Una bofetada

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Mi historia no deja de ser una más entre todas aquellas comidillas que van de casa en casa en los pueblos pequeños. Fuente inagotable de conversaciones de sobremesa y llamadas mal intencionadas en las que la crítica y la feroz marrullería provocan tristezas que solo se apagan al calor de una almohada. Alguien que oye o ve algo se encarga de adornar esa visión con suficiente sorna como para que la fingida aventura contenga algún grado de verosimilitud. Creo que saben de lo que hablo. Soy uno de aquellos que dejo a su esposa y se marcho con la Dolores o uno de tantos idiotas mal nacidos que dejando atrás a sus hijos decidió empezar a recorrer mundo. Uno de tantos rumores que en base a una mentira terminan decorándose de realidad y que conforman el historial de un pueblo aburrido . Uno de tantos en esta localidad que pide a gritos algún tipo de emoción.

Supongo que a todos nos pasa en mayor o menor grado. Todos tenemos alguna historia de esas que define quiénes somos realmente. El recuerdo de Tomas el Amargado lamentándose por las calles por no haber estudiado lo que en realidad quería, de Estefanía La ligera conocidas por todos los que querían descubrir con premura las artes amatorias o Manuel el Palillo que en gloria esté con su cáncer de labio. Todos terminamos encasillados por actos triviales que quedan ligados de por vida a la percepción que los demás tienen de nosotros. Y la mayoría de las veces se generan de esas historias con actos o ideas de los más simples. En la vida uno nunca se plantea muy en serio sus decisiones cotidianas de si vas o no a salir con amigos de copas un jueves por la noche o si te parece bien quedarte en casa para que tu esposa acuda a una reunión con antiguas compañeras para recordar tiempos de escuela. Son elecciones que suceden sin más y que solo tiene importancia visto ahora desde la prudente distancia. Vidas aburridas como la mía o como la de cualquier otro que tenga la suficiente visión crítica como para reconocer que no somos más que un relato que seguramente quedará pronto en el olvido.

No recuerdo exactamente como empezó mi historia pero si tengo marcado un detalle que me gusta señalar como el momento en el que todo cambió. Tenía relativo éxito con las mujeres que veían en mí una fuente inagotable de conversación fluida y un sentido del humor peculiar que conseguía sacar una sonrisa sin apenas esfuerzo. A pesar de mis pequeñas manías cotidianas podía decir que nunca tuve problemas para acostarme con una mujer. Sin embargo llevaba ya una temporada sólo. Por decisión propia ya que quería disfrutar de una relativa tranquilidad alejada de compromisos y fidelidades. Aquella tarde de jueves, creo, fui a por tabaco al bazar habitual y al salir no dudé en encender un cigarro. Me paré en la avenida a ver a los chicos divertirse con las olas y a disfrutar de aquellos cuerpos tumbados al sol que tanto alegraban mi vista por entonces. Tomé eso por costumbre ya que me generaba en mí tanta relajación que no era extraño verme por allí parado mas de una hora dejando pasar el tiempo sin más mientras escuchaba algo de música en los auriculares. Recuerdo incluso como The National adornaba aquel momento con su Bloodbuzz Ohio sonando en bucle. Es curioso como soy capaz de acordarme de esos detalles y no de otros más evidentes como el pelo de Isabel siempre rebelde o la sonrisa aquella que pronto consiguió enamorarme y que no reparé a primera vista.

Isabel si. Ella es la otra parte de esta historia y la única que puede darle sentido a todo ésto, si es que se lo tiene. Una mujer como esa tenía cada una de las cualidades que yo añoraba en una compañera. Un físico elegante en el que destacaba, como digo, su sonrisa pero que no podía desmerecer a sus pequeños ojos color miel que resaltaban al compas de su pelo castaño. Su grácil forma convertía sus paseos a un baile improvisado, con un vaivén peculiar que nunca llegaba a predecir . Una personalidad arrolladora, firme y decidida, de esas dispuestas en todo momento a pelear por sus ideales y a defender con toda fuerza posiciones tan banales como el sabor inmejorable de un helado de menta con chocolate. Todo un personaje que termino por conquistarme mucho antes de que pudiera darme cuenta.

Una bofetadaWhere stories live. Discover now