16.

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Él respiró dos veces seguidas y su pecho dolió a medida que corría fuera del estadio con los gritos detrás

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Él respiró dos veces seguidas y su pecho dolió a medida que corría fuera del estadio con los gritos detrás. No iba a detenerse por nada, había ganado el partido, todos estaban gritando y celebrando la victoria y Justin solo necesitaba estar en un lugar en esos momentos, y ese lugar era con ella.

Había durado todo el día con la necesidad de que el partido llegara. Los nervios lo habían colapsado, era uno de los juegos más importantes, uno que definiría su próximo paso, y él no cabía de la felicidad con lo que su equipo y él habían logrado. Y ella había sido el incentivo perfecto para que él jugara al cien por ciento. Él hasta tenía que admitir que no recordaba la última vez en la que había jugado con tanta emoción.

Justin era entregado al juego, muchísimo más que cualquier otro, pero ese mismo día lo había dado todo, absolutamente todo.

Había querido que el tiempo pasara más rápido, que el juego terminara, que ella estuviera ahí esperando como prometió en aquella pequeña nota. Aquella pequeña nota que lo había puesto duro cuando la leyó.

Había sido en la mañana y en la entrada a clases. La desesperación con la que había entrado a las instalaciones de la preparatoria era algo que él desconocía y que en cierta parte no le gustaba. Él había tenido algo que le decía que debía ir a su casillero antes que algo más, y ahí estaba. Aquel papel descansando dentro de su casillero.

Él sonrió mientras leía, una emoción recorriéndolo de pies a cabeza. Ella había dicho que sí. Le había pedido que confiara, y lo que ella no sabía era que él confiaba en ella totalmente.

El día había pasado tan lento para él, las clases habían sido un total desastre pues él no se concentraba en ninguna. Justin en verdad no le había gustado aquello, que estuviera tan desesperado porque la noche llegara. Era gracioso y molesto para él cada vez que giraba a ver el reloj en las paredes, o cuando no tenía uno cerca veía la hora en su teléfono. Había sido desesperante y nunca había estado así por alguien. Jamás. Y era ese el problema, si alguien que ni siquiera conocía o sabía como era podía ponerlo de aquella forma, no se alcanzaba ni a imaginar como estaría cuando la tuviera cerca o respirara el mismo aire.

Justin mordió su labio cuando abrió las puertas del edificio y corrió, subiendo las escaleras, casco en mano y respirando tan fuerte que sentía que su pecho dolía el doble. Lo que ella le hacía. Lo que provocaba en él al querer encontrarla.

Él se detuvó cuando dobló el corredor y se dio de frente con el pasillo en dónde se encontraba su casillero, total oscuridad reinando. El absoluto silencio siendo interrumpido por las fuertes respiraciones que él daba y que hacían eco. Él mordió su labio con nervios cuando no vio nada. Ni a nadie.

Joder, ¿Por qué no estaba? Lo había prometido. Pensó mientras daba lentos pasos, acostumbrandose a la oscuridad y la pequeña luz detrás de él que venía del otro corredor y que no ayudaba en nada iluminando.

Hey, BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora