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Una fría tarde, Chibita como siempre cocinaba su tan querido oden en su amado puesto. Había llovido hacia un rato por lo que no esperaba que alguien que viniera, incluso para él era increíble que estuviera fuera de su departamento con estas condiciones climáticas—el amor a su famoso platillo y su necesidad de mantenerse son más fuertes después de todo —. Fue grande su sorpresa al darse cuenta de que alguien se acercaba.

Una joven bajita y de piel morena clara, con rasgos suaves y redondos. Cabello oscuro completamente empapado al igual que su ropa; había estado andando mucho tiempo bajo la torrencial lluvia, sino es que lo estaba incluso desde los inicios de ésta; sus ojos hinchados y enrojecidos como su nariz. Su expresión gritaba estrés, preocupación, miedo y ansiedad…. mucha ansiedad. Parecía que en cualquier momento tendría un colapsaría y mandaría todo y a todos a la mierda, si es que no lo había hecho ya. . ..

La muchacha no tardó en sentarse y apoyar ambos bazos en la barra en cuanto llegó al puesto —Una cerveza, por favor. —pidió con la mirada clavada sobre sus propios brazos, deslizando su identificación estudiantil hacia el calvo. El más bajo le echó una mirada y le sirvió un pequeño vaso de cerveza, la menor le miró sorprendida.

—¿En serio? —preguntó, el dueño del local alzó sus hombros, sonriéndole.

— Se ve que lo necesitas, y eso también. —Chibita colocó frente a ella un plato de su famoso oden— No te preocupes, corre por cuenta de la casa, el comer siempre anima. ¿Y qué mejor que el más delicioso del universo? —sonrió orgulloso.

Una media sonrisa se formó en los labios de la ojimarrón y se dispuso a probar el dichoso "mejor oden del universo". Madre mía. ¡Era sumamente delicioso! Sus ojos brillantes y llenos de sorpresa junto con su adorable desesperación de disfrutar más aquel platillo alimentaron el ego del mayor.

—¿y bien Mary, qué te trajo a empaparte de pies a cabeza al puesto con el mejor oden del universo?— preguntó curioso, no era normal este tipo de cosas, menos con alguien tan joven. La sonrisa de la joven, incluso siendo producto de su "ebriedad", desapareció.

—Sólo... fui bastante optimista al creer que todo iría a mejor ahora que vivirá sola en un lugar lejos de mí hogar, sin la presión de mi familia, que podía sentirme libre y haría lo que quisiera sin ser juzgada.—de un trago se acabó lo poco que quedada de su quinto vaso— pero a sido completamente diferente a lo que esperaba, no por la casa o el dinero... —hizo una pequeña pausa— y entiendo que por mi beca se me exige rendir bien en la universidad, pero hasta para mi esto es algo ridículo. — Rió nerviosamente, tratando de contener la bomba de emociones que sentía— Siempre me ha costado tomarme un respiro, siempre estoy esforzándome al cien por ciento, y ahora que no hay nadie que me diga cuando parar, casi no tengo tiempo para nada y me estoy desgastando mucho.—

Chibita oía atentamente a la chica, mientras se servía un vaso con agua y a ella también —Temo por mi salud, tengo miedo a sufrir un ataque cardíaco, desmayos o algo peor y que nadie lo note. ¿Pero qué puedo hacer? Están cerca las vacaciones, llevo tres días sin dormir terminando proyectos, estudiando ...—la azabache comenzó a hablar de forma más acelerada y fuerte, estaba alterandose— Y JUSTO CUANDO TENÍA TODOS MIS PROYECTOS LISTOS, SINTIENDO QUE FINALMENTE TENDRÍA PAZ MENTAL, A ALGUIEN SE LE OCURRIÓ ENVIAR SU MALDITO Y EXTENSO PROYECTO A DOS DÍAS DEL CIERRE. MANDÓ A LA MIERDA MI CALMA, ME ACELERO, ¡¡Y CUANDO LO ESTOY TERMINANDO, EL PUTO GATO DEL VECINO SE METE Y LO ARRUINA!! —El calvo contuvo una carcajada, sentía pena por la joven, pero su acento, su ebriedad y sus gestos, lo hacían lucir como el berrinche de una niña—... y lo peor...Y LO PEOR —los dientes de la chica estaban a nada de romperse de tan presionados que estaban, inhalando ruidosamente por la nariz— FUE QUE DESPUÉS DESPUÉS DE PLANEAR CINCUENTA FORMAS DE SUICIDARME, EL PROFESOR AVISA QUE EL PROYECTO ERA PARA DESPUÉS DE VACACIONES —gruñó, parándose de golpe de su asiento, respirando con fuerza. 

—Wow... —boqueó Chibita— ¿Eso es todo? — Ella asintió tras calmarse, tomando asiento nuevamente, apoyó su codo derecho sobre la barra y su cabeza sobre su mano.

—Si, tras cagarme en su descendencia, en la del vecino y en la de la humanidad, salí esperando de un rayo me cayera. — bufó la universitaria— Lamento que tuvieras que oír problemas del primer mudo como si fuera una crisis mundial—

— Maldición, al menos tienes problemas comprensibles, hay gente que sufre por cosas más tontas que esas— Contrarresto el cocinero. Así fueron como pasaron las horas: conversando, bebiendo y comiendo, la noche aún era joven y el ambiente agradable.

Hasta cierta hora de la noche, donde Mary se había quedado dormida y Chibita limpiaba los trastos usados por su clienta que el desastre ocurrió, o mejor dicho, apareció.

Seis rostros conocidos se mostraron ante el amante del Oden, seis rostros iguales que venían con hambre y ganas de no pagar por ello.

Rareza CotidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora