- El que avisa no es traidor- fue la triste excusa de Sinbad, sonriendo como idiota a medida que Jafar lo arrastraba envuelto en sus cuerdas hasta su habitación. Hacía tiempo que no lo veía tan bebido al punto de ni siquiera tenerse en pie, y desde luego jamás creí ver de igual o peor forma al correcto emperador de Kou, el cual iba casi inconsciente en mis brazos. Era bastante gracioso visto desde fuera, ya que semejante hombre siendo cargado por una muchacha diez años menor que él... Lo mejor es que ni siquiera tambaleaba al andar, cosa que sorprendió a sus guardias cuando llegué a la puerta de sus aposentos.
- No ha soportado la competición de jarras- me limité a decir para que me abriesen la puerta, cerrándola una vez dentro.
Sinbad no mentía, le había advertido a Kouen que el licor de Sindria tendía a ser más fuerte que el que preparaban en su imperio, y eso le dio justo en el orgullo lo suficiente como para aceptar enfurruñado. Dos jarras después, el pelirrojo se había caído de la silla mientras Sin se carcajeaba por la mitad de su tercera jarra.
- Hombres- rodé los ojos cuando su cuerpo cayó como peso muerto en la cama. Coloqué los brazos en jarras, nunca mejor dicho, y me quedé analizando sus ropas en medio de la oscuridad intentando averiguar por dónde sería más fácil quitarle las prendas caras. Al final lo mandé al diablo y deshice el nudo de su capa, dando un tirón seco para moverlo lo menos posible. Parecía dormido, pero lo escuchaba murmurar cosas sin sentido y hacer expresiones faciales mínimas con cada movimiento que yo hacía-. Así te vas a quedar, paso de verte en bolas.
Doblé la capa lo mejor que pude y me acerqué a uno de los sillones de la habitación, colocándola de tal forma que no se arrugase demasiado. Pero cuando quise salir para irme a dormir de una vez...
- Reena.
- ¿Qué?- respondí enseguida, disimulando el mini infarto que me acababa de dar. Me acerqué a la cama y lo vi exactamente igual que hacía cinco segundos, con la única diferencia de que sus ojos estaban muy abiertos, mirándome sin parpadear-. No habléis, necesitáis descansar bien, mañana la resaca será un infierno. Os traerán medicinas para contrarrestarlo, por ahora debéis dormir.
No me fiaba de este hombre ni un pelo cuando le brillaban los ojos, y menos aún cuando se le ensombrecían y no era consciente de lo que decía o hacía. Como ahora.
Entonces se me ocurrió una idea.
- Kouen- me situé donde me pudiese ver mejor, dentro de lo que cabía.
Emitió un murmullo gutural, desviando sus ojos hacia mí.
- ¿Por qué de repente esa obsesión conmigo? ¿Qué ganas con herederos desarrollados en mi vientre?
- Tienes muchísimo poder, eres fuerte, puedes eliminar a la maldita organización...- enumeró a duras penas, y tuvo que pararse a humedecerse los labios. Busqué la jarra de agua que por costumbre siempre colocábamos en las mesitas de noche, serví un poco en el vaso de al lado y lo hice incorporarse para que bebiese. Una vez acostado de nuevo se frotó los ojos, acurrucándose mejor en su sitio-. Además eres inteligente, hermosa, orgullosa, la única mujer nativa de Kou que me gusta.
- Pues discúlpame por estar fuera de tus posibilidades- fruncí el ceño-. Como bien sabes una persona comprometida es una persona imposible de conseguir, y aunque no tuviese a Sphintus no aceptaría de ninguna forma. Jamás podría estar con alguien como tú, eres demasiado ambicioso y amas aquello que yo repudio: la guerra y el control absoluto.
- Ya lo sé, por eso me rendí y me limito ahora a observarte de lejos- suspiró, todavía arrastrando algunas sílabas. Pero lo importante es que no decía nada que sus ojos me contradijesen, estaba diciendo toda la verdad-. Tarde o temprano encontraré a otra, contigo me han obligado a rendirme.
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Gemas amatistas
HumorNo es maga, pero hace milagros No es una conquistadora de calabozos, pero tiene un poder oculto. No tiene familia, pero sí amigos en quienes confiar hasta la muerte. Reena nunca pensó que lo perdería todo ese día. Una humilde invitación al palacio d...