Parte sin título 3

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—Venga, llegaremos tarde— La animada voz de Iris rompió el silencio, y Azabache notó como lo empujaba con una de sus pequeñas zarpas.

Azabache se estiró, rodando para alejarse de su amiga que seguía molestandolo para que se leventara.

—¿No te das cuenta de que él no nos quiere allí?— Masculló Azabache, mientras se acicalaba a regañadientes.

—Si hubieras ido ayer en vez de quedrate durmiendo, sabrías que ahora acepta que nos veamos

Azabache se levantó y se sacudió. Estaba algo molesto, últimamente Zarpa Deslumbrante y ella se veían mucho.

—¿Sabes, Iris? Hoy tampoco iré.— Gruñó malhumorado.

—Vale.

Iris se despidió con un suave lametón, que pilló a Azabache por sorpresa. Después se alejó corriendo. El joven gato negro la observó hasta que desapareció en la distancia.

Después suspiró, entristecido. Antes siempre estaban juntos, ahora tenía que aguantar que se pasara la vida visitando a un gato salvaje.

...

Azabache caminaba entre las calles, en busca de Iris, que estaba tardando demasiado. Se tranquilizó cuando llegó al lindero del bosque, donde pudo ver sus pelajes dorado y plateado entre el frondoso verde: los dos gatos hablaban tumbados, sus pelajes se rozaban y los hombros de Iris se agitaban mientras se reía de algo.

Azabache iba a salir a saludar cuando escuchó las palabras de Iris:

—Estaré encantada de irme contigo.— Había entusiasmo en su voz, y Azabache, aunque no podía verle la cara, sabía perfectamente como era su mirada. «Como cuando decidió irse conmigo». Instintivamente sus uñas se hundieron en el suelo, y tuvo que contener el gruñido que emergía de su garganta.

—Bien, Nariz Negruzca estará encantado, sé que tu harás realidad la profecía: "Un gato extraño traerá esos cachorros, y con el tiempo ellos salvarán al Clan."— Recitó Zarpa Deslumbrante, envolviendo los hombros de Iris con su cola.

Ella ronroneó.

—Espero que así sea, no me devoraran viva como dice Azabache, ¿no?— Bromeó.

—En cuanto te vea lo sabrá, el Clan Estelar le motró una imagen. Y tranquila, no nos comemos a nadie. Lo peor que puede pasar es que te manden de vuemta aquí.

Ella asintió despacio, como si estuviera procesando toda la información.

—Pero, ¿qué dirán al saber que los cahorros son nuestros?— Preguntó

Azabache abrió bien los ojos, tenía cachorros, estaba embarazada... ¿lo había traicionado?,retrocedió un paso, tembloroso. Sentía como si todo diera vueltas a su alrededor. ¿Era real? ¿De verdad Iris ya no lo quería? Se agazapó más aún y se abrió camino entre las sombras de la vegetación, acercándose más para no perder detalle de lo que ocurría. Ajora podía ver mo cerca que estaban ambos, y el amor en la mirada de Iris. Ese amor con el que antes lo miraba a él.

—Diremos que no son míos, sino de otro gato, un solitario o proscrito.— «míos, ¿no?» Azabache sintió como el dolor era remplazado por ira, y sus ganas de arrancarle el pellejo a Zarpa Deslumbrante aumentaron. Bajo sus zarpas, una rama crujió, pero ni Iris ni el aprendiz notaron su presencia.

—De Azabache...— Iris dijo lo que Zarpa Deslumbrante había querido evitar.

Después, los dos se perdieron entre la vegetación, caminando muy juntos. Sus colas estaban entrelazadas y sus pelajes se fundían de los pegados que iban.

Azabache los observó marchar, con los ojos empañados y el corazón roto.

la venganza de un felinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora