Una línea, una curva, una sombra y una línea más. Frente a mí, Gabriel se encuentra totalmente inmóvil, esperando por mi señal, aquella que le he enseñado, aquella que significa que acabé con mi dibujo y es libre de moverse de nuevo. Me encanta dibujarlo, su perfil es perfecto, como si hubiera sido bordeado con la punta del más fino lápiz. Sus rasgos algo afeminados le dan un toque de sensibilidad que le favorece y hacen delirar a más de una chica, lástima que sus intereses vayan por una dirección totalmente contraria.
Un teléfono suena. Sé que no es el mío, lo apagué en cuanto saqué mi blog. No me gustan este tipo de distracciones mientras dibujo, Gabriel lo sabe y eso explica la mirada de disculpa que me da.
—¿Podrías apagarlo, por favor?
—Lo siento cariño. Es un mensaje de mi madre, necesita que vaya a casa. Además ya es tarde y si mal no recuerdo hoy debes trabajar.
Tiene razón y lo sé. Decido terminar mi dibujo en otro momento. Llamo a la mesera que está más cercana a nosotros para pedir la cuenta y empiezo a guardar mis cosas. Gabriel debe irse, su madre está siendo algo insistente, así que cuando la mesera regresa con la cuenta se asegura de dejarle una buena propina junto con el pago por nuestros cafés, besa mi frente y se aleja. Termino de ordenar cuidadosamente mis lápices y mi blog en mi bolso y salgo de la cafetería dejando detrás el tintineo de la campanita al abrir y cerrar la puerta.
Procuro caminar rápido, nunca es bueno llegar tarde a tu trabajo. No estoy muy lejos, son sólo unas pocas cuadras pero voy justa de tiempo.
Escucho a alguien gritando un nombre detrás de mí.
Samantha.
Es una voz gruesa, muy masculina. No volteo, al fin y al cabo no es a mí a quien llama.
Samantha. Repite el hombre.
Empiezo a imaginar posibles situaciones. Tal vez el hombre está llamando a su novia, quien podría estar enojada con él por algo que hizo
y lo está ignorando al no responder su llamado.Samantha. Ahí está de nuevo.
¿Qué pudo haber hecho el hombre para que ella esté enojada?, ¿Lo habrá descubierto siéndole infiel? ¿Habrá dejado la tapa del baño arriba? O quizás...
Mi mano.
Alguien detrás de mí toma mi mano y por un momento una imagen de mí siendo asaltada en medio de la calle cruza por mi mente, pero no es un agarre fuerte, es suave, cálido y dulce. Se siente bien.
—Samantha.
Volteo. Ahora frente a mí tengo a un chico alto de lindos ojos verdes mirándome. Su rostro refleja algo de timidez al notar que tengo mi mirada fija en él.
—Disculpa, ¿Me hablabas a mí?
—Claro, no te veía desde aquella vez en esa cafetería. Pasaba por aquí, te vi salir y quise saludarte.
—Lo siento, creo que te equivocas. Mi nombre es...
—Tal vez ya lo olvidaste —la timidez vuelve a su rostro y sus mejillas toman algo de color—. Ya sé ¿Qué te parece si empezamos de nuevo? —estira su mano derecha hacia mí en forma de saludo—. Hola Samantha, mi nombre es Christopher, nos conocimos hace poco en aquella cafetería de la que acabas de salir.
¿Nos conocimos?
No, imposible.
¡Mi nombre ni siquiera es Samantha! Además creo que recordaría haber hablado con él. Es muy atractivo, su cabello es negro y un poco largo, piel blanca y algunas pecas sobre sus mejillas que lo hacen lucir adorable.
¿Qué más puedo decir? Tiene toda mi atención.
—Claro... Creo que ya empiezo a recordar. Me encantaría quedarme a hablar contigo, pero ya voy algo retrasada a mi trabajo.
Sé que no puede estar bien hacerte pasar por otra persona, pero quiero saber más de él. Se nota que él tiene interés en Samantha y cree que esa Samantha soy yo.
—Yo podría acompañarte a tu trabajo si deseas.
—Eso estaría bien.
Él habla mientras yo solo me mantengo mirándolo en silencio. No comprendo la mitad de lo que dice porque estoy desconectada. Su físico me gusta, no es atlético, pero tampoco está fuera de forma, no es muy alto, pero tampoco es bajo. Su cabello, como ya lo dije, es oscuro, pero en ocasiones la luz deja ver destellos castaños en él. Estoy segura de que si Gabriel estuviera aquí estaría babeando sobre él.
Me detengo justo frente a la entrada de mi trabajo y él hace lo mismo. No quiero que se vaya, quiero que siga hablando entretenido para yo poder seguir admirándolo.
—¿Crees que sería muy atrevido de mi parte pedir tu número? Me gustaría invitarte a salir, Samantha.
—No lo tomaré como atrevimiento.
Sonrío y luego de darle mi número se marcha. Ya voy tarde pero no me importa, creo que vale la pena. Estoy acabando de cruzar las puertas cuando tomo mi celular del bolso y lo enciendo, inmediatamente la notificación de un nuevo mensaje alumbra mi pantalla.
¿Te parece bien el sábado en la noche? Pasaré por ti.
Christopher.
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Historias Cortas
DiversosHistorias cortas. Cuentos. Situaciones sin sentido alguno. Espero te agrade.