Y por qué no tensar a la suerte en un movimiento incrédulo e inseguro que no está garantizada la victoria merecida. Y porque danzar sobre la melodía de las leyes mientras podemos jugar y asomarnos al corto camino del peligro, teniendo en cuenta que la inseguridad nos abrazara en las noches de invierno haciéndonos volver a pensar si vale la pena. Esa pregunta que siempre sabremos la respuesta pero por miedo decimos que no lo sabemos. Por miedo a perder, a no conseguir lo deseado, a morir de ansiedad por lo no vivido y por miedo a lo ya vivido. Miedo a que el viaje se repita de vuelta con las mismas consecuencias antes vividas con negativos resultados en la meta del final.