-¿Estarás a mi servicio a donde quiera que vaya y sin importar lo que haga?
-Por supuesto, bella damisela.
-¿Estarías dispuesto a morir por mí?
-Sin dudarlo.
-No seas idiota. Jamás dejaré morir a alguién y menos al que de ahora en adelante será mi protector, aunque creo que yo seré la que te protega a ti.
-No lo permitiré, yo fuí transformado para tí, protegerte es mi mi deber. Nadie te hará daño mientras yo esté a tu lado.
-¿Cuál es la razón por la cuál has vendido tu alma?
-El contrato decía claramente que no podía responderte a esa pregunta. Mi señor nos castigará a ambos si te lo llegáse a decir.
-Que melodramático eres... Pero tienes un aura amigable... ¿Tu me conocías desde antes?
-Mi damicela, no le puedo responder esas preguntas.
-Como sea, lo descubriré tarde o temprano... Pero... Hay algo de lo cual mi curiosidad no me permite ocultar: ¿en serio es tan fuerte tu razon por la cual vendiste tu alma?
-Lo es, y la recompensa la disfruto mucho.
-Eres muy extraño Baltazar... Me da gusto estar a tu lado.
-Igualmente, mi damisela.
-Dime Elena, por favor. De ahora en adelante seremos amigos, ¿si?
-Con gusto, Elena.- El jóven sonrió, sus ojos se iluminaron y reflejaron el rojo de sus pupílas en el rostro blanco de Elena.
Capítulo 1: "A vuestro servicio".
Hubo alguna vez un único Dios todopoderoso. Dios creó la Tierra. Dios creó la vida. Dios creó a los humanos. Depués de varios siglos acabo agotado de toda la energía que había consumido en la creación y el mantenimiento de su querido planeta. Se dispuso a descansar eternamente, pero él no podía hacer esto, si él no estaba ¿quién cuidaría sus valiosas creaciones?. Primero pensó en los humanos, pero se dió cuenta de que estos estaban envenenados con pecados y les temió. Pero no todos estaban malditos. Los niños eran puros, justo lo que necesitaba, niños. Escogió a seis infantes, cada uno de un continente y época distinta, los transportó a una dimensión alterna en la que los educó y les enseñó la belleza de la vida y antes de regresarlos a su dimensión y época correspondiente, les dió a cada uno el don necesario para poder proteger a la Tierra de cualquier amenaza... Y así lo hicieron.
-Elena, mi damicela, debemos empezar con los encargos que nos dejo Lord Nergal.- Le dijo Baltazar a ella con una amplia sonrisa en su rostro.- No debe tardar en aparecer y recordarnoslo, así que deberíamos ponernos en marcha para no pasar ese momento tan... bochornoso.
-Ahh... Si... Dejame terminar esta ronda.- Ella sostenía un control negro de Playstation 3 y masticaba un popote, el cual estaba unido a un vaso de plástico que ya no poseía ninguna bebida en su interior.
-¿Por qué no dejaste que yo jugara? Sabes que soy mejor que tu jugando ese videojuego. ¿Acaso temes que te opáque de nue...-
-¡Shh! Necesito total concentración, solo me falta una pieza del bastón elemental amarillo para poder...- Baltazar desvaino su espada y la atravezó sobre la pantalla de plasma. La sacó sin mucho cuidado.- ¡¿Qué mierda hiciste?! ¡Tendré que robar otra de estas para poder volver a jugar!.- Elena lanzó una patada (la cual falló) hacia la entrepierna de Baltazar, haciendo una mueca de enfado.- ¡Idiota! ¡Mi puntuación!
-Pareces una malcriada... Apúrate en cambiarte esos trapos. Nergal no tardará mucho en empezar a joder.- dijo tirandole una túnica negra con varios bordados a la cara.
-¡No me pondré eso! Se ve muy cutre... Ademas huele algo mal...
-Lord Nergal vendrá muy pron... ¡Aght!
Las rojas pupílas de Baltazar desaparecieron, sus ojos estában en blanco. El chaleco de cuero negro que poseía fué quemado desde dentro de su pecho. De su torso, fuego verde era expulsado. Unas manos semi-humanoides atravezaban su pecho en dos desde dentro de él. Del vacio que quedaba expuesto en el centro de su pecho surgía una sombra, que se dirigía al centro de la sala. La sombra se materializó en una figura humanoide. La herída de Baltazar se cerró y su piel se recuperó como si nada le hubiese pasado, pero el símbolo seguía ahí. Sus pupílas igual regresaron.
-Demasiado tarde, mis ciervos. Ya deberían encontrarse en la pirámide. ¿Que mierda los retiene?.- Dijo aquélla criatura alta, que cubría de un manto negro en el rostro.
-Perdonad, Gran Señor Nergal. La culpa recáe sobre mí. Mi ama no estaba conciente de la gravedad de la misión que nos encargó. No he cumplido con mi deber de cuidador lo suficientemente bien.
-¡Mentira! Yo fuí imprudente, Lord Nergal.- Gritó Elena hacia el encapuchado.- Es solo que... Me distraje un poco... Pero solo un poco.
Lord Nergal lanzó un suspiro y se quitó el manto que le cubría la cara. Tenía el rostro de un humano, para ser más exactos, parecía un señor de edad avanzada, no tenía cabello y poseía algunas arrugas en la frente. Sus pupílas tenían una tonalidad verde lima y tenían una expresión seria y fija hacia los dos jóvenes. Lo único que lo diferenciaba a un hombre ordinario eran los dos colmillos que crecían en la parte inferior de su mandíbula, similares a los de un elefante.
-No es de importancia de quien pertenece la culpabilidad en estos momentos. La hora de abrir las puertas está cerca y no puedo permitir que se retracen más tiempo.- Su vista se centró en Elena y alzó el brazo derecho hacia esta.- Vamos Elena, no hay tiempo que perder. Aún eres muy débil con respecto a conjuros de teletransportación asi que toma mi brazó y absorbe mi energia para así crear un portal.
Elena dudó en tocar el brazo esquelético de Nergal. Baltazar notó esto y se acercó a ella por la espalda susurrandole algunas palabras. Esto hizo surgir confianza en ella y sujetó con fuerza la muñeca de Nergal.
-in virtute Dei...-Díjo el Gran Señor.
-...Ianuae Magicae.- Díjo la Mediúm.
En aquél departamento, fuego verde era expulsado desde la unión de brazos que tenían Elena y Lord Nergal. Esa energía ardiente, teñida de color verde, trazaba un figura en el centro de la sala: un pentagráma. Una vez estuvo terminado de formarse, empezó a brillar fuertemente.
-Váyanse de una vez.. Los descendientes los esperan- Nergal se separó del brazo de Elena y posó su fría mirada en los ojos de Baltazar.- Cuida de ella, para eso te cree.
-Si, mi Lord.
Baltazar sujetó la mano de Elena y la hizo caminar hacia el pentagráma de fuego. Cuando los dos estuvieron posados encima de este, de él fueron expulsadas llamas verdes, encerrándolos en el centro. Despues de unos segundos, las llamas se extinguieron, pero ya no se encontraban en aquél departamento viejo, si no en