Capítulo 3.

1.1K 37 0
                                    

-Cállate y escucha –habló más que preocupada, estaba nerviosa –Cierra las puertas, detén los ascensores y quiero a cada uno de los de seguridad en cada puerta de este edificio –sus ojos verdes observaron como llegaba cada empleado en busca de la pequeña. Era sábado y tenían claro que no trabajaban, pero era Lauren Jauregui la jefa, así que no tenían opción.

-Señorita Jauregui ya están todos aquí, ¿Cómo está vestida la niña? –dijo un empleado.

-Lleva un....-Mierda, no recordaba como estaba vestida la niña.

-Dame eso –le dijo Joey y Lauren le dio el teléfono –lleva una blusita blanca de mangas largas parece como un suéter, también lleva unas mallas rojas y unos tenis blancos, y para que la reconozcas mejor –Lauren lo miró –lleva un lazo rojo en su cabello.

-Muy bien señor, ya las estamos buscan...

-Quiero que pongas tu trasero en la oficina y revises todas las malditas cámaras de este lugar, ¿entendiste o te lo repito? –dijo Lauren molesta y asustada, pero nunca lo iba a mostrar.

-S-Sí señorita.

Luego de la llamada, ellos también ayudaron a buscarla. Pasaron alrededor de veinte minutos y aún no sabían nada de la pequeña. Lauren se estaba volviendo loca pero no sabía si por la pequeña o porque en los diarios matutinos del lunes saldría en primera plana, "Niña se extravía dentro de Jauregui&M". El sonido del teléfono la hizo reaccionar

-Espero que sean buenas noticias, sino no entendería el motivo de tu llamada.

-La encontramos –Lauren sintió alivio –está dentro del ascensor principal, pero no ha querido salir, no quiere.

-Voy para allá.

Joey se acercó a Lauren y ambos fueron hasta el ascensor, ¡Que tontos!, nunca buscaron ese sitio y que tontos los demás que tampoco se les ocurrió. Lo que comentó uno de los guardias, fue que la niña se quedó dentro del ascensor cuando los detuvieron pero por suerte ahora estaba abierto y así pudieron evitar que la pequeña se sintiera sofocada o que se asustara por estar ahí dentro. Lauren se acercó y le pidió a Joey que les dijera a todos que se fueran. Y así lo hizo, la dejaron a solas con la pequeña y Joey hizo lo que le ordeno su jefa. Lauren miró a la pequeña que estaba sentada en el suelo con sus manitas sobre su rostro y sus piernas cruzadas.

-¡Hey! –la niña no la miró –me asustaste, creí que te había pasado algo. Pero la niña no le respondió de nuevo –debes de salir de aquí, más bien debemos salir de aquí, ven –extendió su mano a la pequeña pero la niña no la tomó, en cambio sus ojitos marrones la miraron, sus ojitos llenos de lágrimas y rojos, su mirada no era como la del supermercado, era triste.

-No entles, tú glitas cosas malas y no me conoces –dijo la pequeña.

-Pero es cierto, no sé quién eres ni porque fuiste precisamente a mi departamento, no dije ninguna mentira –se defendió Lauren.

-Glitas y eso no me gusta –Gritas, Lauren. Ah, y no le gusta.

-Lo siento, pero esto me desespera igual que a ti, no me has dicho nada de cómo puedo ayudarte a que regreses a tu casa –Lauren se acercó un poco más a ella y así evitar que la niña tocara un botón.

-Quielo a mamá –la niña la miró y Lauren no supo qué hacer cuando la niña se abalanzó a sus brazos y se abrazó a ella. Lauren se quedó estática pero la pequeña se aferraba más a ella y comenzaba a mojar su camisa con sus lágrimas. Por instinto o para tratar de calmarla, puso su mano en la espaldita de la pequeña y dejó pequeñas caricias. Mientras la más pequeña se escondió en su cuello. Joey llegó justo a tiempo para ver la escena de su jefa con la pequeña.

-Yo sé que extrañas a tu mamá pero –la niña se separó poco a poco y Lauren le quitó con su pulgar las lágrimas que había en su carita – ¿sabes el camino de vuelta a casa?

-No lo decueldo mucho –la niña dijo con frustración y apretó sus puños un poco, tal y como lo hacía Lauren pero estaba tan desesperada que no lo notó.

-En tu mochila debe haber un papel con tu dirección, ¿no es así pequeña? –le preguntó Joey.

-Chi –la pequeña corrió hasta la oficina de Lauren y buscó en su mochila. Después de cinco minutos en los que la niña no había vuelto, ambos fueron a buscarla y la encontraron dormida sobre su Nala.

-Otra cosa, los niños caen dormidos donde quiera y a la hora que sea, y más a su edad, ¿Cuántos años dices que tiene?

-Tiene dos –mientras Lauren miraba la tierna escena.

-¿Quién la habrá perdido de vista así como para dejarla sola?

-Lo mismo me pregunto, pero cuando lo sepa le patearé la boca.

-¿Era el trasero, no? –dijo Joey riendo.

-¿El trasero de quién? –dijo Lauren mirándolo y entrecerrando sus ojos.

-Creo que tú también necesitas descansar, ¿quieres que las llevé a casa o puedes conducir sin quedarte dormida?

-Puedo hacerlo, sólo ayúdame a llevarla hasta el auto.

Lauren recogió su mochila y Joey cargó a la niña, tomó su peluche y se lo dio a Lauren. Bajaron hasta el estacionamiento y Joey puso a la niña sobre el asiento trasero. Su jefa le agradeció y subió al auto, y condujo de nuevo hasta el departamento. Cuando llegaron, con cuidado de no despertarla, la cargó y la puso sobre sus brazos, se colgó su mochilita rosa y entraron al ascensor. Al llegar al departamento, abrió la puerta con mucho cuidado y la llevó hasta el sofá. La dejó ahí y luego ella se fue a su habitación.

Sacó algunas almohadas y unas mantas para colocarlas en la cama que había en el cuarto de a lado, era una habitación cálida y linda, pero esa no la usaba para nada. Sólo de vez en cuando, cuando sus hermanos la visitaban o cuando Normani se quedaba ahí. Cambió las sabanas y puso unas nuevas, alrededor de la cama puso muchas almohadas para evitar que la pequeña cayera. Fue por ella hasta la sala y la trajo hasta la habitación. La dejó con mucho cuidado ahí y le quitó sus tenis. Y le deshizo el lazo que tenía en su cabello negro. Dejó la luz encendida y fue directo hasta su habitación, entró a la ducha y dejó que el agua relajara sus músculos. Había sido una tarde muy pesada. Algo confundida aún, tomó su bata de baño y fue directo a su armario. Sacó su pijama que consistía en un pants rosado con dibujos de libélulas negras y una blusa muy sencilla negra para dormir. Secó y cepilló su cabello, y se metió en las sabanas, luego de cambiarlas también. Estaba muy cansada, la vida de un niño era muy agotante. Se imaginaba a la madre de la niña que estaba durmiendo en el cuarto de junto.

¿Quién sería capaz de dejarla sola?

¿Por qué no la estaban buscando?

¿Cómo será tu mamá?

¿Por qué llegaste a mi vida a desordenarla, pequeña?

Miles de preguntas rondaban su cabeza, hasta que el sueño la venció.

Una idea se cruzó por su mente, pero no era posible.

Quizás mañana podría averiguar un poco más de ella, abriendo esa mochila rosa que la niña colgaba en su espalda.

Quizás podría investigar en internet, qué darle de comer por la mañana cuando despertara.

Quizás mañana habría más preguntas que respuestas. 

Perfecta Casualidad (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora