Capítulo 3

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“Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser cursi. Que la humanidad recuperara el sentido romántico de la vida y junto con él, la tradición de los noviazgos largos, las serenatas, las cartitas perfumadas, los apretones de manos entre las rejas de los balcones. Cómo me gustaría vivir en un mundo más discreto y decente, donde el amor fuera una necesidad del alma y no un capricho del culo. Pero qué le vamos a hacer: me ha tocado vivir una época insensible, deshumanizada, obscena, en la que nadie respeta ya los sentimientos del prójimo”.

“Qué bien sienta leer un sábado, joder”. Pensó Kate, aún tirada en la cama, y sin intención de salir. Los sábados, para ella, eran días de relax, en los que nadie, ni sus padres ni su hermano, ni tan solo una agenda llena de deberes podían interrumpir. Desgraciadamente, ese sábado si que hubo algo que le hizo cambiar de planes: Peter le había enviado un SMS.

“Te echo de menos, ¿podemos vernos? De aquí media hora al lado del parking del parque Ville.”

Kate no tardó ni un segundo en contestarlo.

“Ok.”

No tenia muchas ganas de salir, así que se puso lo primero que vio, se hizo una coleta que le llegaba por los hombros y se maquilló lo justo para que no se le notaran las ojeras. Pasada la media hora, salió de casa y con suficientes fuerzas consiguió llegar.

+Hey, Pet.

-Hola reina, ¿cómo estás?

+Bueno, si no tengo en cuenta que has estropeado mi sábado de relax, y que me muero de sueño.. Bien, supongo.

Peter miró a Katerine extrañado, mientras ella reía.

-¿Que quieres decir? ¿Que quedar conmigo es una pérdida de tiempo?

+Joder, Peter. Era una broma, no hace falta que me hables así.

-Entonces dime porque me has dicho esto, porque me ha jodido bastante.

+Dejalo, Peter. No quiero discutir.

Kate caminó hacia adelante y Peter la siguió. No sabían dónde iban, pero sí que sabían que algo no funcionaba. No hablaban ni se miraban como antes. Los dos estaban nerviosos y con miedo de que eso terminara. Es más, Peter la miraba cada vez con más asco, pero Katerine quería creer que no era así. Después de dos horas intentando que ocurriera algo para no alejarse el uno del otro, se tuvieron que despedir, pues Kate llegaba tarde a casa. ¿La despedida? Un beso. Un simple beso. Kate callaba, pero el brillo de sus ojos al despedirse hablaban por si solos.

Llegó a casa, con las mismas fuerzas con las que se había ido horas antes, o incluso menos. Entró, dejó las llaves y fue directa a su habitación. Tenía las manos sudadas, de la rabia, de la impotencia que tenia hacia Peter en ese momento. Se dejó caer en la cama, e intento aguantar el nudo en la garganta. “No, no llores” Se decía. Minutos después, su madre entró en la habitación.

-Cariño, ¿puedes bajar un momento?

+Mamá, no me apetece, de verdad.

-Será un momento, tienes que hacerlo.

+Joder, mom. Está bien, ahora bajo.

La madre sonrió a Katerine, y ella se miró al espejo antes de bajar. Salió de casa, y se dirigió al jardín donde estaban sus padres. Pero no solo estaban ellos.

-Mira cariño, estos son nuestros nuevos vecinos, Ryan y Rachel.

+Ah, hola, encantada.

Kate les sonrió como hecho de gratitud, y acto después les dio dos besos.

-Bueno, mi hijo está llevando una caja dentro de la casa, ya sabéis, tenemos mucho lio con la mudanza.

Pocos segundos después señaló hacia la puerta, y Kate vio salir a su supuesto hijo. Un hijo que, por cierto, le sonaba. Le sonaba mucho.

+Pero.. Si tu eres..

-¡La del tren! ¡Eres la del tren!

Kate se quedó en blanco. No podía creerse que el chico del tren estuviera, ahora, a metros de su casa. Ahora lo entendía todo: no había aparecido más por el tren porque estaba de mudanza.

+De un día para el otro dejé de verte.. En el tren, digo.

-He estado liado.

+Bueno, tampoco tienes que darme explicaciones.

Kate quería hacerse la dura, así que le sonrió irónicamente.

-Harry, me llamo Harry Elgort.

+Katerine.

De pronto, Harry quiso darle dos besos, pero Katerine se apartó y se dirigió hacia casa. Subió a su habitación, y miró el móvil. Otro mensaje de Peter.

“¿Ves normal nuestra situación? Joder, parecemos más hermanos que novios. ¿Y tus besos? ¿Y tus abrazos? Me cansa tenerte cerca y sentirte tan lejos. Si seguimos así, lo siento, pero tendré que irme. No puedo más.”

Katerine agarró fuerte el móvil para que los nervios no le hicieran tirarlo contra la pared. Cogió aire, y empezó a escribir.

“A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe. No sé qué ha pasado. Sólo ha pasado. ¿Y sabes cuál es el puto problema? Que todavía te quiero. Pero no te equivoques conmigo: yo también se irme y no volver.”

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora