Conservo la tapita, la celeste, la de la matutina, que retumbó en el piso, mientras caías. Te vi perder el sentido por mucho tiempo, paralizarte por los más nimios inciertos. Pero parado y desnudo, con el agua por el cuerpo, la sangre bombeante, rebozaba de miedo. Teñido en violeta y azules decrépitos, se te escapó el aire y la vida, por segundos al menos. Y la estatua inalcanzable de mármol gélido, se derritió en el suelo cubierto de desechos. Desarmado y quieto, permanecí observándote, contemplando lo que a veces fue mi miedo o mi anhelo. Y con la muerte rondándote, casi que tomándote por el pecho, no atiné a alejarla, dejé que devorara tu cuerpo. Una lágrima de aire, te sacó de tu sueño, suplicando me pedías ayuda, bañado en un rojo tremendo. Y así, milagrosamente, sin mi ingenio, volviste a la vida, como si nada hubiera sido cierto. Pero yo soy rencorosa y con una memoria que me da miedo, creo que aún no te perdoné por morirte, aunque fuera por un momento.
YOU ARE READING
Estrés Postraumático
Short Story370 después todavía lo recuerdo, los flashes vuelven nadando en las olas de sudor, al ritmo de mi taquicardia.