Hogar

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Era ya de noche en aquel día de verano cuando finalmente Sakura terminó una compleja y extenuante operación, se encontraba sin energía alguna, pero sentía su esfuerzo bien recompensado debido al éxito de la intervención, donde había ayudado a un shinobi a retomar su trabajo.
Le agradaba sentirse útil a su aldea, a la visión de su amigo Naruto, y con esa satisfacción, recogió sus cosas y se dirigió a su hogar, buscando un merecido descanso.

Mientras caminaba en la calle desierta, sus pensamientos comenzaron a volar. Se apenó al pensar que Sarada seguramente ya estaría dormida, agotada por alguna extenuante misión. Nunca podía pasar el tiempo que realmente quisiera con ella, y Sakura sentía que era su deber compensar la ausencia de su padre ocupando parte de su rol, que su hija tuviese una figura presente.

Ultimamente no podía estar con ella, Konoha aún estaba recuperándose del ataque de Momoshiki y Kinshiki, y todos estaban dando lo mejor de sí para que la aldea volviese a ser lo que era. Sobretodo ella, la directora del hospital, no había tenido un respiro atendiendo a los afectados por el ataque.

Ella esperaba que Sarada lo entendiera, y sabía que lo hacía, pero lo que le había roto el corazón, y un poco a ella misma de hecho, fue la nueva partida de Sasuke, hacía ya tres semanas.
Ambas tenían la esperanza que se quedara un tiempo más entrenando a Boruto, pero no fue así. El deber siempre es lo mas importante para un ninja, asi que emprendió el viaje una vez más, sin fecha cercana de retorno, para seguir buscando las huellas de el clan otsosuki.

Cuando finalmente sus pensamientos dejaron su conciencia tranquila, ya estaba frente a la puerta de su nueva casa, recién comprada luego de haberse cargado la anterior.
-Tadaima- susurró Sakura en el pórtico de su casa a oscuras, luego de dejar sus sandalias al lado de las de su hija y se adentró en su hogar.

Tal como lo esperaba, estaba todo apagado, y dejando sus cosas en la sala entró a la cocina en busca de algo para comer.
Enternecida pudo ver que Sarada le había dejado la cena preparada sobre la mesa, lista para que ella pudiera calentarla. Ella era tan parecida a Sasuke en ese sentido, sabían demostrar el afecto a través de esos pequeños detalles, casi invisibles para ojos ajenos.

Ella tampoco lo entendía al principio, pero su matrimonio con Sasuke le enseñó a poder apreciarlos, cada mirada, cada gesto... Aprendió a leerlo entre líneas, a saber que era lo que el exactamente quería decirle y su orgullo no le permitía.
Sakura nunca le exigió un gesto romántico, porque ella amaba al Uchiha como era, en su naturaleza. Ya no sentía la inicial inseguridad sobre si su afecto era sincero, ahora ella sabía que él la miraba de una manera especial. No había casi palabras, no eran necesarias.

Pensando en ello, y con una sonrisa en su rostro, Sakura entró en la habitación de Sarada y la observó dormir. Ella era la coronación por todo lo que había luchado, la paz, el amor de Sasuke, Konoha... Y verla le hacía pensar que sin dudas había valido la pena.
Suavemente, besó su frente y le susurró, sabiendo que la escucharía, "Lo siento Sarada, otra vez llegué tarde", acomodó su almohada y salió, dejándola dormir.

Sin muchos ánimos, fue al baño y luego de un baño refrescante, comió su cena en silencio, acompañada solo por el tic tac del reloj de la cocina. Mañana sería su día libre y quería pasarlo con Sarada.

Casi sin pensar, se metió en la cama, pero apenas su cabeza rozó la almohada se desveló. Sentándose en la oscuridad interrumpida por la suave y fría luz de la luna, no pudo evitar mirar con algo de nostalgia el otro lado de la cama, que ahora había vuelto a ser frío y no había ninguna arruga que interrumpiera la visión.

Era tonto, pensó Sakura, pero nunca se atrevió a ocupar toda la cama, durante mas de once años siempre se limitó a su espacio, la derecha. Ella siempre intentaba convencerse que era a que no quería renunciar a la posibilidad de su regreso. Pero esa no era toda la verdad.

Es que, al final del día, cuando las preocupaciones cotidianas ya no la alcanzaban, ella debía enfrentarse a esa soledad, y no podía dejar de preguntarse al ver su almohada impoluta y casi sin uso, si a él le sucedía lo mismo cada vez que quería conciliar el sueño.

Fantaseaba con que esto fuese así, no para desearle mas dolor a él, sino que para sentir que la carga de ese peso era compartida.
Se sentía egoísta por pensar en ello cada día, porque ella bien sabía que a Sasuke estar tan lejos del hogar secretamente le apretaba el corazón, tener que perderse el crecimiento de Sarada, no poder ser un apoyo constante para Naruto... Ella era la afortunada por vivir todo eso, y solo le importaba si el la extrañaba tanto como ella lo hacía. Esa culpa la carcomía.

Harta de martirizarse mentalmente, encendió el velador, dejando la habitación cálidamente iluminada y sacó del cajón de su mesa de luz la foto de su boda, la única que tenía y que recelosamente guardaba.
Podía ver la felicidad en el rostro de ambos, engalanados en kimonos de seda. Su mano se detuvo en el rostro de Sasuke, como una suerte de caricia. En su expresión neutra ella podía ver la dicha que transmitían sus ojos.

Besó la foto y la colocó debajo de su almohada, como hacía todas las noches. Solo de esa manera lograba conciliar el sueño cuando el no estaba.
Sonrió por ello, inicialmente eran dos copias de la foto, pero siempre lamentaba haber perdido la otra durante el viaje que hicieron juntos. Ella tenía la única, y ni siquiera Sarada la había visto aún, quizás algún día debería mostrársela, contarle como comenzó todo... Pensando en eso, Sakura se durmió, con una sonrisa en su rostro al sentirlo tan cerca.



Jamás podría saber que, a miles de kilómetros de allí, la gemela perdida de aquella foto estaba siendo observada a la luz de una acogedora fogata, provocándole una sonrisa de añoranza al observador.

Hogar (One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora