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A Richard le sorprendió cuando uno de sus regalos de cumpleaños era nada más ni nada menos que un bono para ir a un spa. La idea de tener un masaje relajante no sonaba tan mal, si se lo preguntaban, pero lo que realmente lo tenía con el ceño fruncido y colores rojizos en sus mejillas, era el establecimiento en general. Casi gimió cuando la chica en el mostrador comenzó a reír.

Su cumpleaños había sido la semana pasada y cuando recibió una tarjeta de regalo con el bono, busco el nombre del remitente, pero no había nada. La curiosidad mató al gato, decían, pero realmente estaba interesado en saber quién había sido el responsable de tal detalle. Llamó al lugar –Porque el nombre estaba en el bono y venía junto a números telefónicos– y cuando dijo su nombre a la mujer al otro lado de la línea, esta comenzó a hablar con entusiasmo, diciéndole cuánto iba a disfrutar de ser atendido por él.

¿Quién demonios era él? Ella estaba hablando como si ese personaje fuese una especie de estrella de rock.

Decidió entonces tomar el último día para ir, ya que tendría más sentido relajarse del trabajo para darle la bienvenida al fin de semana. Ser policía era un asunto bastante estresante. Sorprendentemente, la chica, Dinah como se presentó, le aseguro que el masajista lo estaría esperando para las horas de la tarde.

Fue entonces que sucedió.

Tomo un taxi y dio la dirección, y cuando llegó, solo pudo observar el lugar con cierta sorpresa. Se veía elegante, ostentoso y seguro valía una fortuna y ni hablar del interior (Desde aquí comenzó a pensar que se trataba de Bruce, pero este le había dado un enorme pastel y una nueva televisión...). Era viernes, pero el lugar parecía casi vació. Dinah, la rubia del mostrador, lo saludo con varias sonrisas y le otorgo una llave de un locker, donde podría guardar sus cosas y disfrutar del spa. Tenía que admitir que la primera parte del tratamiento fue excelente. Tenían un sauna y una pequeña piscina, que se utilizaba para la relajación. También le seguían dando bebidas bastante deliciosas, y bocadillos suaves.

Después de casi una hora en un abrir y cerrar de ojos, la mismísima Dinah le preguntó si estaba listo para el masaje. Salió de la piscina y -por instrucciones de la fémina- se había ido a tomar una ducha rápida, usando solo la bata que le habían dado.

Para ese momento, comenzó a ponerse un poco nervioso. ¿En serio? ¿Un extraño tocándolo? Y el lugar ahora sí lucía vació. Tal vez no había sido una gran idea pedir un turno de tarde. Pero no retrocedería ahora que estaba allí.

La rubia lo guío por un pasillo mientras hablaba, hasta que llegaron a la habitación. Ella abrió la puerta y lo dejó entrar primero. Lo primero que notó Richard fue el aroma que llenaba el recinto. Él no podía reconocerlo; pero era fuerte y al mismo tiempo olía maravillosamente dulce. El lugar estaba bien iluminado, pero el ambiente era cálido. Se sentía más que relajado... hasta que lo vio.

Tuvo que cerrar los ojos y rezar a los dioses para poder contener una erección que deseaba precipitarse. En la habitación estaba su masajista, que parecía fundirse con la decoración terrosa. Vestía de blanco, lo que sorprendentemente contrastaba con su piel blanca, cabello oscuro y enigmáticos ojos verdes, como los de un gato y una enorme sonrisa.

Puedes dejar la bata allí. ─Asintió lento a las palabras dichas por Dinah ─Si necesitas algo, solo pregúntale a Jason.

La mujer se fue, pero no sin antes enviar una mirada significativa al otro hombre. Al sonido de la puerta cerrándose, Richard de nuevo se puso ansioso. ¿Qué decir o hacer? Estaba a punto de quitarse la bata cuando se dio cuenta de que no estaba usando ropa interior. Se giró rápidamente solo para encontrar a Jason a unos pocos metros de él, estirando su mano y sosteniendo una toalla pequeña.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2018 ⏰

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