Las cosas cambiaron notoriamente los últimos años. Hubo enormes sacrificios que tuvieron que experimentar para llegar a estos momentos. Personas se fueron en el camino, pero les dejaron la valiosa lección de continuar con su vida.
La guerra del infinito fue una victoria memorable, pero anteriormente se dijo, hubo pérdidas que nunca más volverían al alcance de sus manos. Fue difícil, difícil tener que decidir entre el bien mundial y perder a seres tan valiosos en tu camino, pero así tenían que ser las cosas después de aquella derrota en donde todo se convertía en cenizas, se tenía que encontrar la victoria, pagando precios altos.
Pudieron recuperar su vida, seguir trabajando y apoyando la iniciativa vengadores, pero la realidad, después de todo el inmenso daño que generaron esas gemas, nada se comparaba. El mundo estaba en plena tranquilidad, disfrutando de las personas privilegiadas al sentir su sangre correr por sus venas.
Era la oportunidad perfecta para memorar a sus seres queridos, llenarlos de orgullo y formar su familia. Finalmente, tendrían ese merecido descanso, después de prestar su vida a todo un universo.
Bruce Banner pudo reencontrar al amor de su vida. Su romance jamás sería normal, pero al fin se dio la oportunidad de ser feliz junto a Elizabeth. Thor buscó a su pueblo, Asgard y con la ayuda de todos lograron levantar orgullosamente su hogar. Otros, como Sam y James Rhodes, se aliaron y lograron muchas cosas juntos.
Visión, encontró una nueva familia, una que estuviese a su alcance y comprendiera lo que era su vida. El amor que sentía hacía Wanda Maximoff cesó después de haber perdido el conocimiento, su base de datos falló, su sistema operativo era tan lejano a lo que la Maximoff conocía. Y claro, el dolor que sintió al percatarse que no era nadie para él, la hizo caer.
Pero llegó alguien, alguien que entendía a la perfección sus ataques, el descontrol de su poder, pues a éste, con mencionar unas palabras, perdía el control total de sí. El tiempo avanzó, Wanda aprendió a dominar sus poderes, sin que estos la dominaran a ella. Y Bucky sanó su mente.
Convivieron tres años, tres años juntos, despertando por las mañanas en el mismo lugar, viendo los puntos más fuertes y vulnerables, los días buenos, malos, peores. Eran los únicos en ese lugar, pues todos completaron su misión, pero ellos todavía no sabían lo que querían en un futuro. Y sin previo aviso, ese destino se dio, compartido, ya que en el momento de conocerse nunca imaginaron que llegarían a tener ese bonito sentimiento que dos personas comparten y los unen. Era el amor más puro y real, sin intereses de por medio, sin caprichos, sin aferrarse a algo que no es suyo, como la castaña lo llegó a hacer con Visión. Aprendió bastante de ese error, pero ahora sabía que no se aferraba a Bucky, él era para ella.
Y ahora, estaban ahí, viviendo y aprendiendo de ese gigantesco amor, de esa experiencia de traer siempre un hermoso anillo de oro en sus dedos, presumiendo con orgullo su feliz vida, compartiendo nuevas experiencias y otras más que asomaban su cabeza.
Trabajaban, gozando de una vida normal, mientras podían sostener una pequeña casa que, afortunadamente, alcanzaron con tanto esfuerzo. Él siempre veía por ella, siempre buscó complacer las aspiraciones de Wanda, incluso quería comprar una casa mucho más grande, pero ella se rehusó, pues lo único que deseaba era una vida tranquila, disfrutando humildemente lo que podían llegar a tener.
Posó sus suaves manos en el rostro de James, mientras su mirada estaba fija en el bello muro azul grisáceo que tenía justo enfrente. Su cabello ahora estaba corto, lo hacía verse mucho más joven, más formal, pero de cualquier forma, ella lo quería junto a ella.
—Comienza a incomodarme esa mirada —admitió, mientras la juntaba a su cuerpo.
—No puedo dejar de ver tus bonitos ojos azules —sonrió. Éste sonrió de vuelta, y con un movimiento tan fugaz, ella ya se encontraba sobre la cubierta de esa elegante cocina blanca, envuelta en los intensos besos que Bucky dibujaba en sus labios.