrir la puerta. Evans suspiró impaciente a mi espalda.
- No es por meterte prisa, pero no estamos seguros fuera del apartamento. Tal vez deberíamos volver, esto ha sido una malísima idea, está claro que no estás preparada.
Su comentario, por duro que resultase, no me pilló desprevenida. Sabía que Evans no apostaba por mí, nunca me había tenido fe. Pero este era mi momento, esta vez iba a demostrarle quien era de verdad. Así que lo ignoré, respiré profundamente y cerré los ojos con fuerza concentrándome en algún tipo de clave o proceso que me permitiera entrar. Evans tenía razón, era mi abuela, si alguien podía resolver esto era yo.
Fue entonces cuando el recuerdo estalló en mi mente. Como si fuese ayer, pude ver a mi abuela sentada en su viejo sofá, sosteniendo un libro en su regazo. Repetía una y otra vez la misma frase: "Pequeña Valery, eres una Wells. Recuerda siempre el valor de la sangre, somos tú familia. La clave está en la familia" La imagen comenzó a evaporarse rápidamente antes si quiera de que pudiera darme cuenta de lo que estaba pasando. Antes de que el recuerdo se esfumara por completo, algo más en la escena llamó mi atención, él símbolo reluciente en la portada del libro: un triángulo superpuesto a un círculo. El grabado en oro del que estaba hecho se quedó registrado a fuego en mi mente, antes de que el recuerdo terminara de extinguirse como los últimos resquicios de una foto en llamas.
El poder de la sangre.
Aquel símbolo.
Tenía que ser aquello.
Me giré hacia Evans, aún en proceso de asimilar toda la información que me había asaltado de repente.
- ¿Tienes un cuchillo o algo afilado? – pregunté.
Evans me miró con el ceño fruncido unos segundos, tras lo cual, añadió: - Entiendo que no sepas resolver esto, pero no es como para que quieras suicidarte.
¿Aquello había sido una broma? ¿Evans estaba bromeando? Increíble.
- Tú dámelo. – dije rodando los ojos. Más tarde analizaría a que se debía su cambio de actitud. Su cambio de actitud repentino me resultaba de lo más extraño.
Evans se agachó hasta una de sus botas introduciendo un poco la mano en ella. Acto seguido me entregó una pequeña navaja, bastante afilada.
Lo miré enarcando una ceja.
- ¿Qué? ¡Hay que estar preparado! No todos somos unos super brujos capaces de invocar torrentes de fuego con nuestras manos – dijo sonriente mientras levantaba las manos a modo de rendición.
- ¿Puedo hacer eso? – comenté sorprendida.
- Tal vez puedas. Algún día. Ahora, continúa. – dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta.
Tomé el arma de su mano y acerqué mi dedo índice hacia la chuchilla, hice la presión justa hasta que la sangre brotó del dedo y comenzó a resbalar por la palma de mi mano. Evans abrió los ojos sorprendido mientras un atisbo de alerta cruzaba su mirada.
- Tranquilo, creo que sé lo que hago.
Su expresión permanecía preocupada, pero dejó que llevara a cabo mi experimento.
Me acerqué a la puerta y deposité mi dedo en el pomo, entonces, dibujé aquel símbolo. El símbolo que había visto en aquel recuerdo.
- Está bien abuela, el poder de la sangre. – murmuré mientras plasmaba en el pomo de la puerta con mi propia sangre aquel dibujo de la manera más exacta que recordaba. Cuando terminé di un paso hacia atrás y entonces la puerta cedió con un leve crujido. La empujé levemente para terminar de abrirla, y allí estaba, abierta de par en par, como si nunca hubiese estado cerrada.
- Un vínculo de sangre, tan solo necesitabas un poco de sangre Wells en representación a tu familia. ¿Cómo no se me había ocurrido? - escuché que decía Evans a mi espalda. – Pero tú... ¿cómo lo supiste?
- Me vino de repente, una especie de recuerdo... no sabría cómo explicarlo...
- Una visión.
Me giré hacia él, y asentí. Sí, había sido una visión, después de todo, era una bruja.
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Wells: a magical story
Fantasy"Mi abuela siempre había dicho que mi destino sería hacer grandes cosas, lograr todo lo que me propusiera, aún en su lecho de muerte se encargó de recordármelo. Me pregunto si lo hizo por esto, si lo hizo porque sabía lo que se avecinaba"