Capítulo único.

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Esa noche, antes del inicio de la Guerra se decidió celebrar una pequeña fiesta pues nadie sabía cuando esta podía terminar. Todos estaba en el palacio riendo, comiendo y bebiendo alcohol; todos los demonios (los que tenían consciencia propia)estaba ahí, y por supuesto que no podía faltar la élite del clan de los demonios: los diez mandamientos. Estos de igual forma se encontraban disfrutando de la comida y la música, la fiesta estaba ya en su punto máximo por lo tanto la mayoría se encontraba en un estado de ebriedad, como era el caso de Galan de la Verdad y Melascula de la Fe quienes se encontraban riendo y bailando de forma graciosa tirando lo que podían a su paso. Por otro lado Derieri de la Pureza era detenida por Monspeet de la Reticencia ya que esta quería pelear con todo el mundo; todos huían asustados  para evitar ser asesinados por ella.

Los demás mandamiento Fruadin del Desinterés y Grayroad del Pacifismo solo se limitaban a observar el ridículo que hacían sus compañeros de forma divertida. En cambio Estarossa del Amor se encontraba en un rincón de la habitación observándolos a todos con una sonrisa, pero de cuando a cuando sus ojos se movían en dirección al otro rincón del cuarto donde se encontraba un pequeño pelinegro. En un momento los ojos de ambos se encontraron, mirándose por unos segundos hasta que Zeldris quitó la mirada para después levantarse de su asiento y dirigirse a los balcones del castillo, Estarossa sonrió socarrón y de igual forma de levantó para dirigirse al mismo lugar que su hermano. 

Ya fuera se recargó en el umbral de la ventana, observando a su hermano que se encontraba recargado en el barandal del balcón, no pudo evitar mirar su pequeño y redondo trasero más que nada por la posición en la que éste se encontraba. 

  — Creo que se te ha vuelto costumbre aparecer de la nada, ¿no?— Zeldris se giró para mirarlo, recargando los codos en el barandal, su rostro estaba serio. 

  — ¿Tú crees? — Estarossa sonrió y lentamente se fue acercando al pelinegro, ya en frente de él recargo las manos a los costados del menor, quedando demasiado cerca uno del otro.

  — Estas demasiado cerca — El menor lo miro desafiante, en cambio Estarossa solo se limito a sonreír de forma picarona para después tornar el rostro en una mueca más seria. Desde el día en que su hermano Meliodas traicionó al clan, él y Estarossa se habían vuelto más cercanos pero no de una forma sana, ya que ahora cada que podían tenían pequeños roces, conversaciones indebidas y acercamientos peligrosos, justo como ahora.

 —Lo sé — Estarossa comenzó a bajar el rostro en dirección a su hermano, a causa de eso Zeldris cerró los ojos esperando a ser besado, sin embargo ese beso nunca llegó solo sintió el aliento de su hermano cerca de su oreja.

  — Ven a mi habitación más tarde—   Susurró para después alejarse y entrar a la fiesta de nuevo, dejando a un sonrojado Zeldris.

Cerca de las tres de la madrugada la fiesta aun seguía, todos se divertían y seguían con el escándalo, pero eso no le importaba a Zeldris porque justo como se le había pedido se dirigía a la habitación de su hermano mayor de forma lenta, maldecía por lo bajo el hecho de que ésta se encontrara bastante lejos del salón principal, se sentía mareado a causa del alcohol y llegar le estaba constando bastante. Al llegar se quedó parado en frente de la puerta un momento, no conocía las intenciones de su hermano, Estarossa podía tener una personalidad calmada pero en su interior escondía algo que a cualquiera le helaría los pelos, así que un poco dudoso tocó la puerta. Se escucharon algunos ruidos antes de que la puerta se abriera dejando ver una cabellera blanca.

  — Que bien viniste, pasa — Se hizo a un lado para darle paso al pelinegro cerrando la puerta luego de que éste entrara. Se recargo en la puerta mirando la espalda de su hermano menor. 

La fiesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora