Capítulo único

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Tenía su rostro acunado en mi cuello nuevamente, sentados en el piso de mi habitación sentía las  lágrimas que se escapaban de sus grandes ojos cafés mientras me abrazaba, mientras se aferraba a mí como si fuera el objetivo de su vida.

Desde aquel verano en el que nos conocimos siendo unos niños que no sabían nada del mundo o del amor, hasta pasar por la adolescencia en la que hemos encontrado el significado de felicidad con el simple hecho de vernos a los ojos mientras sonreímos, he amado a Jungkook con cada parte de mi ser, con cada fibra de mi cuerpo y cada latido de mi estropeado corazón.

Por eso el tenerlo una vez más entre mis brazos, llorando desconsoladamente, frágil y  roto hasta el alma, me hace sentir miserable.

—Esto no está bien— me dice despegándose de mí un poco— Mi padre volvió a decirme hoy en misa que Dios castiga a los hombres que aman a otros hombres, a mujeres que aman a otras mujeres y a todo eso que no es natural, me dijo que cuando llegue el momento de juzgar a esas personas, les negará la entrada al cielo— Volvió a esconder su rostro en el hueco de mi cuello— Tengo tanto miedo de ir al infierno Tae— Y volvió a sollozar. 

Siempre era igual, desde que nos dimos nuestro primer e inocente beso en un rincón de la casa del árbol en la que jugábamos cuando éramos chicos, hasta el momento en el que hicimos el amor por primera vez en esta misma habitación acalorada, totalmente a oscuras. Jungkook siempre terminaba con una culpa que yo no lograba entender.

—No irás al infierno, Jungkook— mi voz salió grabe mientras me separaba de él unos centímetros para verlo a los ojos— Alguien con un alma tan pura como la tuya no puede ir a otro lugar que no sea el paraíso ¿Me entiendes?— Y lo besé en los labios.

No tardó ni un segundo en corresponder a mis besos, porque así era Jungkook, estaba lleno de temores y miedos, que muchas veces lo superaban y terminaba estallando ante todo aquello que lo preocupaba y no lo dejaba dormir por las noches, pero me amaba, su cuerpo y sus manos respondían a mis caricias, a mis besos, todo su ser me decía a gritos que él también me amaba de la misma manera en la que yo lo amaba a él.

Y era triste, todo aquello era jodidamente triste, porque teníamos que vivir escondiéndonos, por la mente cerrada de su familia, por su fanatismo con la religión y los castigos divinos, porque todas esas personas que profesaban aceptación y misericordia, se habían encargado de recalcarle indirectamente que sus sentimientos eran erróneos, que su forma de amar era sucia, algo que iba en contra de lo moral y lo correcto, y yo ya estaba cansado de toda esa basura.

Quería hacerle entender, más que nada en este mundo, que nuestro amor no era así, que los sentimientos que él me inspiraba estaban lejos de tener un motivo por el cual deberíamos sentirnos avergonzados.

—Te voy a decir una cosa Jungkook, escúchame bien— acaricié su cabello castaño y le di un beso en la frente, uno largo— sabes bien que yo no creo en nada de eso, que la religión no es el lugar en donde yo he decidido depositar mi fe o mi espiritualidad, pero voy a decirte lo que pienso en este momento—Acaricié su mejilla—Si después de la vida existe algo como el cielo o el infierno, si después de habernos amado como locos todos los días de nuestras vidas, llega el momento de estar frente a alguien que juzgue como pecado nuestras acciones, asumiré toda la responsabilidad, ¿de acuerdo? Le diré a esa entidad que tú eres un ser lleno de luz y que mereces tener una eternidad a su lado. Que sólo yo soy el culpable de todo lo que esté mal, que te he corrompido, y que tú eres demasiado bueno e inocente como para haberte dado cuenta antes, así que irás al cielo.

Se quedó muy quieto después de escucharme, así que aproveché para secar con mi mano el camino que habían dejado sus lágrimas, mientras me miraba fijamente de nuevo, intuyendo lo que diría a continuación.

—Pero entonces tú serás castigado...— susurró.

—Aceptaré con gusto cualquier castigo que el amarte merezca, el tenerte conmigo esta vida valdrá la pena— Sentencié. Ahora era yo quien lloraba.

Jungkook se acercó todavía más a mí, no titubeó ni un momento mientras besaba mi cuello y subía lentamente a mis labios. Después de un rato se sentó de frente sobre mi regazo, con sus piernas a mi alrededor, y comenzó a hablarme muy despacio.

—No lo harás, Tae, porque sé que una vida no me basta para amarte de la manera en la que mereces, en la que merecemos, porque merecemos ser felices ¿cierto? —¿A dónde había ido el chico que sólo instantes atrás lloraba por la agonía de una vida llena de incertidumbre?, no lo sabía—Así que te prometo que voy a ser valiente, que voy a luchar por nuestro amor cada día, sin importar si es correcto o no Taehyung, te amo— Juntó con decisión su frente contra la mía— Y no quiero una vida junto a ti, sino muchas, así que no vuelvas a decir que nos separaremos cuando esta acabe, que iremos a distintos sitios, no lo hagas— volvió a besarme con intensidad mientras yo aferraba mis brazos a su espalda y mis manos buscaban con desespero más de él, pues nunca tenían suficiente.

Quise protestar, pero mi mente me pidió que callara, pues aquello estaba bien, incluso si nuestro amor nunca salía de esas cuatro paredes, estaba bien. Porque así es la vida que nos tocó vivir y porque mientras nos tuviéramos el uno al otro, a partir de ahora, buscaríamos en nuestro amor la paz que nuestros corazones necesitaran, porque, aunque el mundo acabara en ese preciso instante, los dos ya conocíamos el cielo.   

Nuestro Cielo [One shot] VkookWhere stories live. Discover now