BLUE EYES

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Si Clarke se sienta quieta por un segundo más, estallaría en una explosión de confeti de lujuria frustrada. Quitó sus pies del suelo pegajoso y empujó su vaso de soda en la bolsa de palomitas de maíz vacía. Lexa se sentaba inmóvil, con los ojos cerrados y su cuerpo eclipsando el pequeño asiento, como una montaña de mezclilla desgastada y algodón recién lavado. Resistió el impulso aberrante de abrazarla e inhalar el fuerte aroma cítrico que sabía, se aferraba a su piel.

¿Estaba dormida? ¿Cómo? La película había sido tan vaporosa que su sangre se había convertido en magma debajo de su piel, gruesa y caliente, peligrosamente cerca de la erupción. Escaneó el teatro vacío y tiró su cabello libre de su cola de caballo, con la esperanza de ocultar algo del rubor arrastrándose hasta su cuello y por sus mejillas. Ella posiblemente no podría actuar en su atracción y arriesgarse a perder la tenue amistad que habían desarrollado. Hacer amigos era cercanamente imposible para ella. Y no se podía arriesgar siendo ridícula. Había venido a Copeland para escapar del ridículo.

Somos amigas. Sólo somos amigas.

Ella no confiaba en sí misma para tocarla, no después de noventa minutos de exquisita tortura que acababa de soportar con el antebrazo de Lexa presionado contra el suyo en el reposabrazos. Podría espontáneamente combustionar. Gracias a Dios que el clima se mantuvo fresco, en medio de Atlantic con la primavera apenas cerniéndose, y tenían varias capas de ropa entre ellas. Dio un golpecito a la bota de Lexa con la punta de su zapatilla.

Sus ojos color avellana se abrieron de golpe, brillante con lágrimas no derramadas. No dormía, se desmallaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa secreta. La película le había movido de una manera diferente. Podría haber sido triste, pero había tenido dificultades para concentrarse en otra cosa que la piel, tanto en la pantalla como al lado de ella.

Lexa presionó la parte baja de las palmas de sus manos contra sus ojos y gimió—: Si le dices a alguien que lloro con las películas de romance nunca te hablaré de nuevo.

—Así que era una película de romance. —Y como si alguna vez hubiera compartido algo de Lexa. Ella atesoraba sus secretos, recogió fragmentos de información, impuesta o robada, y los metió en el nido de urraca de su deseo—. Amiga, era más como porno suave.

Clarke supo que este calor era de un lado, que todo estaba en su cabeza, pero ella no pudo detener el avivarlo. Lexa se volteó para enfrentarla, su sonrisa torcida. Las suaves luces formando sombras sobre su rostro anguloso, haciéndolo parecer depredador. Su voz era un zumbido bajo, prácticamente arrastrándose sobre su cuello. —¿Qué sabes acerca del porno?

Clarke se estremeció a pesar del nuevo estallido de calor a sus mejillas, y se puso de pie. No podía mirarla más. Su boca siempre parecía ir por delante de su cerebro cada vez que se centraba en Lexa durante mucho tiempo. —Teníamos cable. Y, ya sabes, internet.

Su garganta estaba apretada, su voz más chillona de lo que podía soportar. Necesitaba rebobinar esta telaraña de deseo, derrumbarla. Debe. Permanecer. Fría. Se deslizó hacia debajo de la fila, poniendo el mayor espacio entre ellas como fuera posible sin llegar a dejarla atrás. Agarrando la parte superior de un asiento trasero, pasó sus uñas contra la tela áspera. Centrada en el último de los créditos, ignoró el peso de sus ojos clavados en ella mientras esperaba a una mayor elaboración. Un silencio se extendió entre ellas que rompió con el crujido de su asiento. El breve toque de lexa, la luz contra la parte baja de su espalda, la sacudió al pasillo.

—Cierto. ¿Quieres tomar una pizza antes de dirigirnos de vuelta al campus? —preguntó Lexa.

¿Por qué se mantenía queriendo hacer más cosas? ¿No estaba aburrida ya? ¿Lexa no tiene planes? Ella no podía sobrevivir otra hora en su órbita. Negó con la cabeza.

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⏰ Last updated: Apr 07, 2018 ⏰

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