Simón.
En su infancia, había escuchado más de una vez la frase de "Los cambios, traen cosas buenas, aveces pequeñas a comparación de otras, pero algo positivo traen", y pues con eso no se equivocaban.
Ahora mismo, llegó a lo que sería su nueva escuela, y no está nada mal. No sabía a donde ir, o siquiera donde se encontraba. Pero si de algo estaba seguro es que las personas son muy amigables aquí.
"¿Sos nuevo?", "¿Cómo te llamás?", "¿Necesitás que te ayude?", "Un gusto conocerte..." eran algunas de las cosas que le decía el grupo que lo rodeaba, Simón trató de contestar todas las preguntan que lograba escuchar, las cuales eran pocas ya qué algunos hablaban encima de otros y no escuchaba bien, pero su sonrisa siempre la mantenía.
-Si, yo soy de México y en realidad es muy bonito... -contestó a la pregunta que una de las chicas que estaban rodeándolo le hizo-. ...Mi lugar favorito era un Gran árbol dond-- -se interrumpió.
De un segundo a otro su expresión cambió, quedando en blanco, su pupila se contrajo y pudo sentir como se le cortó la saliva en la garganta. Las personas alrededor se sorprendieron un poco alejandose de él para darle espacio, tal vez y se descompuso.
Pero no, Simón lo único que vió fue una rubia cabellera moviéndose delicadamente por cada paso que daba la dueña de está, y por un segundo todo se puso en silencio y la viva imagen de ese cabello en su infancia, se estrelló bruscamente en su mente.
"¿Acaso será ella?"
Sin prestarle atención a las personas que le preguntaban si estaba bien o pasaba algo, estiró el brazo corriendo ligeramente a las personas con un "si, con permiso" débil escapandose de sus labios, pero sus ojos aún centrados en la cabellera, y de la nada algo hizo "click" en su cabeza y arrojó un pequeño lápiz que se encontraba en su bolsillo al suelo.
-Ah, disculpa -su voz resonó por todo el pasillo fuertemente, una vez caminó unos cuantos pasos, con el corazón extrañamente emocionado. Sintió que moría cuando la rubia volteó.
Esos penetrantes ojos se encontraron con los suyos y sintió que toda su anatomía fue recorrida por esos irises de un color inigualable. -¿Si? -su voz, oh mi Dios, su voz, severa pero melodiosa; instintivamente sintió que debía alejarse.
Pero no lo haría, usaría su arma secreta. Esta siempre le funcionaba. Convencido se agachó
Poniendo su mejor sonrisa ladina, tomó disimuladamente el pequeño lápiz que se encontraba en el suelo y lo extendió a la rubia. -Se te acaba de caer esto -pronunció entre risas extendiendo el lápiz para que la chica pudiera tomarlo.
Pero está no reaccionaba, su boca estaba entreabierta y su ceño ligeramente fruncido, perdida en sus pensamientos, mirando nada más que a los ojos al chico que se encontraba enfrente suyo, de rodillas, extendiéndole un pequeño lápiz que nunca en su vida había visto.
Esos ojos, los reconocía.
"¡No me veas así, me da verguenza!."
Recordaba esas palabras en su niñez y a un pequeño nene de castaña cabellera tapar su carita avergonzado por haber halagado los patines rosas que ella tenía en esos tiempos.
"No puede ser... ¿Simón?"
Ámbar pestañeó con una casi imperceptible sonrisa escapar de sus labios, al estrellarse en su mente miles de recuerdos de aquel tierno e inocente niño de su niñez, tanto, que Delfina tuvo que darle un ligero golpe en su codo.
La rubia caminó unos cuantos pasos dispuesta a tomar el lápiz, con la intención de ver más de cerca a Simón, había cambiado tanto. -Ah... si, gracias -murmuró acercando su mano hacía el lápiz, una vez lo tomó, Simón sonrió y rápidamente tomó el dorso de la mano de la chica depositando un pequeño beso en sus dedos.
-No hay de qué, bonita -murmuró melodiosamente regalandole una sonrisa coqueta, levantándose del suelo.
Ámbar solo frunció el ceño. Este no podía ser Simón, no, seguro se equivocó y su mente le jugó una mala pasada al confundir al inocente de Simón con este... chico.
-Perdón, ¿Pero quién crees que sos para hacerme eso? -gruñó alejando bruscamente su mano.
-¿Es que acaso no me reconoces? -el chico volvió a hablar y está vez Ámbar pudo reconocer el acento, Mexicano-. Soy yo, Ámbar -el chico se acercó demasiado a la rubia y tomó las manos de la chica acariciandolas con cariño.
Ámbar volvió a fruncir el ceño dispuesta a empujarlo pero algo lo evitó. -Soy yo -volvió a hablar.-El amor de tu vida -y esta vez si lo empujó.
-Ah, no. Sos un desubicado. ¿Vos qué te crees que sos? -Simón sólo reía, mientras miraba de reojo a la rubia enojada. Se veía realmente divertida su expresión.
-¡Ámbar! ¡Soy yo! -volvió a reír, pero esta vez la rubia se giró hacía sus amigas para salir de ahí, y con eso Simón dejó de jugar. -¡Hey, espera! ¡Soy yo, Simón!
Pero muy tarde, la rubia se había ido. Y el pobre chico se quedó con las ganas de seguir viendola.
"Que linda te haz puesto, Ambar."
Instintivamente se relamió los labios. Y encaminó a paso lento al baño. -Voy al baño, chicos. En seguida vuelvo -dijo a los chicos que antes lo estaban rodeando antes de guiñar un ojo a todos los presentes.
-Ah... ¿Simón? -habló un chico.
-¿sí? -murmuró con las manos en sus bolsillos sin dejar de caminar.
El chico señalo a un lugar. -El baño esta para ese lado -dijo, y Simón volteó.
-Ah, gracias -concluyó calmadamente hasta caminar y doblar en la esquina del pasillo, y ahí cuando nadie lo veía empezó a correr con su cara roja como toda una perra loca al baño.
Hey, no lo culpen. Tiene que hacerse una nueva reputación.
Pero por ahora, solo llamaría a su mejor amiga para contarle y emocionarse con ella sobre el encuentro que tuvo con la niña que, en su infancia, le había robado el corazón.
-¡Necesito contarle esto a Luna! -chilló felizmente dando saltitos dentro del cubículo del baño.
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Holaaa, les dejamos el segundo capitulo de esta novela. No se olviden de seguir a MxstxrSwxg, chauuuu.
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Simón, el pervertido.
أدب الهواة-¿Podrías, por favor, parar un poco? -gruñó enojada Ámbar alzando las manos exasperada, mientras Simón solo se dedicaba a reír. -¿Pero qué tiene de malo que te diga que estás muy bonita hoy? -preguntó vertiendo el té en la taza frente a la chica. Á...