Capítulo 7

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Sabía que le estaban temblando las piernas; solo esperaba no caerse a sus pies. Hacía años que un hombre no le provocaba tal sensación de placer y, aun así, aquella vez no había sido algo compartido. Entonces se había vuelto loca por un tipo que no la veía más que como a una hermana. De cualquier mudo lo que estaba sintiendo en ese momento era muchísimo más fuerte.

La boca de Gastón fue adquiriendo más y más ímpetu a medida que iba subiendo por su cuello. Sin dejar de besarla, le dio la vuelta para que lo mirara en aquel silencio preñado de deseo. Sus labios se desplazaron hasta la garganta, donde podía sentir los latidos de su corazón y desde donde fueron subiendo para alcanzar su boca. Con extrema delicadeza consiguió que la abriera con el fin de saborear su lengua. En todo ese tiempo, las fuertes manos iban paseándose por su cintura y por su espalda, haciendo que el cuerpo de Malena se pegara completamente al suyo.

Enseguida se hizo obvio que ella no tenía la menor experiencia en aquellas lides. Gastón notó su falta de reacción. Parecía no saber que debía hacer, así que él decidió llevarle las manos hasta su pecho y, una vez allí, el instinto le dijo a Malena que le desabrochara los botones de la camisa y jugueteara con el delicado vello.
-Así -le dijo mientras jugueteaba con su lengua-. Saborea mi boca como hago yo con la tuya. No luches contra lo que estás sintiendo.

Male oyó aquellas palabras como si estuviera metida en un túnel. El caso era que no entendía lo que había dicho, y sin embargo su cuerpo obedeció al instante, comenzó a moverse al ritmo del suyo, con la misma ansia. Al mirarlo a los ojos se avergonzó de lo que estaba haciendo, pero en cuanto sus labios volvieron a rozarla, perdió todo pudor y se dejó llevar por la pasión que se estaba desatando dentro de ella.

Gastón se separó de ella un momento y se dio cuenta de que aquella mujer le provocaba un extraño instinto de protección. Hacía años que no besaba a alguien tan inocente e inexperto. Pero le gustaba lo que sentía, le gustaba mucho. Volvió a besarla desesperadamente mientras ella lo acariciaba cada vez con más soltura. Detestaba la idea de que Malena se diera cuenta de lo vulnerable que era o de lo vulnerable que ella lo hacía sentirse. Había muchas cosas que todavía no sabía de esa mujer y seguía sin confiar en ella plenamente.

Parecía inocente pero no podía olvidar el vestido que llevaba la noche que la conoció, ni las terribles acusaciones que le había hecho su padre. No se atrevía a confiar en ella con tan pocos datos y, por otra parte, su cuerpo se estremecía de placer al entrar en contacto con el de ella. Pero no debía convencerla de que se dejara llevar, todavía no.

-¿Por qué lo has hecho? -le preguntó ella con la voz entrecortada.

-¿Y por qué me has dejado hacerlo? –contestó él sin sonreír siquiera.

De pronto Malena se sintió muy incómoda y, a pesar del esfuerzo que tuvo que hacer, se alejó de él, que la dejó marchar sin ningún impedimento. Intentó recobrar la compostura mientras que él no parecía haberse inmutado ni lo más mínimo.

-El café ya debe de estar listo -anunció él al ver que ella no se movía.

Malena no tardó en reaccionar, pero no podía quitarse de la cabeza y del cuerpo el recuerdo de haberlo sentido tan cerca de ella. Conocía perfectamente la anatomía del hombre y sabía que la dureza que había percibido en el era algo automático en el género masculino, pero no era nada personal. Eso había quedado más que claro.

Eso la hizo sentirse aún más incómoda. No entendía por qué la había besado y no se fiaba de los motivos que lo habían impulsado a hacerlo. Ahora no podría bajar la guardia. Era obvio que amar a Gastón Vietto sería un verdadero infierno para cualquier mujer.
Cuando terminó de hacerle el sandwich había recuperado la tranquilidad por completo y pudo ponerlos sobre la mesa sin llamar la atención. Pero, al hacerlo, Gastón le agarró la mano y le pidió que se sentara con él. Ella obedeció.

Lejos del MatrimonioWhere stories live. Discover now