Desearía poder ser como el mar, imparable, nada lo lastima, nada puede contra él, ni siquiera la más salvaje de las tormentas. No es frágil, tampoco es débil, temeroso aquel que navega por sus aguas...tan profundo, peligroso hasta de lo inimaginable; no llora, no respira, pero ahoga, asfixia, lastima, hace daño, nadie puede contra su grandeza. Atrae, atrapa, caes en su trampa incluso aunque estés en su más vertiginosa orilla, luego resbalas y ya nada queda de ti.
Desearía poder ser como el mar, interminable, sin un horizonte ideal, sin fin. Es fuerte, hermoso, poderoso, sin destino, arrasa con todo lo que está a su paso, es aterrador. No da señales, no guía, no habla pero sí te hace sentir; bañado de inmensidad, inconfundible, ineludible, increíble, sabe bien cuál es su razón de ser. No imagina, no hereda, no pierde, nunca pierde, no necesita, trasciende. No sufre, no siente dolor, refleja, es oscuro, sin emociones, hasta parece que sabe olvidar. Expresa pero no tiene corazón, ni razón, ni sazón. Es intenso, sin senderos, tiene éxtasis en sus costas más solitarias, se puede oír el rugido de sus olas a lo lejos, no se desvanece, no desaparece, permanece, no se inmuta, prevalece, será imborrable a través de los tiempos; furioso, malicioso, magnífico, sin ilusión, inalcanzable. Late pero nunca al unísono, muere y nace cada día con aguas nuevas, se aleja todo el tiempo reinventándose.
Desde aquellas orillas inciertas y difíciles de encontrar, yo solo desearía poder ser como el mar y de ese modo poder ahogarme en lo más profundo de mi propio ser.
