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TaeHyung, un poco ahogado, pasó la mano por su cabello castaño brillante. Su escritorio estaba justo al lado de la ventana, cosa que en un día caluroso lo mantenía aletargado y sin ánimos de trabajar. Pero faltaba poco para que fueran las cuatro y todos se fueran a casa.

Todos, excepto él, claro.

Él solía quedarse media hora más, ya que era recepcionista de la gran oficina de las empresas Kim y como tal, era el último en partir, quedando allí sólo el CEO y aquellos guardias que se quedaban en la entrada del gran edificio.

Ser recepcionista del señor Kim era aburrido, honestamente. No había mucho que hacer durante el día, más que recibir a las visitas con una enorme sonrisa, y despedirse de estas deferentemente. Lo bueno, eso sí, era que ganaba mucho dinero. Más que cualquier otro chico de veinte años como él, de hecho.

Es que ni siquiera cumplía el rol de secretario ya que su jefe tenía una aparte, sólo para él.

Ella era muy guapa, y si no fuera porque estaba casada y con hijos, TaeHyung ya se habría imaginado que el CEO y ella pues… tenían algo más allá de una relación laboral.

Pero esa guapa cuarentona sólo era una excelente trabajadora, y por eso el señor Kim la tenía siempre cerca suyo.

Señor Kim… se escuchaba raro llamar así a un joven en sus casi treinta años, pero la verdad es que SeokJin era un excelente empresario, y por eso mismo, el padre de éste lo había dejado a cargo de todas sus empresas hace un par de meses.

Trabajar para el Kim padre no era muy diferente que trabajar para el hijo, de todos modos…

Exceptuando que SeokJin era jodidamente sexy.

Y no sólo eso, sino que además, su mirada poseía algo que a TaeHyung lo ponía tímido y caliente en partes iguales. Tanta fiereza, poder y seguridad en un cuerpo esbelto e imponente era insano para un joven hormonal como TaeHyung.

Cuando SeokJin llegó por primera vez, presentándose junto a su padre, TaeHyung comenzó a temblar de los nervios, quedando en ridículo frente a todos los presentes. Desde ese momento sólo saludaba y se despedía cortésmente de SeokJin, mientras que este le dedicaba una de sus sucias miradas.

TaeHyung no era el único que se sentía así. Casi todas las chicas de la oficina babeaban por el CEO, soñando con que se fijara en alguna de ellas. Pero las malas lenguas decían que estaba comprometido secretamente con una chiquilla igual de millonaria que él. No sería raro, pensaba TaeHyung, mientras veía como el señor Lee, de finanzas, se iba a casa y despedía alegremente, haciéndolo percatarse de que eran las cuatro con diez minutos.

Los demás empezaron a marcharse también. Faltaban veinte minutos para poder irse, así que TaeHyung apagó el computador y ordenó las carpetas en el mueble cercano a la ventana. El lugar estaba cada vez más silencioso.

Se despidió de un par de trabajadores más para darse cuenta de que al fin estaba solo. Faltaban cinco minutos para poder partir y eso lo tenía muy relajado. Se quitó su chaqueta de tela y llevó las mangas de su camisa hasta los codos, además de desabrochar el primer botón de esta.

Siempre debía lucir impecable en la oficina de los Kim, pero él solía vestirse informalmente cuando estaba en su pequeño departamento. TaeHyung no podía negar que se veía guapo de traje formal, pero de todos modos prefería la comodidad al vestirse.

El reloj no alcanzó a marcar las cuatro y media cuando TaeHyung, quien terminaba de cerrar con llave los cajones del mueble  escuchó un escueto:

—Buenas tardes.

El joven dio un salto del susto, ya que pensó que todos se habían marchado. Se giró en dirección opuesta a la ventana, encontrándose con la mirada del CEO analizándolo misteriosamente. Su traje negro entallado lo hacía lucir perfecto y hermoso, destacando sus hombros anchos, cuello largo y facciones atractivas.

HAIR #jintaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora