Euphoria | TK OS

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"Euforia. Toma mis manos ahora, eres la causa de mi euforia".

Los intensos días de verano, abren camino apresurado a los fríos hielos del invierno, acumulando los copos de nieve que envuelven el paisaje en finas capas blanquecinas, fulminado a su paso a todos aquellos forasteros que han sido invitados a admirar su belleza.

Aquí en aquella estación en la cual nos enamoramos y nos prometimos amor eterno. Gajes de una juventud que se calaba en nuestra retina para no olvidarse jamás. Aquellos pasillos en donde muchas veces nos besamos, donde nos miramos por primera vez, donde irrumpiste mi vida para grabarte en mi piel, cual tatuaje imborrable más hermoso. Mi inspiración, mi divinidad, mi todo.

La sala de clases en donde solíamos reír, donde nos conocimos y donde tan humildemente estrechaste mi mano, provocando en mí un sentimiento que nunca experimenté antes. Te pinté a mi imagen, tracé líneas con colores que en mi vida supe que existían, delineé tú contorno en mi lienzo y acaricié tu rostro cuando la pintura llegaba a su término.

Enamorados, como los adolescentes que solíamos ser. Tú, del pintor y yo del modelo más bello. Cuantas veces nos imaginamos mostrando el arte del amor que creábamos en perfecta sintonía. ¿Cuántas? Llegaste a llenar cada rincón de mi vacío corazón, me devolviste los colores que creí perder, le diste matices a mis sentimientos y me envolviste en tu hilo, para tejerme como la más fina de las telas.

Y así crecimos, aumentando mucho más la intensidad de nuestras artes, respirando en el mismo sitio, nuestro, ahogándonos entre el placer y el amor de una joven pareja. Realizando nuestros sueños juntos, regalándonos caricias y reconfortándonos en los cálidos abrazos que solo nosotros mismos podíamos darnos, calmando toda ansiedad que nos producía el que nos llegase a faltar todo algún día.

"Euforia. Cierra la puerta ahora, cuando estoy contigo estoy en utopía".

Pero así como el aire a veces no es lo único necesario para respirar, la falta de otros matices comenzaban a hacer estragos entre nuestros latidos.

Alejarnos fue fatal, no siempre nos podemos mantener sumergidos en una pequeña burbuja, porque tarde o temprano terminará por pincharse, arrasando a su paso con todo aquello que alguna vez fue más que perfecto para ambos.

La lejanía nos distanciaba, las noches se sentían vacías sin el calor del cuerpo del otro. La vida profesional es el peor de lo males, cuando se pierde lo más grande y lo más importante que tuviste entre tus finos dedos, así como la arena que se escabulle al tener contacto con el agua. Como cuando la lluvia borra todo rastro de suciedad por donde quiera que se pose.

Situaciones insostenibles, descuidos que pudieron haberse evitado, gritos, rencores acumulados con el paso del tiempo, discusiones que terminaban por dañar aún más nuestros destruidos corazones. Lágrimas acumuladas de tanto soportar como se desmoronaba todo frente a nuestros ojos, palabras vacías que antes eran el deleite de nuestro sentir.

Todo, todo, todo se destruía al paso y ninguno era capaz de sostener la mano del otro para evitar que la vida nos dejara caer; orgullo, egolatría, frivolidad, insensibilidad, no importa lo que fuese, ya no éramos los mismos que hace años atrás. Nuestra pequeña utopía terminó por presentarnos nuestra cruda verdad, verdad que no quisimos ver a su tiempo y que arrasó con todo lo que alguna vez construimos.

Abandonando nuestro nido, para no dar marcha atrás. Quemando los recuerdos más bellos, para perderse entre las cenizas que el viento se encargaría de disipar.