Sollozando rosas

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Solo habían rosas, rosas y sollozos. No recuerdo la última vez que sollozé, ni la última vez en que posé mi mano sobre una rosa, una rosa de sollozos.

Mi nombre no es más diferente al tuyo o al suyo, pero es un nombre. Tan diferente y a la vez parecido al del resto de la gente. No te preguntes cual es que ahora te lo digo, mi nombre es...

Hasky...

Soy un simple chico de ciudad, o eso es lo que dice la gente. Soñador, romántico y poético.  Pero solo os estoy diciendo lo positivo, también me llaman torpe, atontado, lunatico, soso, desgraciado, pasteloso, inútil... y sigue la lista pero... bueno, ¿por dónde iba?

Mi vida se basaba prácticamente en estar sentado bajo el roble de la plaza central, leyendo, dibujando o sino escribiendo poesía.

Mis amigos no me comprenden, ya hace un año que no me llaman para quedar o salir a jugar un partido. Hugo dijo que me llamaría para que fueramos a ver una película, pero de eso ya hace 6 años.

Aveces siento como la soledad se apodera de mi, recorriendo cada extremo de mi ser,  y no puedo evitar landar un sollozo, un sollozo enrosado.

Pero un día todo cambio para mi. Dibujando bajo mi árbol, al lado de los rosales, apareció una chica, cuya belleza no puedo definir ni contar con los dedos de una mano. Pareció que apreciaba mi arte, hizo un cumplido a mi dibujo y al ver que no tuve ninguna reacción de ningún tipo, se marchó.

No entiendo por que la gente no llega a mantener una conversación conmigo, mis padres dicen que quedo paralizado ante la presencia de otro individuo al establecer contacto de cualquier tipo, sea visual, auditivo etc.

Para mi el tiempo pasa muy rápido y antes de que pueda contestar la persona ya se ha ido.

He ido a urgencias algunas veces por esto. Pero no solo me pasa con chicas o amigos, mi madre una vez me preguntó sobre lo que quería cenar, y no reaccioné hasta después de un cuarto de hora. O cuando mi padre me gritó que me apartará cuando se le cayó el aspirador por la ventana.

Pero esta vez fue diferente, batí un record de una hora trenta i tres minutos.

Al despertar la gente lanzaba monedas a mi estuche de pinturas. Puede que creyeran que era uno de esos artistas estatua que hay por las calles pidiendo.

La parte buena es que pude comprarme la comida.

Pero desde ese día, sueño con esa chica todas las noches, me asomo a la ventana preguntandome quien es.

Rosas y sollozosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora