Prefacio.

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Como si no fuera suficiente con la humillante escena que con regularidad era dirigida hacia Hermione, las mujeres continuaron sin descaro hablando en aquel ascensor que corría velozmente a su departamento; un lugar sin mucho que rescatar al contrario de lo que una vez había pedio. No importaba si su escritorio era una silla y una mesa de madera inapropiada en un cuarto donde mantener a 3 personas parecía detener la guerra con las manos; no le interesaba en absoluto si era humillada por la comunidad mágica; mucho menos si su persona era blanco solitario de comentarios denigrantes, nada de eso me podía ya afectarle, no, si tenía al sol de su vida.

Su sonrisa apareció en un mar de personas ocupadas, siempre siguiendo la rutina y el vago valor del tiempo, ¿Desde cuándo habían inclinado su brújula a aquel camino tosco y abrumador? ¿Siempre vivían de esa forma? Los hombres de elegantes ropas y las mujeres con atuendos de etiquetas, zapatillas y maquillaje tapando la edad. Agradecía cada segundo el no haber pertenecido a esa sociedad inepta e injusta.

¿Por qué perdonar a un asesino y no a una adolecente enamorada?

¿Por qué aceptar la muerte y no el amor?

Ignoro nuevamente las personas que con el tiempo medido que corrían y caminaban de un lado a otro, mezclándose y perdiéndose. Su mano izquierda portaba un sobre color cascaron, sin un remitente, solo ella paseando de mano en mano hasta que su dueño logrará ser captado. Era triste pensar que una carta viajaba de lugar a lugar; de kilómetros a metros o de tierras a mares, nunca podía encontrar a quien pertenecer. Siempre llena de hermosas palabras escritas de la forma más honesta y delicada a un ser que jamás podía volver a regresar.

Era triste imaginar que quien te amó ahora no respiraba tú mismo aire. Aquella era las tristes realidades de las cartas que Hermione mandaba cada viernes a las 8 p.m al terminar su rutina de trabajo. Los años ya dejaban sus recuerdos y las palabras de la joven jamás podrían ser respondidas. Pero no le importaba, ella le contaría sus penas y miedos a quien deseaba arriesgarse a leerlas.

Metió el sobre dentro del buzón que se encontraba a 5 cuadras de su oficina, el metal frio choco sin piedad contra la piel lechosa de Hermione, ignorando aquel suceso introdujo en sobre.

¿Sabría cuánto le extrañaría?

Sonrió, reprimiendo las ganas de llorar.

Justo a 10 centímetros de aquel buzón azul cubierto por pequeñas cantidades de nieve se encontraba un reloj junto a un lámpara que iluminaban pobremente la calle desolada de esa Londres muggle.

Miro el reloj contemplando la manecilla pequeña, relamió sus labios y volvió sonreír. Camino sola hasta llegar a una parada de camiones, espero 10 minutos más y su transporte llego, aquel hombre le saludo cortésmente, Hermione regreso el saludo acomodándose en el mismo asiento desde 2 años atrás. El autobús partió.

Y se volvió a preguntar si en realidad valía la pena volver a poner aquellos sobres en aquel buzón cada viernes a la misma hora. Sonrió sabiendo que en realidad antes ya había pensado en lo mismo pero aun así no había dejado de hacerlo. Se planteaba la posibilidad de que un extraño fuera lector de las cartas, y sentía de alguna forma cierta felicidad. Le llenaba, extrañamente.

Acostumbrada al frio crudo de la ciudad bajo llegando a su apartamento. Un lugar lo suficiente decente para quien una vez fue considerada la heroína de Hogwarts.

Tristemente ya no podía recibir aquel título por una decisión que jamás cambiaria aun que le diesen la oportunidad.  


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Esta es la historia Dramione que he estado planeando, los capítulos seran publicados de forma un poco lenta debido a la escuela y actividades extracurriculares que tengo. 

En finnn. Espero que la esperen tanto como yo lo hago. 

Disfruten y vote mucho c:

Si existe un error por favor comentalo. 

Muchos saludos y abrazos Lisa. 

Sparkle [Dramione]Where stories live. Discover now