Day 4

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—Hazel Grace. —contestó a mi llamada. —Buenos días nena, ¿cómo estas? —preguntó.

Sonreí.

—Hola Augustus, estoy muy bien. —dije. —Pero la pregunta del millón es: ¿cómo estas tu? —vociferé.

—Estoy bien, gracias por preguntar, Hazel. —articuló.

Era justo eso lo que quería escuchar.

—Bueno, ya que estas bien, date un baño, prepárate, ponte más guapo de lo que eres que te iremos a buscar para ir al: The Children's Museum Of Indianapolis.

—¿The Children's Museum Of Indianapolis? ¿Ya te has vuelto niña, Hazel Grace? —preguntó riendo, ¿Qué tiene de malo ir ahí? —Pues oficialmente eres mi niña.

—¡Oye! No cambies de tema. —anuncié. —Mamá a dicho que quería ir, y pues vamos. Me acompañarás ¿si o no? —pregunté.

—Claro que te acompañaré. —murmuró.

—Te buscamos en veinte minutos, a..

—¿¡Qué!? —gritó él. —¿Veinte? ¿Tan poco? Ese tiempo no me da para alistarme, Hazel Grace. —me interrumpió.

Dios... Si no lo conociera podría jurar que es una niña.

—Si, tienes razón. —murmuré. Él dijo algo como: "Siempre la tengo, querida". —Como soy tan considerable... Te iré a buscar en veinticinco minutos, aprovéchalos Gus, ¡Adiós! —dije y colgué.

Sonreí. Me encantaban estos momentos donde por unos milésimos segundos me olvidaba que estábamos muriendo de cáncer. A veces deseaba que esos milésimos segundos se convirtieran en minutos, quizás horas, o una eternidad de días. Pero me acordaba de mi propia frase, "El mundo no es una fábrica de conceder deseos" y lo sabía más que nada en el mundo.

[...]

Ya nos habíamos parqueado en el estacionamiento que nos brindaba gratuitamente el Museo y nos dirigíamos a este.

Augustus estaba hoy en silla de ruedas y mi madre se había ofrecido a llevarlo, claro después de hablar con Augustus, él no quería ser llevado por mi madre, ya que se sentía indignado, y lo entiendo. ¿Quien quisiera ser llevado por la madre de tu novia? Creo que nadie, era algo vergonzoso, pero al final se rindió y se dejó llevar por mi madre. Yo caminaba a su lado y de vez en cuando le sonreía o cogía su mano de forma comprensiva.

Mi madre era muy altruista.

Frente a mis ojos aparecieron varias construcciones unidas en una, estábamos frente al Museo. Todo era tan grandioso y emocionante que por unos minutos sentí que era aquella niña sin cáncer, sin preocupaciones y que existía por un propósito: Ser feliz, todo era feliz en aquel entonces, todo era color rosa, pensamiento de: la vida es hermosa y un sin fin de más cosas. La vida no era así. La vida no es feliz, es amargada y deprimente, la vida sólo tiene momentos de felicidad, sólo eso, y nada más.

—Me siento como un niño. —comentó sonriendo Gus.

—No eres el único. —susurré.

Caminamos hasta pararnos frente un edificio de cristales donde nos dejaba ver lo que nos esperaba en el interior de este. Pero también había algo. En el edifico había un dinosaurio Diplodocus (dinosaurio de cuello largo) parado en dos patas sobre las paredes de cristales del edificio, parecía como si estuviera escalando, algo muy único y original.

—Siempre he deseado haber vivido en la Era de los Dinosaurios. —dijo mamá.

—Sra. Lancaster estoy de acuerdo con usted. —dijo Augustus sonriendo mientras me miraba. — ¿Y tú, Hazel? ¿También te gustaría? —me preguntó.

The Fault In Our Stars: Last DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora